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Claudio Rossi: del arbitraje mundial a la vida familiar con 11 hijos

El ex árbitro y profesor de historia Claudio Rossi, habla sobre el fútbol, la fe, la vocación docente y la familia que construyó junto a su esposa.

El Doctor Claudio Rossi fue árbitro asistente en partidos históricos del fútbol argentino y en el Mundial de Francia 98. También es abogado y profesor de historia, esposo y padre de 11 hijos, cuatro de ellos sacerdotes y tres religiosas.

Con humor y emoción, recuerda cómo llegó al arbitraje casi por casualidad, cómo lo marcó la experiencia de tener un hijo con síndrome de Down y por qué sigue convencido de que la docencia es una vocación antes que un trabajo.

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Entrevista Claudio Rossi

-¿Te imaginabas tener una familia tan grande?

-No, de adolescente nunca pensé en una familia de once hijos. Uno en esa etapa está en otra cosa. Pero cuando me puse de novio con María José, ahí sí compartimos esa idea. Ella viene de una familia enorme, es la número 14 de 16 hermanos, y yo venía de una familia chica, de tres. Entonces, desde el principio, sabíamos que queríamos varios hijos. Pero una cosa es soñar y otra es vivirlo: nunca imaginé la dimensión de tener una familia tan grande. Hoy miro para atrás y pienso en todo lo que significó criar, educar y acompañar a tantos hijos, y me parece increíble. Fue un compromiso inmenso, con sacrificios, pero también con una felicidad que no se compara con nada.

-¿Cómo influyó Nacho, tu hijo con síndrome de Down, en la familia?

-Nacho fue un antes y un después para todos. Llegó cuando nosotros ya éramos grandes, con más experiencia, y nos agarró de sorpresa. Nos cambió la vida completamente. Siempre digo que es “la última caricia que Dios nos dio”. Porque vino a enseñarnos algo distinto, a mostrarnos que la vida puede vivirse de otra manera. Gracias a él, la familia se hizo más unida, todos están pendientes de él y eso nos fortalece. Como padre, me enseñó a valorar lo simple, a no dar nada por sentado. Yo siempre digo que me mejoró como persona. Si me preguntás hoy, no puedo más que agradecer haber tenido a Nacho, porque gracias a él veo la vida con otros ojos.

-Cuatro de tus hijos son sacerdotes y tres son religiosas. ¿Fue decisión de ellos?

-Sí, absolutamente. Nunca lo impusimos, fue decisión de ellos. Los varones empezaron en el Seminario menor y las chicas en el aspirantado, y de a poco fueron confirmando su vocación. Hoy están como misioneros del Instituto del Verbo Encarnado en distintas partes del mundo: Grecia, España, Tanzania, Ecuador… Como padres, verlos felices y realizados es lo más importante. Hace poco viajamos a Europa toda la familia para consagrarnos al Sagrado Corazón en París. Verlos celebrar misa en lugares tan significativos, como la capilla de las apariciones de Santa Margarita, fue una experiencia que nos emocionó profundamente. Esas cosas te llenan de orgullo y te confirman que hicieron el camino que ellos querían.

Siempre pensamos en una familia grande

Siempre prensamos en una familia así

-¿Cómo llegaste al arbitraje?

-De pura casualidad. Con un amigo queríamos hacer el curso de periodismo deportivo y nos equivocamos de oficina en la AFA. Nos recibió un señor, nos anotó en el curso de árbitros y dijimos: “hacemos el primer año, que es teórico, aprendemos bien el reglamento y después seguimos con periodismo”. Pero al final nos quedamos. Empecé como árbitro principal, pero me iba mal, y un veedor me dijo: “vos tenés que ser juez de línea, porque ahí te defendés, pero como árbitro sos un desastre”. Y tenía razón. Me cambié, debuté en Primera y a partir de ahí mi carrera creció. Todo empezó por error, pero ese error me llevó a un Mundial y a partidos inolvidables.

-¿Qué significó para vos ser juez de línea en partidos históricos?

-Significó muchísimo. Estuve en encuentros que hoy son parte de la historia del fútbol argentino: el River–Newell’s 0–5 en el 92, aquel River–Boca 3–3 del 97 donde Boca ganaba 3–0, y tantos otros. Son partidos que uno recuerda por la tensión, la emoción y, a veces, la polémica. Después vino el Mundial de Francia 98 y otros torneos internacionales. Todo eso me marcó para siempre. AFA me dio confianza muy rápido, y ese fue un espaldarazo enorme. Siempre traté de actuar con convicción y honestidad, aun sabiendo que algunas jugadas se interpretaron distinto con el tiempo. Con VAR, muchos de esos partidos hubiesen tenido otros resultados, pero nosotros actuábamos de acuerdo al reglamento de esa época.

-¿Cómo ves hoy el arbitraje y la llegada del VAR?

-El VAR es positivo. La tecnología avanzó tanto que no podés dejar un gol en duda. Claro que después aparecen las interpretaciones, porque el fútbol siempre tiene matices. Lo que noto es que antes había más jerarquía: en un Boca–River no sabías quién iba a dirigir, porque había diez árbitros internacionales con la capacidad para hacerlo. Eso se perdió un poco. Los árbitros de ahora, en lo físico y en lo técnico, son superiores a nosotros. Tienen más recursos, más entrenamiento. Yo me equivoqué mil veces, pero nunca fue a propósito. Fueron errores humanos, propios del momento. Lo difícil es que el arbitraje siempre está bajo sospecha, pero la desconfianza viene de afuera. Por dentro, yo me voy tranquilo porque siempre actué con honestidad.

-Como profesor de historia, ¿qué lugar ocupa la docencia en tu vida?

-La docencia es mi verdadera vocación. Siempre digo que árbitro fue mi profesión, pero profesor es mi vocación. Llevo 35 años en el aula y nunca lo viví como un simple trabajo. El alumno sigue siendo el mismo, lo que cambia son las herramientas: hoy usamos PowerPoint, tecnología, plataformas. Pero la esencia no cambia. Si los chicos no se interesan, es porque nosotros no supimos transmitirles entusiasmo. La clave es motivarlos, mostrarles que la historia y el conocimiento tienen un sentido. Los docentes hoy trabajamos diez veces más que antes, pero ese esfuerzo vale cuando un alumno encuentra su camino. A mí me gusta pensar que lo que hago no es solo enseñar una materia, sino ayudar a formar personas.

Se perdió un poco la jerarquía del árbitro internacional

Se perdió un poco la jerarquía del árbitro internacional

-Si volvieras a nacer, ¿qué elegirías?

-Elegiría todo igual. Primero, a mi mujer, porque fue y es mi compañera en todo. Después, la familia, con lo que significó criar once hijos. También el arbitraje, que me dio momentos inolvidables, y la docencia, que me permitió formar generaciones de alumnos. No cambiaría nada. Me divertí, lo pasé bien, disfruté lo que hice y me retiré en el momento en que sentí que debía hacerlo. La vida se me hizo amena, con sacrificios, sí, pero con muchas alegrías. Estoy contento con lo que viví y agradecido por todo lo que me tocó.