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Un ícono del cementerio de La Recoleta: la historia de Liliana Crociati

Falleció durante su luna de miel en Austria. Junto a su marido, fueron sorprendidos por un alud que terminó con la vida de la joven. Su madre construyó una bóveda única. La leyenda nocturna.
La escultura en honor a la joven. Foto: Mauro Sturman
La escultura en honor a la joven. Foto: Mauro Sturman

Conocer el cementerio de La Recoleta es una visita obligada si estás en Buenos Aires. Sin embargo, recorrerlo no es lo mismo que detenerse a observarlo. Construido en 1822, alberga mausoleos y bóvedas de una gran cantidad de próceres nacionales. Incrustado entre modernos edificios, bares y cafés, en su interior descansan los restos de personajes como Eva Perón, Luis Leloir, Bioy Casares, Juan Manuel de Rosas, Bartolomé Mitre y Raúl Alfonsín.

Considerado una de las tres necrópolis más importantes del mundo junto con Père Lachaise de París y Staglieno, guarda historias como la de la joven Liliana Crociati, fallecida durante su luna de miel en Austria.

Nacida en 1944 en el seno de una familia italiana acomodada, Liliana parecía destinada a una vida tranquila y prometedora. Hija de José Crociati, un pintor, poeta y peinador reconocido, su niñez transcurrió entre el arte y el confort. Como su padre, Liliana cultivó su pasión por las bellas artes, y fue en ese ámbito donde conoció a Janos Szaszak, un joven argentino de origen húngaro, con quien compartiría un destino trágico.

Un amor que se despedazó en las montañas

Después de un breve noviazgo, Liliana y Janos decidieron casarse y celebrar su luna de miel en Austria. Sin embargo, el destino tenía otros planes. Un alud arrasó la parte del hotel en la que la pareja se encontraba, llevándose la vida de Liliana, quien murió asfixiada entre la nieve a los 26 años. Juan, por su parte, logró sobrevivir milagrosamente.

El último descanso en el cementerio de La Recoleta

Devastados por la pérdida, los padres de Liliana repatriaron. El deseo de su madre, María Adriana, de rendir un homenaje eterno a su hija, condujo a la construcción de una majestuosa bóveda en el Cementerio de la Recoleta, que se destacaría por su singularidad.

El cementerio es uno de los más reconocidos del mundo.
Foto: Mauro Sturman

La tumba de Liliana no es una más en ese emblemático cementerio porteño. Fue diseñada por su madre, quien, para inmortalizar su memoria, pidió que se reprodujera la habitación de su hija, con grandes vidrieras que permiten el paso de luz, contrastando con la oscuridad que caracteriza muchas de las construcciones del lugar. Además, María Adriana contrató al escultor Wilfredo Viladrich para que erigiera una estatua de Liliana junto a su perro, con el velo de novia que ella siempre había soñado. La escultura captura la esencia de la joven, peinada con su estilo característico, y evocando una imagen eterna de su juventud.

Mitos y leyendas que envolvieron su historia

La muerte prematura de Liliana dio lugar a una serie de leyendas que aún hoy persisten entre las sombras del Cementerio de la Recoleta. Se cuenta que, por las noches, es posible escuchar el desgarrador grito de Liliana, entrelazado con los susurros de otras almas que descansan en ese histórico lugar. Además, ha crecido el mito de que, si uno se detiene frente a la escultura de Sabú y toca su hocico, podrá pedir un deseo, el cual, según se dice, será concedido.

Las bóvedas del cementerio y, de fondo, la ciudad.
Foto: Mauro Sturman

La bóveda de Liliana Crociati se ha convertido, sin duda, en uno de los puntos más visitados y misteriosos del cementerio. Junto a otros personajes históricos que descansan allí, su historia sigue viva en la memoria colectiva, como una de las tantas leyendas que han dado forma al rico imaginario de la ciudad de Buenos Aires.