¿Cuál es la diferencia entre la depresión y la tristeza?
La depresión causa efectos devastadores en el paciente y en la familia. En tanto, la duración de la tristeza es limitada en el tiempo y si bien se puede prolongar dependiendo de la gravedad de lo que hubiéramos enfrentado, generalmente es transitoria.
La tristeza es una emoción básica y normal, una más de todo el abanico de las emociones de los seres humanos. En general, la vivenciamos ante acontecimientos negativos que se nos presentan como, por ejemplo, una ruptura de pareja, la pérdida de un trabajo, un amor no correspondido, la muerte de un ser querido, y en muchas otras situaciones no tan graves pero que también nos hacen sufrir.
Su duración es limitada en el tiempo y si bien se puede prolongar dependiendo de la gravedad de lo que hubiéramos enfrentado, generalmente es transitoria.
Cuando estamos tristes tenemos menos energía y se afecta nuestro comportamiento pero podemos igualmente realizar las actividades diarias.
La depresión no es una reacción emocional normal sino una patología grave, se trata de un trastorno del estado del ánimo que altera la posibilidad de disfrutar, disminuye la fuerza vital y las ganas de vivir con alegría, produciendo sentimientos de profunda tristeza, desesperanza y abatimiento que no se calman con palabras de un amigo ni se resuelven por sí solos. En estos pacientes se observa desinterés y apatía por las actividades de todos los días, pueden tener la sensación de estar solos aunque no sea así y pareciera que la esperanza se les escapa, que se les disuelve en el aire. Estas personas padecen un malestar significativo que afecta los vínculos con amigos, con la familia y que daña también el área laboral. Estos sentimientos están acompañados por algunos de los siguientes síntomas: importante pérdida o aumento de peso, alteración del sueño, que se manifiesta a veces como insomnio y otras en su forma contraria, con sueño excesivamente prolongado, pueden aparecer también fuertes sentimientos de culpa e inutilidad, falta de energía para realizar cualquier tarea, dificultad para concentrarse o tomar decisiones, pensamiento recurrente de muerte, ideación suicida, etc.
No se trata de debilidad o de falta de ganas sino de una patología que se impone y que puede padecer cualquier persona. Esta enfermedad causa efectos devastadores en el paciente y en la familia. Sus síntomas no remiten solos, requiere tratamiento psicoterapéutico, a veces combinado con tratamiento farmacológico.
Por el Licenciado Santiago Bonomi (Matrícula Prov. de Buenos Aires: 98039)

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