Rosario Vera Peñalosa: la piedra fundamental de la educación inicial

Cada 28 de mayo, la comunidad educativa argentina se viste de fiesta y reflexión para celebrar el Día de la Maestra Jardinera y de los Jardines de Infantes. Esta fecha, lejos de ser arbitraria, rinde un profundo y merecido homenaje a Rosario Vera Peñaloza, la "Maestra de la Patria", quien falleció en este día en 1950. Su figura es sinónimo de una revolución pedagógica silenciosa pero contundente, que sentó las bases conceptuales y prácticas del nivel inicial en el país, dejando una huella imborrable de innovación y compromiso con la infancia.
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En cada rincón de Argentina donde risas infantiles y crayones de colores dan vida a las salas, hoy se celebra una jornada especial. El Día de la Maestra Jardinera y de los Jardines de Infantes nos convoca a reconocer la labor fundamental de quienes guían los primeros pasos educativos y, de manera ineludible, a revisitar el monumental legado de Rosario Vera Peñaloza. Su nombre está intrínsecamente ligado al nacimiento y desarrollo de la educación inicial argentina, marcando un antes y un después en la concepción del niño como sujeto de aprendizaje y en las metodologías para acompañar su desarrollo.
Nacida en el paraje de Atiles, en la provincia de La Rioja, el 25 de diciembre de 1873, en el seno de una familia de profundo arraigo en la historia provincial, Rosario Vera Peñaloza demostró desde joven una vocación inclaudicable por la enseñanza. Su formación fue rigurosa y pionera: egresó como maestra normal de la Escuela Normal de La Rioja y, buscando perfeccionarse, continuó sus estudios en la Escuela Normal de Paraná, Entre Ríos, donde se graduó como profesora normal en 1894. Fue allí donde absorbió las ideas pedagógicas más avanzadas de la época, influenciada directamente por figuras como la estadounidense Sara Chamberlain de Eccleston, quien había sido convocada por Domingo Faustino Sarmiento para modernizar la formación docente en Argentina y fue una de las principales impulsoras de los primeros jardines de infantes en el país.
La trayectoria profesional de Peñaloza fue tan vasta como fructífera. Ejerció la docencia y ocupó cargos directivos en diversas instituciones, incluyendo la vice dirección de la Escuela Normal de La Rioja y la dirección de la Escuela Normal N.º 1 de Córdoba. Sin embargo, su visión trascendía la gestión administrativa; su pasión era transformar la práctica pedagógica, especialmente en lo referente a los más pequeños.
La revolución pedagógica: el niño como protagonista y el juego como herramienta
La principal y más disruptiva innovación de Rosario Vera Peñaloza fue su concepción y defensa del jardín de infantes como un espacio educativo esencial, con identidad y propósitos propios. En un tiempo donde la educación inicial formal era incipiente y a menudo vista como una mera preparación para la escuela primaria o un lugar de guarda, Peñaloza la elevó a la categoría de nivel educativo fundamental para el desarrollo integral del niño.
Su propuesta pedagógica, profundamente influenciada por las corrientes de la Escuela Nueva y los principios froebelianos (desarrollados por Friedrich Fröbel, creador de los "kindergarten" o "jardines de infancia"), se centró en el respeto por la actividad espontánea del niño, el valor del juego como principal motor de aprendizaje, la exploración sensorial y la interacción directa con el entorno natural y social. Para Peñaloza, el niño no era un recipiente pasivo de conocimientos, sino un constructor activo de su propio aprendizaje.
Impulsó la utilización de materiales didácticos simples y significativos, muchos de ellos provenientes de la naturaleza o elaborados por los propios niños y docentes. Fomentó el desarrollo de la creatividad, la expresión oral y corporal, el trabajo manual y la formación de hábitos sociales. Sus "lecciones de cosas", sus rondas, sus cantos y sus actividades con arena y arcilla buscaban despertar la curiosidad, la capacidad de observación y el pensamiento lógico desde la experiencia vivida.
Fundó el primer jardín de infantes anexo a la Escuela Normal de La Rioja en 1900, sentando un precedente crucial. Su modelo se replicaría luego en Córdoba, Buenos Aires y Paraná, donde también se desempeñó como inspectora de escuelas normales, difundiendo sus ideas y capacitando a futuras maestras jardineras. Comprendió que la especificidad del nivel requería docentes con una formación particular, capaces de comprender las características del desarrollo infantil y de implementar estrategias pedagógicas adecuadas. Por ello, dedicó enormes esfuerzos a la creación de profesorados especializados y a la capacitación continua de las educadoras.
Más allá del aula: un legado multifacético
La incansable labor de Rosario Vera Peñaloza no se circunscribió únicamente a la creación y promoción de jardines. Su compromiso con la educación popular y la difusión del conocimiento la llevó a emprender otros proyectos de gran envergadura. Entre ellos destaca la fundación del Primer Museo Argentino para la Escuela Primaria en el Instituto Félix Bernasconi de Buenos Aires, inaugurado en 1931 y que hoy lleva su nombre. Este museo fue concebido como un espacio de "pedagogía activa", donde los alumnos podían aprender a través de la observación directa y la manipulación de objetos y colecciones de diversas áreas del saber, desde la historia natural hasta la geografía y las artes.
Fue autora de numerosos escritos pedagógicos, adaptaciones de cuentos infantiles con impronta nacional, estudios sobre la flora y fauna autóctona aplicados a la enseñanza, y desarrolló un "Sistema Argentino de Material Didáctico" que buscaba adaptar los recursos a la realidad y cultura del país. Su preocupación por la identidad nacional y la transmisión de valores culturales estuvo siempre presente en su obra.
Un faro que ilumina el presente
El fallecimiento de Rosario Vera Peñaloza el 28 de mayo de 1950 dejó un vacío físico, pero su legado se agigantó con el tiempo. Su visión de una educación inicial que respeta la singularidad del niño, que promueve el juego como derecho y herramienta, y que valora la formación docente especializada, sigue siendo de una actualidad asombrosa.
Hoy, al celebrar el Día de la Maestra Jardinera y de los Jardines de Infantes, recordamos a Rosario Vera Peñaloza no solo como una pionera, sino como una fuente de inspiración constante. Su vida y obra nos interpelan a seguir trabajando por una educación inicial de calidad, inclusiva y transformadora, que garantice a cada niño y niña el mejor comienzo posible en su trayectoria vital y educativa. Los jardines de infantes, con su bullicio creativo y su atmósfera de descubrimiento, son el testimonio vivo de que las semillas sembradas por la "Maestra de la Patria" continúan floreciendo en cada rincón de Argentina.
* Mg. Juan Manuel Ribeiro, especialista en educación.