Monumento histórico

La imponente biblioteca oculta del Palacio Pizzurno que esconde una colección invaluable

El barrio porteño de Recoleta esconde une los monumentos históricos más importantes de la ciudad, que alberga una biblioteca visitada por grandes de la literatura nacional.

Agustina Castro
Agustina Castro domingo, 24 de marzo de 2024 · 13:30 hs
La imponente biblioteca oculta del Palacio Pizzurno que esconde una colección invaluable
La Biblioteca Nacional de Maestros forma parte del Palacio Sarmiento Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

En el medio de la Ciudad de Buenos Aires, se ubica un mítico palacio donde la historia, la lectura, la cultura y la educación se concentran. El Palacio Sarmiento se encuentra en el barrio porteño de Recoleta, precisamente, a la altura 935 del pasaje Pizzurno -por lo cual es conocido popularmente como Palacio Pizzurno-. Se trata de un Monumento Histórico Nacional -declarado como tal en 2006 por una ley del Congreso de la Nación- que cuenta con varias dependencias y atractivos en su interior, puesto que es sede de la Secretaría de Educación de la Nación y esconde la singular Biblioteca de Maestros y Maestras.

Hay varias historias en torno a la creación del palacio y los espacios verdes que abarca el terreno delimitado por las calles Callao, Córdoba, Montevideo y Marcelo T. de Alvear. Pero todos coinciden en que Doña Petronila Rodríguez de Rojas fue quien decidió donar ese campo, que había heredado de su padre, al Gobierno de la Ciudad. La mujer, nacida en 1815, había declarado en su testamento su deseo de ceder todo el espacio con la condición de que se construyera un templo, un asilo y una escuela con su nombre, a modo de homenaje.

“Quedaba dinero que el albacea podía utilizar, ya que era una persona de intimidad de Petronila. Él lo destina para el Estado Nacional para hacer una escuela de niñas”, explicaron las autoridades de la Biblioteca Nacional de Maestros y Maestras, recapitulando los inicios del palacio. Asimismo, el escribano Juan Bautista Cruz reveló las indicaciones de la vecina, detalladas en el sitio del Gobierno de la Ciudad de la siguiente manera: “La escuela debería funcionar en un edificio de tres pisos, y estaría equipada con un museo, una biblioteca y varias aulas de clase”.

La biblioteca se encuentra en el medio del pasaje Pizzurno. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

En la década de 1870, previo a la construcción solicitada por la heredera y durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento y el ministerio de Justicia en manos de Nicolás Avellaneda, “la biblioteca empieza como un reparto de libros”, bajo el nombre de Biblioteca Nacional, ubicada en una dependencia de la Casa de Gobierno. “Empieza como Biblioteca Nacional del Maestro con la Ley 1420, en 1884. Esta Ley -que establece la educación primaria común, gratuita y obligatoria-, además de fundar lo que conocemos nosotros como sistema educativo, determina que exista una biblioteca especializada para que los docentes puedan formarse y actualizarse”, esclarecieron los funcionarios.

La construcción del imponente palacio estuvo en manos, finalmente, de Carlos Adolfo Altgelt, entre 1886 y 1888. El arquitecto argentino concibió la idea de la creación del edificio como una escuela palacio, tomando elementos del estilo arquitectónico academicista francés y otros del Renacimiento italiano. El Palacio, con la escuela, biblioteca, su aledaña Iglesia Nuestra Señora del Carmen y las plazoletas Petronila Rodríguez y la del Jardín de los Maestros, fueron inaugurados en 1893. Sin embargo, el deseo de la vecina de que cientos de niñas se educaran en la escuela fue interrumpido por el hecho de que allí funcionó de manera provisoria la sede de Tribunales de la Capital de Buenos Aires, hasta la finalización de la sede real del Palacio de Justicia frente a la Plaza Lavalle.

En tanto, la escuela fue trasladada como tal a un predio en Parque Chas, que en 1903 recibiría el nombre de Petronila Rodríguez en su honor. Pero la historia continúa aún. Entre ese año y 1978, el majestuoso Palacio también fue sede del Consejo Nacional de Educación, tiempo en el que la Biblioteca de mudó al espacio que ocupa en la actualidad. El escritor Leopoldo Lugones tiene, también, un gran mandato en la biblioteca entre 1915 y 1938. Durante su gestión se creó la preciada Sala del Tesoro, la Sección Infantil y la Sala Alfredo Colmo.

Mirá cómo es por dentro el Palacio Pizzurno

Más tarde, parte del Ministerio de Educación se mudó al Palacio Pizzurno organismo que sigue funcionando allí hasta la actualidad. “En 1961, durante los festejos por el 150 Aniversario del nacimiento del presidente Domingo Faustino Sarmiento, se rebautizó al edificio con su nombre”, indicaron desde el Gobierno de la Ciudad.

Actualmente, se puede visitar la Biblioteca de Maestros y Maestras en el interior del gran Palacio Sarmiento, frente a la vistosa plazoleta “Paseo de los Maestros”. Es que, dentro, se encuentra una colección invaluable de libros incunables, como también, los libros que formaron parte de la biblioteca de grandes escritores e investigadores; tal es el caso de la mismísima Alejandra Pizarnik.

Los tesoros que esconde la biblioteca en su interior

Sobre el mismo pasaje Pizzurno, se avista la monumental entrada a la casa de los libros. Al presentar el DNI, se abren las puertas que nos trasladan a una época remota, en la que la historia de la educación en el país toma protagonismo. Un hall central, revestido con los colores de la bandera argentina y una colección de los 40 años de la Democracia de la Educación, es lo primero que ven nuestros ojos al ingresar.

La Sala de lectura está abierta al público en general de lunes a viernes. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

A la izquierda, los lectores aficionados encontrarán una elegante sala de lectura que se puede frecuentar de lunes a sábado, respetando el silencio imperante, típico de cada biblioteca. “En este momento tenemos no solamente libros, sino también recursos digitales. Hay alrededor unos 240.000 documentos, desde normativas hasta libros, y, de ellos, unos 50.000 son aproximadamente los recursos digitales”, revelaron las autoridades de la casa de los libros. 

Subiendo una escalera moderna, que rompe con la estética ecléctica del palacio, se accede a la Sala Americana, que se encuentra en el piso superior de la sala de lectura. Se trata de un espacio destinado para que los investigadores de la educación, la pedagogía y las ciencias sociales puedan llevar a cabo sus trabajos, teniendo al alcance las bibliotecas personales de artistas como Alejandra Pizarnik, Berta y Cecilia Braslavsky, María Hortensia Lacau y Mabel Manacorda de Rosetti.

De regreso al hall central, se puede observar a la izquierda un extenso pasillo que da el paso a la Sección Infantil y la Sala del Tesoro. En este último espacio, donde la temperatura desciende y el ingreso está inhabilitado para el público general, se puede descubrir la colección personal de libros del escritor Leopoldo Lugones, así como algunos libros que tienen siglos de existencia. Por otra parte, la biblioteca cuenta con la Sala Lugones, dedicada al artista que supo ser director de la misma, pero en este momento se encuentra en un proceso de restauración. 

Los incunables de la biblioteca

Solo los directivos y algunos investigadores tienen permitido el paso a la poco conocida Sala del Tesoro. Ese espacio es refugio de la mencionada biblioteca de Lugones, y donde se exhiben las fotos de los directores que tuvo la Biblioteca de Maestros y Maestras. Pero lo más llamativo se puede ver en la parte derecha, donde una reja que está bajo llave protege una estantería repleta de libros con años de antigüedad.

La enciclopedia de Denis Diderot es uno de los libros más antiguos de la biblioteca. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

La guía designada procede a ponerse los guantes y, enseguida, a abrir las rejas con una llave secreta, y a levantarlas para poder alcanzar, con sus propias manos, el libro más antiguo del lugar: un Salterio. Aun así, y según sus palabras, no se trata de un incunable, “porque no es de la época de la imprenta”. “Es un libro que se publicó en 1516. Y la obra original iba a ser una Biblia que iba a estar en cuatro idiomas, pero dada la envergadura de la publicación, terminó siendo solamente la traducción de los Salmos”, aclararon.

Mantener una obra así de antigua requiere de un cuidado especial y, sobre todo, de una manipulación cuidadosa haciendo uso de guantes de látex. En suma, las expertas detallaron que el papel de los libros que perduraron a pesar del paso del tiempo, se solía hacer con materias primas nombres como el lino, por lo que resistieron en suma a los siguientes cuidados: “El papel lo que requiere en general son temperatura y humedad constante a lo largo del tiempo. Lo ideal es que la temperatura oscile entre los 21 grados y la humedad relativa sea entre el 30 y 40”. Es más, cada vez que los investigadores solicitan algún documento tan único como los de la Sala del Tesoro, primero los analizan en el laboratorio propio de la biblioteca para evaluar si se pueden manipular o no.

El Salterio no es la única obra añeja con la que cuentan. Además, el Tesoro exhibe la edición de la Enciclopedia de Denis Diderot. “La enciclopedia fue la gran obra. El emblema de la Enciclopedia nació con la idea de resumir y recopilar todo el conocimiento humano. Una de las cosas que hacían era describir oficios u objetos que formaban parte de esos oficios”, contaron como dato curioso sobre sus archivos preciados.

Hay libros dentro de la Sala del Tesoro que se encuentran bajo llave. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

El laboratorio de conservación de las obras

La Biblioteca de Maestros y Maestras cuenta con uno de los pocos laboratorios de conservación de libros de la Capital, donde se restauran los ejemplares que se van deteriorando, ya sea por el paso del tiempo o por la presencia de hongos e insectos que los dañan. Conservadoras, encuadernadores y trabajadores de la curaduría de cuadros hacen su labor en conjunto en ese espacio.  

“Es un laboratorio específico para el tratamiento de papel y de libros. Tenemos la zona seca donde guardamos nuestros materiales, tenemos papeles, cueros, telas, todo en plano para que no se colmen y que guarden la planimetría. En la esquina hay un escáner planetario, que es un tanto diferente a los que tenemos en casa, ya que no escaneamos boca abajo, porque haciendo presión, se puede dañar el lomo y la estructura de la encuadernación. Sino que lo hacemos por arriba. Además, usa luz fría, porque la luz cálida daña la celulosa del papel”, expuso una de las profesionales que trabaja en el laboratorio.

También poseen filtro de agua para la fabricación de sus propios adhesivos de metil celulosa para que se mantengan en el tiempo. Un microondas para cocinar los adhesivos y un freezer para realizar tratamientos en caso de detectar hongos, por ejemplo. Tal como en la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, las especialistas en el cuidado de los libros contaron que hay un extractor de vapores en el laboratorio para trabajar con los materiales afectados por las esporas de los hongos, que pueden provocar enfermedades si entran por las vías respiratorias.

Un laboratorio único en el país dentro del Palacio Sarmiento. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

“Solo restauramos libros de nuestra biblioteca. También hay un laboratorio y un grupo de trabajo en la Biblioteca Nacional y en la UBA hay uno pequeño. Pero este fue armado específicamente para el tratamiento de nuestros libros y papel. Lo que hacemos nosotros desde acá es capacitar a las diferentes bibliotecas escolares del sistema educativo, para que puedan transmitir los conocimientos en sus provincias o en las diferentes escuelas”, relataron las expertas.

En una planilla, los conservadores van anotando el análisis de cada ejemplar. “Anotamos una pequeña descripción del libro con el tipo de encuadernación, el tipo de materiales y los deterioros que encontramos. Generalmente, en estos libros antiguos, los deterioros son bastante similares entre ellos y más si estuvieron en un mismo lugar”, argumentaron.

Visitas guiadas al interior de la biblioteca

Toda persona que quiera conocer los pasillos, las colecciones y la historia de la Biblioteca de Maestros y Maestras, puede acercarse al edificio de Recoleta de lunes a viernes de 9 a 20 horas. Los días sábados se encuentra abierta de 9 de la mañana hasta las 17 de la tarde. Solamente deben presentar el DNI para poder ingresar. Además, pueden llevar su computadora y elementos para estudiar. Eso sí, para poder acceder a los servicios de investigadores hay que acreditarse previamente, y/o pertenecer a algún grupo de investigación. El espacio cuenta con lockers y no está permitido el ingreso con alimentos ni bebidas “porque hay alfombras y parte de la conservación requiere mantener el ambiente limpio”.

La Sala Infantil invita a los más chicos a jugar y aprender a leer. Foto: Juan Mateo Aberastain Zubimendi/MDZ

Por otra parte, las visitas guiadas suelen realizarse los días sábados, una cada tres semanas, y se anuncian en las redes sociales de la biblioteca y en las del Ministerio de Capital Humano. Las inscripciones son previas, gratuitas y con cupos limitado.  Lugones estamos haciendo visitas guiadas cada vez que hay renovación de autoridades o de gestión.

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