La historia de Casaclub: cómo es la fundación que impulsa la inclusión laboral de personas con trastorno mental
Tres miembros de la organización cuentan cómo funciona el proyecto que ofrece oportunidades de empleo y vivienda. Son más de 200 integrantes con padecimientos como la esquizofrenia o trastorno bipolar
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), una de cada cuatro personas sufrirá un trastorno mental a lo largo de su vida. En Argentina, el escenario se agrava ya que es uno cada tres. Muchos de los que reciben atención de salud mental se encuentran internados en hospitales o clínicas psiquiátricas. Los especialistas advierten que esta tendencia al encierro y segregación generan una pérdida de las habilidades diarias, que pone en riesgo el proyecto de vida en general.
En ese sentido, la fundación Casaclub propone un espacio que permita que cualquier persona con un trastorno psíquico logre un sentido de pertenencia mediante la autonomía y la participación social. Con más de 300 sedes en 34 países, la fundación ubicada en el barrio porteño de Palermo se trata de la segunda casa en el país y la tercera en Latinoamérica.
Bajo el lema “Rompiendo barreras, creando oportunidades, marcando la diferencia”, la organización reúne en la actualidad a más de 230 integrantes mediante sus programas de empleo y vivienda. Hasta ahora, 58 de sus integrantes ya consiguieron empleos de transición, mientras que 62 retomaron sus estudios.
“Antes de llegar acá, pasé por un montón de dispositivos. Me han resultado un tiempo, otros directamente no”, recuerda Anahí al contar sus seis experiencias anteriores de internación.
Para ella, al igual que quienes transitan por padecimientos mentales, reinsertarse socialmente sin vivir bajo la sombra del estigma era el gran objetivo a enfrentar. En ese sentido, conseguir un trabajo que le otorgue autonomía era una parte elemental para su recorrido.
En esa búsqueda es que llegó a Casaclub Baires hace 3 años, en plena pandemia cuando la fundación decidió abrir sus puertas (fue creado en diciembre de 2019). “Casi fui miembro fundadora”, señala ella entre risas al tiempo de contar que apenas eran “poco más de 10 personas en aquel entonces”.
Tres años después y con más de 200 miembros en la actualidad, las dudas iniciales de Anahí pasaron a convertirse en certezas y se volvió una persona totalmente diferente. “Gané seguridad, un montón de amigos y gente que me quiere, que cree en mí. Hice un empleo de transición, logré mi primer trabajo en toda mi vida a los 30 años y me independicé”, destaca al trabajar como asistente de piso para una empresa de Energía.
Para ella, lo valioso de este lugar se apoya en que el camino para ese crecimiento personal se transita de forma comunitaria, donde todos los miembros trabajan juntos, situando el foco en las fortalezas y habilidades del miembro y bajo la premisa de que su diagnóstico no los define.
Hoy se describe como alguien “melómana” por excelencia y con una conexión muy fuerte por el arte y la pintura. Resalta su amor por la escritura ya que lo considera “un pilar fundamental para encontrar su paz mental”. Detrás de esa enérgica personalidad hay una voluntad de aprendizaje y mucha fe.
“Antes de venir a Casaclub, me sentía re mal por tener un padecimiento psíquico. Lo sufría día a día. Pero este lugar rompió ese estigma que tenía en mi cabeza. Ahora es diferente, porque sé que soy capaz de hacer cualquier cosa como cualquier otra persona. Me tengo más fe para enfrentar distintos desafíos, no solo laborales”, asegura.
Entusiasmada en lograr más metas, Anahí insiste en que conocer personas con situaciones similares a la suya la transformó de manera positiva. “Fue empezar a creer que puedo lograr cosas por mí misma”, afirma.
Compartir la inclusión
El modelo de Casaclub cumple con una serie de normas acordadas en consenso por la comunidad internacional. El primer lineamiento y posiblemente el más importante señala: “Asociarse como miembro es voluntario y no tiene límite de tiempo”.
“Es un apoyo mutuo entre todos. Apuestan a que tengamos los mismos derechos y sin rotularte con tu tratamiento”, cuenta Dana, quien se sumó el pasado marzo. Con solo 24 años, había pasado por 28 internaciones previas. “Había probado en centros u hospitales de día, hogares de rehabilitación, todos los dispositivos que te puedas imaginar. Ninguno me funcionó”, dice.
En una de esas internaciones conoció a Agus, quien hoy también es miembro de la fundación y la que le recomendó ir a la sede. Aunque logró acoplarse, reconoció que “los primeros días fueron particulares” a raíz del proceso de inscripción. En efecto, se deben cumplir con ciertos requisitos para autorizar el ingreso:
- Tener un diagnóstico de enfermedad mental como trastorno bipolar, esquizofrenia o depresión.
- Respetar el tratamiento terapéutico con el acompañamiento de un equipo tratante de salud mental.
- No estar consumiendo sustancias.
- Ser mayor de 18 años.
- Tener autonomía de movilidad. Cuando quiera irse tiene que poder hacerlo.
- Avalar que la persona no es un riesgo para sí mismo o para la comunidad.
Lo que más valora Dana del modelo Casaclub es su enfoque socio-comunitario, sumado a la oportunidad de ofrecer una “Jornada laboral diaria”. Implica que los miembros acuerden qué tareas tendrán asignadas durante la jornada (como administración, recepción, cocina, mantenimiento, entre otras) para el funcionamiento cotidiano. De estos encuentros también participan la coordinadora Tania Flinger, Vanesa Melian y David Panariti.
De esta forma, se fomenta las decisiones de sus miembros. Y así como la membresía es voluntaria, también lo son los días y horarios en que un miembro asiste y las tareas que elige desempeñar en la jornada. Esto implica que uno no está obligado a realizar tareas que no quiera, sino que elige la rutina con la que se siente cómodo y comprometido.
En 5 meses, Dana no volvió a tener otro episodio de internación o crisis grave (“es el tramo más largo que llevo afuera“, destaca), y vio muchísimas mejoras en su tratamiento diario. Inició el CBC para estudiar Historia y se encuentra buscando trabajo. Atender la caja del bar de Casaclub Baires es una de sus actividades favoritas, sumado al teatro y la escritura. Para ella, convivir con T.L.P (trastorno límite de la personalidad) ya no es un límite porque se siente acompañada por todo su nuevo entorno.
“Me costó un montón trabajar la idea que el diagnostico no te define. He trabajado en lugares donde se enteran de tu padecimiento y da la casualidad que a los dos días te echan. Acá, a diferencia de otros lugares, gané constancia y tolerancia. Me sorprendí a mí misma: me encontré gente re agradable e hice amigos, personas que realmente valen la pena. Estaría buenísimo que muchísima más gente se acerque y se saque el estigma”, reflexiona.
Entorno cercano y vínculos fuertes
Una de las grandes ventajas que aporta el lugar son los encuentros recreativos y culturales. Puede ser desde una visita a un teatro o una salida al aire libre hasta una juntada para ver peliculas o festejar cumpleaños.
Fede, quien integra el staff hace dos años, reconoce que no participa mucho de esas reuniones, aunque si las sigue por videollamadas. Al igual que Dana, ingresó por recomendación de otra voluntaria de la fundación, su vecina Elena.
“Estaba en una situación difícil, no conseguía trabajo y venía muy bajoneado. Un día Elena me dice ´¿porque no venís un día a probar a Casaclub?´. Entonces llamé, me citaron para una entrevista y me gustó tanto que le insistí a mi mama para quedarme el primer día”, recuerda con detalle.
Fue diagnosticado con TCL (trastorno cognitivo lento) a los 10 años. Su ingreso a la fundación marcó un antes y un después en cómo vencer los estigmas sobre su padecimiento. “Al principio me asusté. Hay quienes me miran mal cuando muestro mi carnet de discapacidad. Pero acá todos somos iguales. Me abrieron las puertas desde el primer día que entré. Siempre me voy con una sonrisa a mi casa”, señala agradecido.
Con 36 años, Fede también consiguió un empleo de transición en una empresa y si bien le costó al inicio adaptarse al rol de atención al público, el apoyo “oportuno” de los coordinadores lo motivó a continuar.
“Me mandaban mensajes preguntando como me estaba llendo. Yo le decía a Ceci (Cecilia Salas Gatti, directora Ejecutiva de Casaclub) que no iba a poder conseguir trabajo debido a mi edad. Y ella me dijo: ´ no te preocupes, lo vas a conseguir´. Ella fue quien me acompañó a la entrevista y otra vez me surgieron las dudas. De nuevo me dijo: ´tranquilo, el puesto es tuyo´”, resaltó sobre el clima colaborativo de la organización.
Fede, quien cursa teatro y un taller de radio (“me ayuda a liberar un montón de cosas”, resalta), cuenta que donde se destaca más es realizando labores administrativas, que incluye las redes y el contacto con los miembros. “Si alguien deja de venir varios días lo llamó por teléfono o les escribo para saber cómo está. Es gratificante dejarles un mensaje de aliento para ayudar a otro miembro”, confiesa.
Está muy agradecido con Casaclub y se pone contento con la posibilidad que la sede crezca: “Pasé de no hacer nada en casa a tener la mente ocupada. Me sacó de la rutina y aprendí un montón. Es un lugar maravilloso donde todos se ayudan mutuamente. No hay flaquezas que nos detengan y no te etiquetan por tu diagnóstico. Espero que esto pueda fomentarse en el futuro”.
Objetivos
Cecilia Salas Gatti, psicóloga y directora Ejecutiva de Casaclub, indicó que la fundación recibe el financiamiento de dos socios benefactores que “acompañan desde el día uno” sumado a otras empresas. Por eso, uno de los desafíos inmediatos es lograr el reconocimiento del Ministerio de Salud de la Ciudad de Buenos Aires como dispositivo comunitario de salud. De esa manera, las obras sociales y prepagas pasarían a cubrir en forma total e integral las prestaciones del lugar.
En materia de resultados, la especialista pone de relieve el trabajo realizado con un grupo de empresas empleadoras (ocho en este momento) que brindan puestos de trabajo asalariados y transitorios para sus miembros por un período determinado de entre seis y nueve meses. “Hemos brindado más de 34 oportunidades en tres años”, destaca.
Entre las iniciativas que impulsa Casaclub, resalta el Proyecto Huerta Comunal. Se trata de una colaboración de la huerta Luna de Enfrente, que cultiva más de 30 especies de plantas y cuyos productos cosechados son donados a la institución.
Hay más: integran el Programa de reciclaje del Hospital Garrahan. Y en marzo de este año, se instalaron paneles solares (aportados por MSU Energy) en la terraza de la organización para que la misma se pudiera autoabastecer de energía. Todas ideas en línea con la idea de una comunidad activa.
A su vez, uno de los eventos más esperados es ´Salud Mental sin etiquetas’ y que se conmemora el Día Mundial de la Salud Mental (10 de octubre). Gatti cuenta en detalle: “Los miembros toman la voz y comparten sus experiencias de éxito y enojo con una sociedad que a veces limita su desarrollo. Así, buscamos concientizar la idea de que todos tienen derecho a poder desarrollar una vida digna y social a través de la educación y el trabajo”.
Al recordar cómo fueron los inicios, señala que le llamaba la atención la respuesta inicial de los entrevistados a la hora de presentarse. “Todos empezaban diciendo ´soy esquizofrénico o soy bipolar´. Entonces fue un hermoso trabajo preguntarles desde otro lugar: qué les gustaba hacer, si querían estudiar y qué querían para su vida”, remarca. Con está “primera intervención”, explica, los futuros ingresantes podían “verse interpelados desde un espacio más genuino y empezar a sentirse parte de esta comunidad”.
Hoy Gatti resalta que de cada uno aprende “sus fortalezas, habilidades y sobre todo la capacidad de trabajar en equipo”. Finalmente, la especialista considera que la iniciativa aporta la creación de una comunidad con un sentido de pertenencia fuerte “basado en el respeto, conciencia y en la empatía del otro”.
Y cierra con un contundente mensaje: “Casa Club viene a romper con la idea de las instituciones físicas de salud mental. Propone un lugar digno donde ellos sean protagonistas de su propia rehabilitación. Que tengan menores internaciones, adhieran a sus tratamientos y sean libres de elegir que les hace bien o mal. Y eso es un logro: que no haya etiquetas que clasifique a los seres humanos”.
Casaclub Baires está abierta de lunes a viernes de 9 a 17. Para más información, consultar en www.casaclub.org.ar.