Aprendizaje socioemocional: todos hablamos, pero ¿qué es lo que hacemos?

Podemos decir que en cada una de las escuelas se debe, comenzar desde edades tempranas: a trabajar con el desarrollo emocional dado que es una capacidad que se construye con el tiempo y se fortalece con la práctica desde la infancia. Debe estar presente este lenguaje en toda la comunidad educativa: No solo en los estudiantes, sino también los docentes, directivos y familias que deben involucrarse en el desarrollo de habilidades socioemocionales.
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Debemos incluir tres dimensiones claves:
- Conciencia de uno mismo: autoconocimiento, autorregulación emocional y atención plena (mindfulness.
- Conciencia social: empatía, habilidades de comunicación, relaciones saludables.
- Comprensión de sistemas: pensamiento complejo, conciencia del impacto de nuestras acciones en sistemas sociales y ecológicos.
Dicho así parece sencillo, pero se prioriza y planifican acciones para trabajar:
- ¿En los hogares?
- ¿En los clubes?
- ¿En las escuelas?
Los adultos tenemos en claro que en eso se basa tener personas sanas, con valores, capaces de enfrentar los desafíos de la vida diaria. Sin embargo, no basta con enseñar contenidos aislados, es necesario crear hogares y escuelas que sean un lugar seguro, respetuoso y emocionalmente positivo.
En el libro nos cuentan que son necesarios, métodos activos y reflexivos:
- Juegos cooperativos.
- Trabajo en equipo.
- Resolución de conflictos.
- Círculos de diálogo.
- Ejercicios de conciencia plena.
No basta con la teoría, todos podemos escribir cosas grandilocuentes en torno a la bondad, los valores la empatía y la ayuda, pero estar predispuestos a ayudar. Eso es otra cosa. Y la buena noticia es que se puede aprender. Necesitamos entonces ayudar a nuestros hijos y alumnos a dejar de ver para aprender a mirar. A sintonizar con otros, establecer lazos de empatía, encarnando nuestras creencias éticas y los valores para poder actuar en función de eso. Debemos pensar mancomunadamente como implementar experiencias que permitan este desarrollo fundamental para la especie, para ser mejores personas, para vivir mejor, para nuestra salud mental.
Me permito compartir algunas que desde mi experiencia nos ayudan a construir estas experiencias enriquecedoras:
En el hogar
- Rueda de emociones en la cena o antes de dormir: todos comparten cómo se sintieron durante el día, qué le alegró, qué le frustró, o puso triste, y cómo lo resolvieron quieren lo ayudaron y como o bien contarnos lo más lindo y feo del día y el porqué.
- “Qué harías si…” plantear dilemas a modo de juego, situaciones reales o imaginarias donde tengan que ponerse en el lugar de otro (ej.: “¿Qué harías si un amigo se queda solo en el recreo?”). Se conversa sobre alternativas empáticas.
- Juegos cooperativos en lugar de competitivos: elegir juegos en los que todos ganan si se ayudan mutuamente. Fomenta la colaboración y la mirada en el otro.
- Modelado emocional de los adultos: que los adultos expresen sus emociones con palabras (“Estoy frustrado porque… pero voy a calmarme respirando”), mostrando autorregulación emocional real.
- Actos de bondad en familia: planificar juntos pequeños gestos hacia otros (preparar por ejemplo una caja de donación, tejer para alguien etc.). Luego reflexionar: “¿Cómo creés que se sintiera la otra persona?”
En la escuela
- Círculos de diálogo o círculos restaurativos: espacios seguros donde los alumnos se sientan escuchados, puedan compartir cómo se sienten y aprender a escuchar al otro sin juzgar.
- “El amigo invisible empático”: durante una semana, cada estudiante debe observar a un compañero en secreto y realizar pequeñas acciones para hacerlo sentir mejor. Al final, se revela y se comparte la experiencia.
- Jornadas o proyectos solidarios con reflexión: no solo hacer algo por otros, sino conversar sobre ¿qué sentimos? ¿qué habrá sentido la otra persona? ¿qué aprendimos?
- Tableros de gratitud o mensajes positivos en clase: espacios donde todos pueden dejar mensajes de agradecimiento o reconocimiento a otros. Refuerza el valor de lo positivo.
- Mindfulness o pausas emocionales: breves prácticas diarias de respiración, atención al cuerpo o emociones. Ayudan a conectar con uno mismo y con los demás desde un lugar más presente.
Estas son solamente algunas de las acciones que sostenidas en el tiempo crean culturas, vale la pena trabajar en esto juntos.
De vos depende vivir en un mundo mejor.
* Lic. Erica Miretti. Psicóloga , docente Neuropsicoeducadora.