Presenta:

Veteranas de Malvinas: aún hoy luchan con la sociedad para reivindicar su lugar

Silvia Barrera, Veterana de Malvinas, le contó a MDZ que sigue "malvinizando" a la sociedad y reivindicando su rol como mujer en la Guerra.
Silvia Barrera Silvia fue instrumentadora quirúrgica en la Guerra de Malvinas Foto: Analía Melnik/MDZ
Silvia Barrera Silvia fue instrumentadora quirúrgica en la Guerra de Malvinas Foto: Analía Melnik/MDZ

“Por siempre serán héroes. Por siempre, nuestros héroes de Malvinas”, reza la canción de Ciro y Los Persas, dedicada a los combatientes argentinos en la Guerra por la soberanía de las Islas. Pero aquel triste episodio de nuestra historia no solo tuvo héroes. También hubo heroínas que, por mucho tiempo, fueron olvidadas, pero que, actualmente, reivindican su lugar como Veteranas.  

María Marta Lemme, Silvia Barrera, María Cecilia Riccheri, Norma Etel Navarro, Susana Mazza y María Angélica Sendes son seis mujeres, de las 16 veteranas de la Guerra de Malvinas, que ejercieron su profesión como instrumentadoras quirúrgicas durante los últimos días del enfrentamiento bélico entre Argentina y Gran Bretaña. Salvando a cientos de heridos por día, con mucho coraje y vocación se convirtieron en las heroínas que hoy comparten su historia.

MDZ habló con Silvia Barrera para que cuente su experiencia como mujer en el Ejército Argentino, trabajando en el ARA Almirante Irízar desde el 9 al 18 de junio de 1982. Ella es Veterana de Guerra, civil, madre de cuatro hijos, esposa, ex instrumentadora quirúrgica y actual encargada del Ceremonial del Hospital Militar Central, nosocomio en el que trabaja hace más de 40 años.

Las seis instrumentadoras quirúrgicas que operaron a los soldados de Malvinas. Foto: Gentileza Silvia Barrera

¿Cómo te enteraste de que podías ir como voluntaria a Malvinas?

El Ejército, que era la Fuerza que más se resistía a la incorporación de la mujer, se dio cuenta que al necesitar instrumentadoras quirúrgicas, nosotras éramos civiles. Entonces nos reunieron acá, en esta sala de situación, a las que estábamos en ese momento, que éramos unas 30 instrumentadoras y nos preguntaron quién quería ir a Malvinas. Ahí había casadas y con hijos que se no quisieron participar; y nos ofrecemos nosotras cinco: María Marta Lemme, María Cecilia Riccheri, Norma Etel Navarro, Susana Mazza y yo. Y como habían pedido diez instrumentadoras se avisó al Hospital Militar de Campo de Mayo y allí se ofrece una sola, que es María Angélica Sendes. Ahí completamos las seis que somos.

¿Cómo reaccionó tu familia al escuchar que vos querías ser voluntaria a instrumentadora quirúrgica en la Guerra de Malvinas?

El 2 de abril, todo el hospital se ofrece como voluntario para ir a Malvinas. Como la orden fue que solamente iba a ir el personal militar, y el personal militar era hombre, las mujeres que trabajábamos acá no teníamos expectativas de ir. Por eso, cuando el 7 de junio nos convocan ahí, realmente vimos la oportunidad de cumplir nuestro sueño de ir a Malvinas.

De nosotras seis, cuatro venimos de familia militar. Entonces, cuando vos estás criado en el ámbito militar es como más fácil. Nuestros papás, muy orgullosos de que nosotras participemos, y nuestras mamás, con el miedo de toda mamá de que nos tomaran prisioneras. Pero cuando salimos del hospital ya fuimos con el equipo y fuimos con los pasajes, así que no hubo mucha discusión. Nosotras ya habíamos tomado nuestra decisión en ese momento.

¿Qué edades tenían?

Yo tenía 23. El resto de las chicas eran más grandes. Tenían 25, 26 y 27 años, y María Angélica tenía 33; era la más grande.

Antes de llegar a Malvinas, con 23 años, ¿cómo era tu vida?

Yo ya trabajaba acá en el hospital hacía dos años y hacía la vida de una chica de 23 años. Iba a bailar. Realmente tenía una vida frívola, te diría. Me pintaba las uñas, me arreglaba el pelo. Vivía frente al Círculo de Suboficiales. Mi papá, era suboficial de ejército en Constituyentes y General Paz. Así que cruzaba la calle y vivía prácticamente en el club con mis amigos, haciendo deporte todo el día. Y a la mañana venía acá a trabajar.

¿Y por qué era tu sueño? ¿Qué esperabas vivir allí?

Creo que, primero, fue por una cuestión de patriotismo. Nosotras crecimos en una familia militar, entonces uno lleva los símbolos patrios como más arraigados. Y creo que, también, era una expectativa de acuerdo a lo que pensábamos por nuestra profesión. Y nuestro mayor orgullo era ser las primeras mujeres que íbamos a estar en una guerra. Entonces, participar y ser parte de la historia para nosotras fue muy importante.

¿Creían que estaban preparadas para todo lo que vieron?

Nosotras sí, porque éramos instrumentadoras antiguas. El problema no es lo que vos vas a ver, porque los médicos y los radiólogos y los bioquímicos, todos vivimos lo mismo. El tema era el contexto en el que nos tocó hacer nuestra función.

Todas cumplieron con su sueño de ir a Malvinas para cumplir su deber con la patria. Foto: Gentileza Silvia Barrera

¿Cómo sentiste que las recibieron, al verlas, los hombres que estaban ahí, los soldados, los generales?

Salimos del hospital el día 8 de junio a las 04 de la mañana. Llegamos a Río Gallegos en un avión de línea y nadie nos estaba esperando. Había cuatro grados bajo cero. Allá se vivía la guerra de otra forma. Acá en Buenos Aires todo seguía casi normal, con una rutina normal. Esta es la ciudad de la furia, realmente; pasan cosas todos los días. Entonces, Malvinas era algo que estaba sucediendo en el sur. En Río Gallegos, vos sentías lo que era el oscurecimiento, veías todo muy militarizado porque la ciudad estaba llena de tropas. Así que nos tocó llegar ahí y encontrarnos con que nos miraban con sorpresa, porque éramos las primeras mujeres que ellos veían vestidas de verde. Nosotras esperábamos un recibimiento un poco más, más amable, más amigable. También hay que comprender el shock de los hombres de ver a las primeras mujeres de verde. Hay que comprender el contexto y la época, tan distinta a la actual.

Y se decía que algunos soldados pensaban que ustedes traían la mala suerte. ¿Es cierto eso?

Bueno, ese es un mito muy arraigado en los marinos que dicen que las mujeres y los curas traen mala suerte a bordo. Por eso era como un mito dentro del buque.

¿Con el correr de los días el trato hacia ustedes fue cambiando debido al rol que cumplían allí?

Sí, sí. A las pocas horas de conocernos y de empezar a trabajar, se formó un equipo con toda la tripulación del Irízar y con todos los médicos de la Armada. Así que nos trataron como si fuéramos sus hermanas. Esa agresividad del principio se convirtió en una hermandad a bordo.

¿Los trajes que tenían eran para mujeres o no?

Bueno, al no haber mujeres no había ropa. Entonces, nos buscaron la ropa del talle más chico y el calzado más chico que había en ese momento. Nosotras calzamos casi todas 37 o 38, y el calzado más chico que había era de 40, así que usábamos dos o tres pares de medias para poder caminar. En un principio fuimos con ropa de verano porque es la única ropa que encontraron acá en el hospital para darnos en el talle más chico. Y allá en Río Gallegos nos dieron nuestro primer abrigo, nuestra ropa de invierno que tampoco pudimos usar porque los calzoncillos largos eran de hombre, entonces nosotras, al ser más bajitas, nos quedaban largos. Si nos poníamos los calzoncillos largos no nos podíamos poner los borceguíes. Si nos poníamos las camisetas, no podíamos trabajar porque nos quedaban grandes, entonces teníamos que usar las mangas remangadas.

Entonces, hubo un montón de inconvenientes que teníamos que ver cómo sortear. También nos tuvieron que conseguir unos cinturones especiales para que no se nos cayeran los pantalones. Toda una complicación para nosotras, que éramos las primeras mujeres del ejército.

¿Usted pisó tierra de Malvinas en algún momento?

No, nosotras, las del ejército, no pisamos tierra. De las seis chicas de la marina mercante, Doris West fue la única enfermera que bajó y estuvo unas horas en Puerto Argentino. La otra que pisó tierra fue Liliana Colino, que es la única enfermera de la Fuerza Aérea, era la única del grupo de enfermeras que estaba en Comodoro que hace una evacuación aeromédica a Malvinas en el Hércules.

Además de trabajar como instrumentadora quirúrgica, tuvo que cumplir otro rol, porque ahí tuvieron que hacer un poco de todo. ¿Qué fue lo más difícil que tuvo que hacer a bordo?

Bueno, uno cuando está en una emergencia, la misma emergencia te lleva a tener que hacer otras funciones. Entonces, tuve que hacer de camillero, hacer de enfermera. Fue cambiar nuestro rol, porque nosotras salimos pensando: ‘Bueno, vamos a ir a instrumentar y nada más’. Eso varió de acuerdo a la emergencia. Lo más difícil es el trato con el paciente. La instrumentadora casi no tiene trato con el paciente. El paciente nunca sabe quién es la instrumentadora que le instrumenta su cirugía. Entonces, allá, cambiar de rol, hacer el rol de la enfermera, de la mamá, de la hermana, acompañarlos, curarlos, darles de comer, llevarlos al baño, escucharlos y escribirles las cartas, creo que fue lo más difícil.

Tuvieron un rol más humano y más empático a lo que venían haciendo antes y que era necesario para poder atravesar todo lo que estaban viviendo.

Sí, sí. Eran hombres que venían muy golpeados de lo que habían vivido en el campo de batalla, así que realmente necesitaban otra contención que nos tocó a toda la tripulación del buque dársela, aparte de nosotras.

¿Y recuerda la historia de algún paciente que la haya marcado de por vida?

Yo con mis pacientes sigo en contacto. Son pacientes que me tocó instrumentales la cirugía, cuidarlos, darles de comer, bañarlos. Yo sigo trabajando acá en el Hospital Militar Central, así que los sigo viendo; necesitan turnos, necesitan recetas y todavía me sigo encargando de algunos de ellos.

¿Hubo alguna pérdida que sufrió a bordo que todavía la siga afectando?

A bordo en el Irízar murió un solo soldado por sus heridas. Como tuvo distintas cirugías, nos tocó a todas nosotras participar en su curación, que no pudo ser. Así que todas nos acordamos de él.

Vos decías que vos tenían los rollos, los llevaste desde acá, pero ¿quién tomaba las fotos?

Las tomaba yo, por eso hay un montón en las que yo no estoy. La máquina me la había regalado mi papá antes de salir. Fue y me compró la máquina de fotos con los rollos. La mayoría de los rollos se los llevaron los ingleses. Son muy pocos los que pude salvar.

¿Cómo los tomaron?

El último día, cuando suben los ingleses para hacer el chequeo de quienes iban en el buque, ya terminada la guerra, iban por los camarotes tomando lo que les gustaba o que les llamaba la atención. Y se llevaron nuestras fotos. Yo pude salvar dos o tres rollos, que son los de las fotos que se ven ahora.

¿Cómo fue ir por primera vez a una guerra? ¿Sentís que te cambió la vida de alguna forma?

Me convertí en otra persona con otra mirada de la vida, del dolor, de lo que es el otro, de lo que es la patria. Ir una guerra te hace volverte totalmente diferente. Yo creo que nos cambió la vida a todos los veteranos de guerra. Todos, de una forma u otra, quedamos marcados por esos momentos. Lo que vivimos allá fue muy fuerte. Así que eso nos cambió la vida a todos. Creo que por eso tenemos la obligación de mantener este Malvinas vigente, viva, para que el resto de las generaciones sepan lo que pasó allá.

Los heridos llegaban en helicóptero hasta el ARA Almirante Irízar. Foto: Gentileza Silvia Barrera

En paralelo, empezaron a mostrar qué rol ocuparon las mujeres en ese entonces, porque por muchos años no se sabía que había mujeres en Malvinas, ¿no es así?

Claro. En una sociedad muy machista como la nuestra a nadie se le ocurrió preguntarse si hubo mujeres en Malvinas hasta muchos años después. Y cuando los periodistas empezaron a preguntarse y a tratar de averiguar, ahí se encontraron con nosotras y empezó a hacerse visible nuestra historia. En realidad, nosotras fuimos reconocidas al año siguiente de volver; tuvimos nuestra primera medalla, nuestra primera condecoración y, a lo largo de todos los años, nuestras distintas fuerzas nos fueron reconociendo.

En el 2012 lo que sí logramos fue un reconocimiento conjunto de las 16 mujeres que somos veteranas de guerra y ese reconocimiento vino por parte del Ministerio de Defensa, por parte de las Fuerzas Conjuntas. Y fue la primera vez que teníamos un documento que decía que nosotras somos las únicas veteranas de guerra de la República Argentina.

A raíz de todo ese trabajo que han estado haciendo, “malvinizando” a la sociedad, hay varias escuelas que llevan el nombre de las heroínas de Malvinas. ¿Puede comentarnos cuáles son esas escuelas y cómo surgió la idea de honrarlas de esa manera?

Bueno, como empezó a conocerse nuestra historia, las distintas escuelas nos fueron convocando a los veteranos de guerra y tuvieron la sorpresa de saber que había mujeres. Así fue que, a lo largo de todo el país, comenzamos a dar charlas por los colegios. Había colegios que todavía no tenían su nombre y, ante la convocatoria de las maestras, se hizo una votación. Votaron los alumnos, votaron los padres, votó la gente de la comunidad alrededor del colegio y se instituyó el nombre de Heroínas de Malvinas. Hay algunos que se llaman Heroínas de Malvinas, hay otros que se llaman Veteranas de Malvinas, hay otros que se llaman Mujeres Veteranas de Guerra. Hay un colegio que lleva mi nombre, Silvia Barrera, en La Pampa. Así que tenemos colegios en Ushuaia, en La Pampa, en La Rioja, que se llaman Heroínas de Malvinas y acá, en la provincia de Buenos Aires, también. Actualmente hay 11 colegios que nos honran instituyendo el nombre de todas nosotras.

Como mujer, ¿cómo ves el paradigma en el sistema de salud en cuanto a las diferencias de género? Porque, en ese entonces, eran las primeras mujeres que iban a la guerra a asistir a heridos y, 40 años más tarde, sin una guerra de por medio, seguís trabajando en el mismo rubro. ¿Vos crees que ha cambiado un poco el trato hacia las mujeres o sigue existiendo machismo en cualquier institución?

Bueno, creo que hemos avanzado mucho. Actualmente, acá en el Hospital Militar Central, el 70% del personal es femenino, tanto militar como civil. La mujer dentro de las Fuerzas Armadas ha avanzado muchísimo. Tenemos mujeres en los grados más altos, en los puestos más altos de las tres Fuerzas Armadas. Entonces vemos que la mujer lentamente se va abriendo paso dentro de todas las actividades. Aun así, sigue habiendo un maltrato o un destrato por parte de los hombres en todas las actividades. Así que, creo que eso va a tardar muchísimo tiempo en revertirse. Y también creo que hay una hipocresía de la sociedad en cuanto a tratar de hacer que parezca que crece el feminismo y realmente no es así.

Yo no soy feminista, soy igualista. Me gusta el mismo trato de la mujer con el hombre. El feminismo es como que quiere hacer avanzar a la mujer sobre el hombre y me parece que eso no es así. Quiero una sociedad que vaya codo a codo con los dos sexos. Y todavía falta para que haya igualdad.