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Sentido común: cuando pasan cosas que no tienen que suceder en alta montaña

Una ruta que por cuestiones de geografía tiene complejidades, se transforma en un peligro mortal por las condiciones de infraestructura, la imprudencia de los conductores y malas decisiones.
Foto: Edu Gajardo / MDZ
Foto: Edu Gajardo / MDZ

Soy un convencido. La Ruta 7 hacia Chile no tiene por qué convertirse en una trampa mortal para los conductores si cada uno de los que está detrás del volante comenzamos a bajar varios cambios, conducimos a la defensiva y con vehículos en condiciones. Claro que hay factores que no dependen de nosotros, como el desastrozo estado del camino, pero si no le sumamos otros factores se reduce el nivel de riesgo de manera considerable.

Si a la mala infraestructura, sumamos conducción temeraria, vehículos en malas condiciones (de carga y particulares) y malas decisiones de quienes deben procurar por el orden, y aumentamos el nivel de riesgo de manera artificial. algo que en un lugar como la alta montaña se vuelve inaceptable.

Este fin de semana tomé la ruta el sábado por la tarde, pensando en aprovechar un momento de bajo flujo de viajeros y con el tiempo suficiente para llegar con luz natural a bajar los Caracoles y acercarme lo más posible a Los Andes. Más alerta que nunca, dados los números accidentes en la Ruta, arranqué.

De entrada hay que decir que en todo el tramo hay pozos en la ruta, pero a una velocidad prudente se pueden ver (de día) y dentro de todo esquivar. No es lo que debería ser una ruta internacional, pero la peor parte está pasando desde Punta de Vacas y hasta el túnel, donde las grietas son por momentos muy grandes y se sienten y a la larga dañan los autos.

Cuando al riesgo natural le ponemos algo extra

Con un flujo vehicular bajo, la conducción se hacía agradable y expedita, pero me comenzó a llamar la atención que ya en la zona de Potrerillos se veían muchos vehículos de carga con alguna falla al costado del camino esperando asistencia. Más adelante, pasando la curva de Guido se formó una fila que me hizo pensar que había un accidente, pero no era así. La razón era un camión que tenía dificultades para subir una pendiente. A simple vista el transporte de carga se veía añoso y bastante descuidado, pero seguía en ruta.

Después de eso todo era normal hasta que pasando el ACI de Uspallata, en una de las primeras curvas, un camión estaba medio atravesado ocupando una de las manos mientras era asistido por otro transporte de la misma empresa. Parecía tener problemas en los frenos y obligó a que una patrulla de Gendarmería se instalara en el lugar para ordenar el tránsito. Allí todo fue expedito y el manejo de la autoridad fue adecuado, pero ya era el segundo camión complicado en la ruta.

Cuando hablamos de sumar riesgos innecesarios, de pronto estos se generan a partir de falta de decisiones adecuadas en los momentos oportunos. Eso fue lo que ocurrió el sábado a las 17.10, cuando en el trayecto me encontré con otro camión en problemas pasado el control de Punta de Vacas, justo en la primera curva en una zona descendente.

Por un problema con los frenos, un camionero intentó evitar un accidente mayor e hizo una maniobra que dejó la cabina contra el cerro, entre las rocas, y todo su acoplado atravesado sobre la Ruta 7. Al frenar, un grupo de personas que viajaba en moto nos dijo que le dijeramos a los gendarmes que estaban en el lugar, que en ese momento eran dos, que nos dejaran pasar por el costado que había espacio suficiente para un auto. De hecho, comentaron que antes de que llegara Gendarmería el mismo chofer del camión bajó, sin heridas aparentes, y comenzó a hacer pasar los autos para no frenar el tránsito. Sin embargo, cuando llegaron los efectivos ordenaron frenar todo y no dejar pasar a nadie.

A simple vista se veía que era posible pasar por el costado, pero los gendarmes prohibieron cualquier tipo de movimiento. En ese instale 

De inmediato comenzaron a formarse las filas en uno y otro sentido. Uno de los efectivos tomó la camioneta y se fue del lugar. De pronto, tres autos que venían desde Chile de Oeste a Este cruzaron por el costado del camión, momento en el cual fueron frenados e increpados por el funcionario que aún estaba en el lugar. Para ser justos, desde el otro lado no se veía que había un gendarme. Por sentido común cruzaron, quedando demostrado que había lugar de sobra para poder seguir.

En tanto, los mismos camioneros intentaban colaborar con su colega. Moviendo algunas rocas intentaban liberar las ruedas para poder volver a poner la cabina sobre la ruta. Sólo estaba cruzado, no volcado, por lo que parecia que poniendo el tren delantero sobre el camino podría salir.

Hasta que vino alguien que dijo pasen

Después de 50 minutos, y ya con la gente reclamando porque se hacía tarde, comenzaba a caer el sol y la sombra del cerro hacía que el frío se comenzara a sentir más fuerte, apareció el gendarme que se había ido con una camioneta con más efectivos. Al ver los tres autos que habían pasado sin su permiso, les pidió la licencia para multarlos y se los llevó al control de Punta de Vacas. Segundos más tarde, otro efectivo que parecía tener mayor rango, ordenó poner una camioneta al costado y comenzar a dejar pasar por el espacio que había al costado de la ruta.

El camión no se movió un centímetro, no se puso un cono adicional o alguna señal para guiar, sólo vino un gendarme que tomó la decisión de permitir el tránsito. O sea, las condiciones eran las mismas que 50 minutos antes, pero con alguien que dijo pasen. La sorpresa fue mayor cuando el espacio permitía que incluso pasaran los camiones cargados. Entonces, la cuestión es de manera innecesaria se detuvo el tránsito en la alta montaña, con el sol escondiéndose y aumentando el frío.

El espacio era suficiente para que, incluso, pudieran cruzar camiones.

Como era de esperarse, un trayecto que hasta ese momento era tranquilo, tras formarse una fila en medio de la montaña se volvió un suplicio por las carreras para llegar primero a la frontera. Rostros desencajados y alta velocidad justamente en el tramo de la Ruta 7 que está más destruido.

Entonces, si a todos los factores que hacen complejo transitar por el corredor internacional, si las decisiones no son ágiles y acertadas, sumamos riesgos de manera innecesaria. Esto fue sólo un momento dentro de todo el movimiento en la montaña, fue una cuestión puntual y la mayoría del tiempo -seguramente- los efectivos a cargo del tránsito y las emergencias operan de la mejor manera. 

En otros casos, como un accidente de gravedad, toca esperar y aceptar todas las decisiones de la autoridad, pero cuando se ve que el sentido común y la lógica indica que el camino es errado, también es válido manifestar y alertar cómo las decisiones pueden sumar riesgos a un trayecto que ya tiene una sumatoria de dificultades que no necesitan ponerle una extra.