Historias

Pascuala Meneses, la niña que se vistió de hombre para cruzar la cordillera

"Solo los hombres a las armas", decía la orden de San Martín antes de partir hacia Chile. Pero hay historias que rompieron esa idea. La de Pascuala Meneses es una de ellas.

Gustavo Capone
Gustavo Capone viernes, 17 de enero de 2025 · 07:06 hs
Pascuala Meneses, la niña que se vistió de hombre para cruzar la cordillera

“¡Pa’ mí, que es una mujer!”. Así habría empezado el desenlace final de una de las tantas historias, prácticamente desconocidas, que cubrieron el glorioso cruce de la cordillera de Los Andes por parte del Ejército Libertador y que a la postre se convirtieron en leyenda.

“La pucha, canejo, ‘endeveriamos’ contárselo al general Las Heras”; habría respondido el otro ocasional testigo. Y así fue. Entre quebradas y pedregosos senderos, “los cuchicheos” fueron creciendo y los rumores corrieron como reguero de pólvora.   

Lo cierto fue que corrían tiempos “fieros”; de dolor. Y también de esperanza.  Tiempos de guerra en el marco de una campaña sin tregua y de plena entrega. A cara o cruz. Había que cruzar el macizo andino para consagrar la Independencia. Es ahí donde una vez más asomará el coraje de un pueblo. De hombres y de mujeres.

A la voz del Gran Jefe

“El 17 empieza la salida de la vanguardia: las medidas están tomadas para ocultar al enemigo el punto de ataque. Si se consigue y nos dejan poner pie en llano, la cosa está asegurada. En fin, haremos cuanto se pueda para salir bien, pues si no todo se lo lleva el diablo”. Será esta carta del 13 de enero de 1817 dirigida a Tomás Guido, el documento que oficializó la fecha conmemorativa de la partida de la campaña libertadora del Ejército de los Andes.

El 17 de enero de 1817 arrancará el cruce de Los Andes aquella columna principal de la expedición. Si bien fueron seis las columnas que partieron hacia la cordillera haciéndolo en diferentes fechas, y por distintos pasos, se tomó como referencia para conmemorar el aniversario del inicio del cruce de los Andes la partida de la columna al mando del General San Martín. 

Las ordenes estaban precisas. En sucesivos bandos oficiales (mensajes a la ciudadanía), desde la misma llegada de San Martín a Mendoza, se instaba a la imperiosa conformación de un ejército.

El General la tenía clara. Solo los hombres a las armas, mientras que las mujeres cumplirían un papel fundamental en el sostenimiento logístico, educativo y cultural de Mendoza. El rol femenino fue estratégico. Imprescindible. No solamente había que apuntalar la acción diaria en la preparación y mantenimiento del ejército, sino que además era sustancial sostener el habitual funcionamiento de la vida hogareña y social de la provincia, pero además había que tener en cuenta que cuando los soldados partieran (casi la totalidad de la población masculina joven y activa de la provincia conformó las filas militares) sería la mujer quien sostendría en pie todas las labores comunitarias y productivas de Mendoza. El devenir del futuro provincial, en gran medida, quedaba en mano de las mujeres. Ellas serían quienes se harían cargo del cuidado de los ancianos y de los niños. De los trabajos de la tierra, del riego, de la cosecha, del comercio, de la educación, de la economía diaria, de la sanidad y hasta de la política. Esa Mendoza que se quedó sin las manos de los hombres, depositaría en las mujeres su futuro. Ese fue el legado de la mujer mendocina, y es una de las características (no siempre lo suficientemente reconocida) que hace distinta a Mendoza. 

Pascuala Meneses, “la granadera”

¿Qué haría una niña sola en Mendoza si toda su familia partió a Chile en busca de la Independencia americana? Allá se fueron su padre, sus hermanos y su amor. Dice la leyenda, que como en reiteradas situaciones de nuestra heroica historia, esa mujer se subió a una mula y partió ataviada de soldado, siguiendo el camino de sus sentimientos.

Fue parecido el caso de Martina Chapanay (“la mensajera”), de Josefa Tenorio (“la abanderada”), de Carmen Ledesma (“la negra mamá) quien enterró 15 morenos hijos de los 16 que tuvo (todos muertos en las campañas independentistas) y de María Remedios del Valle quien, tras la pérdida de su marido e hijos en combate, peleó en Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma siendo aún una niña.

Ahí va Pascuala. Engrosando el mítico panteón de las heroínas argentinas. Ahí va Pascuala, la otra dama patriótica, que a diferencia de las mujeres de la alta alcurnia mendocina (sin dinero, ni joyas) apuntaló la causa libertadora con lo único que tenía: coraje, convicción e ideales.

Y así fue. Se calzó el uniforme de granadero confeccionadas por “las peladas” (así se les decía a las costureras del ejército), que consiguió vaya a saber cómo; se hizo pasar por “el Pascual” Meneses; le concedieron una de las 10.000 mulas del ejército; la cargó de los aprestos de campaña y arrancó junto a la columna de Gregorio de Las Heras, la segunda en importancia después de la de José de San Martín, junto a unos seiscientos hombres desde el campamento El Plumerillo.

La cosa habría ido bien hasta la Estancia de Cañota y casi llegando a la Quebrada de Santa Elena. Fue ahí donde las sospechas comenzaron a agudizarse. Pero era tanto el ajetreo que no había demasiado tiempo para detenerse a reparar en cómo hacen sus necesidades los soldados. Hasta que un curioso (de mero chusma, no más) se percató que algo no cabía a los habituales usos de un varón, y considerando que no había baños de campaña, algunas situaciones a la vista no eran las cotidianas y normales.

“La pucha, canejo, ‘endeveriamos’ contárselo al general Las Heras”; había dicho aquel soldado. Y así fue, Pascuala Meneses, 19 años, oriunda de La Chimba, tierra de San Miguel de Panquehua, (actual departamento de Las Heras), testigo de los combates de Picheuta y Potrerillos (24 y 25 de enero de 1817), fue descubierta. Reconoció sus cargos y tuvo que devolver el uniforme militar en Uspallata.

Un burro la trajo nuevamente a Mendoza. Una leyenda la hará inmortal. Bajó desde los 3.400 metros de Uspallata. Solita. La historia popular la subió al bronce de los héroes de la Independencia. Hoy es leyenda.

“Esa es la Pascuala; la que se ‘coló’ arriba de una mula para pelear en Los Andes junto a los muchachos”; dirían las comadres. La que se perdió en la historia tradicional y la rescató el folclore popular.

Esa fue Pascuala; cuyos sueños fueron más grandes que sus temores. Que rompió barreras y prejuicios. La que se ofreció a la patria. Gestora de una revolucionaria vida de mujeres que dieron todo por ver libre a nuestro continente. Su lucha sigue vigente, porque como todo relato que involucra a la patria, la identidad y la libertad, no deja de ser una historia de amor.

Pascuala Meneses, su vida legendaria nos sigue enseñando hasta dónde puede llegar una pasión. En el fondo, es la historia del cruce de Los Andes.

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