Jorge Ignacio García Cuerva: "Hay una expectativa y una esperanza en nuestro pueblo mucho mayor que en otras épocas""

La Navidad, aunque es una celebración netamente religiosa del cristianismo, es un tiempo y una fiesta en la que socialmente se habla de encuentro y reunión. Ya sea por la comida o los regalos, el centro termina siendo la reunión entre familiares y amigos en nombre de algo, y ese algo es el nacimiento de Jesús.
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Más allá del credo que se profese, todo ese encuentro nace en aquel pesebre oscuro de Belén donde, según dictan las Sagradas Escrituras, apareció una luz como "Camino, Verdad y Vida". En este contexto festivo que tiene cada fin de año, monseñor arzobispo de Buenos Aires Jorge Ignacio García Cuerva, dialogó con MDZ sobre la actualidad de la Argentina y dio un mensaje para las fiestas.
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-¿Cómo ves a la Argentina?
-La Argentina es una pasión que amamos y nos duele. Creo que en realidad, para todos nosotros, que ya tenemos algunos años, nos dijeron que "estábamos viviendo un momento en crisis" y creo que en realidad la crisis parece que es crónica, porque desde chiquito que uno viene escuchando estas cosas. Pero lo que sí creo que hoy, particularmente, la Argentina es un país en donde hay un pueblo que está haciendo un sacrificio enorme. Hay un pueblo que, más allá de estar viviendo situaciones muy difíciles, sigue con esperanza. Creo que entonces tenemos que ser muy responsables quienes somos dirigentes religiosos, empresarios, políticos, etcétera, en cómo sostener la esperanza de nuestra gente que viene haciendo un sacrificio muy grande.
Creo que lo que no podemos, está prohibido, es cascotearle la esperanza de nuestro pueblo. Entonces, insisto, por un lado, creo que vivimos casi en una crisis crónica, por lo menos desde que tengo memoria. Pero al mismo tiempo, como diferencia, diría que en este momento hay una expectativa y una esperanza en nuestro pueblo que la está pasando mal, mucho mayor que en otras épocas.
-¿Por qué crees que esa esa expectativa, esa esperanza tan grande?
-Dirían los abuelos, porque la esperanza es lo último que se pierde. Pero también porque nuestro pueblo es un pueblo sacrificado, es un pueblo trabajador, es un pueblo religioso. Entonces, cuando hemos llegado a una situación tan crítica como la que podemos estar experimentando en los últimos años, indudablemente la gente tiene necesidad de aferrarse a algo y quizá la interpretación que doy y la razón que doy es mucho más emocional que política, pero creo que tiene que ver también con necesidades de sostenernos y agarrarnos de algo que para algunos será desde la fe y desde una mirada trascendente, y para otros será desde una cuestión psicológica o emocional. Pero me parece que la diferencia con otras épocas es que habíamos llegado tan mal a vivir situaciones tan difíciles, que había un hartazgo general que se experimentaba y que se vive en la calle, que hoy la gente está dispuesta a estos sacrificios tan grandes.
-Vos dijiste "la clase dirigente", de la que te toca formar parte hoy ¿Cómo llevas el peso de tus palabras? ¿Qué tu palabra tiene un peso por la posición que te toca ocupar o en cómo se hace para llevar ese peso de la palabra?
-Creo que justamente la responsabilidad de las palabras tienen que ser, fundamentalmente, no cascotear la esperanza, como digo gráficamente, en poder animar y sostener a nuestra gente en poder tender puentes. De nada me parece que sirve entrar en una dialéctica de pelea constante con otros, sabiendo que yo llego a la noche y puedo cenar y comer tranquilo en mi casa, mientras, a veces, en nombre de aquellos por los cuales me peleé, a la noche llegan y siguen rascando la lata y lo único que tenían era la esperanza, lo único que tenían eran las ganas y se la terminamos sacando nosotros en nuestra dialéctica de conflicto constante.
Yo digo siempre que los argentinos no tenemos esta grieta de la que se habló durante tanto tiempo. Yo prefiero hablar de herida porque la grieta me la imagino en una pared, me la imagino en un piso y las grietas son difíciles de cerrar. En general, cualquier albañil dice que queda. Es difícil de cerrar, pero la herida creo que duele y duele en las entrañas de nuestro pueblo. Esta discusión constante, esto de mirarnos como enemigos. Al mismo tiempo la herida me da esperanza de que en algún momento cicatrice y que nos quede como el recuerdo de una época. Entonces, respondiendo una vez más a lo que me preguntabas, sinceramente creo que lo que no podemos con nuestras palabras es profundizar en esa herida. Lo que no podemos es profundizar en la idea de ver al otro siempre como mi enemigo, porque eso no nos hace bien.
Yo sigo creyendo en la cultura del encuentro, como nos dice el Papa Francisco. Sigo creyendo en la necesidad de tender puentes y creo que desde la clase dirigente, en sentido amplio, tenemos que apostar por eso.
-Hablás de herida, lo mencionás en tus homilías, ya en Río Gallegos hablabas de herida, lo mencionaste cuando asumiste acá como como arzobispo ¿Creés que la imagen de Francisco en una visita puede llegar a sanar heridas?
-Creo que no le podemos poner toda las responsabilidad a una visita de Francisco para sanar la herida. Lo que sí yo creo es que su mensaje, que siempre ha sido un mensaje de tender puentes, de generar la cultura del encuentro, de soñar una patria de hermanos, creo que indudablemente puede ayudar, pero básicamente tenemos que pensar cuál es mi responsabilidad, como ha sido seguramente mi responsabilidad en profundizar en la herida o en generar la grieta, porque cada uno de nosotros sabrá.
Cuando llegamos a una reunión de amigos o de familia, casi que nos ponemos de acuerdo. Acá no se habla de fútbol, no se habla de política, no se habla de religión. ¿Y entonces de qué hablamos? O sea, ya ni siquiera con los afectos podemos hablar de algunos temas que parece que los tenemos prohibidos, con lo cual creo que todos hemos aportado a la grieta o herida. Con lo cual creo que hay una responsabilidad personal también de aportar a la reconstrucción nacional y a sanar esta cuestión. Indudablemente la figura del Santo Padre creo que sería un bálsamo para la situación que vivimos.
-Y para vos, ¿qué sería recibirlo acá si te toca?
-Una consigna que en algún momento trabajaron los hogares de Cristo es "ayudar a que el pastor se encuentre con su pueblo". Sería recibir al Padre, recibir al pastor que hay un pueblo en la Argentina que lo extraña, que lo quiere, que reza por él y que más lindo que poder encontrarse físicamente.
-¿Te sentís identificado con la idea del pastor con olor a oveja del Cura Brochero?
-Sí, es una idea, es una expresión que el Papa Francisco ha repetido en muchas ocasiones y que en realidad tiene que ver con que seamos sacerdotes cerca de la gente. Una de las cosas más lindas que me pasó en mi vida ha sido ser párroco. Yo fui párroco en Tigre, en el barrio San Pablo, y también he sido párroco en la Villa La Cava, en San Isidro. Estar al lado de la gente significa tratar de vivir como la gente, escuchar sus clamores, su dolor, sus alegrías, compartir la vida cotidianamente. Creo que el Evangelio se tiene que vivir de manera encarnada, con los pies en la tierra, y creo que a eso se refiere esta expresión.
De hecho, vamos ahora a celebrar en Navidad la encarnación del Hijo de Dios. A un Dios que es un enamorado de la humanidad y, entonces, se ha hecho uno de nosotros para compartir toda nuestra vida. Con lo cual creo que en esa misma línea, nuestra pastoral tiene que ser una pastoral encarnada y cada uno de nosotros los sacerdotes, tenemos que estar muy cerquita de nuestra gente. Por eso el Papa a veces plantea esto de pastores con olor a oveja y no ser príncipes de la Iglesia.
-¿Qué le dirías a las familias, a los fieles, a los que no son fieles en esta Navidad?
-En la Arquidiócesis de Buenos Aires estamos trabajando un lema que es "Con Jesús renace la esperanza". Con el nacimiento de Jesús renace la esperanza en esta Navidad y yo creo que les diría eso, que nos animemos a tener lo que nosotros llamamos "esperanzas ciertas". Estoy seguro que, quienes tienen hijos, alguna vez les habrán dicho bueno, mañana es tu cumpleaños y vas a tener un regalo. Esa esperanza de ese niño que cree en sus papás, esa esperanza de ese niño que sabe que sus papás no le mienten, es una esperanza sana, es una esperanza que lo anima y que lo hace seguir contando los minutos que faltan para su cumpleaños.
Distinto es a la esperanza incierta. Una vez leí de un autor alemán que había vivido el drama de los campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, y él decía que la esperanza incierta era cuando existían rumores de que iba a haber liberaciones a fin de mes y después no se liberaba nadie. Entonces el haber creído en esas esperanzas inciertas, que eran solamente rumores, hacía que aumentara la angustia, la tristeza y la desazón.
Yo creo que Jesús trae la esperanza cierta. Jesús no miente. Es el Hijo de Dios que nos vuelve a decir que es un enamorado de la humanidad y que tenemos que, entre todos, recrear y vivir el Evangelio y descubrirnos hermanos. Si uno mira la imagen del pesebre, algo tan sagrado para la religiosidad de nuestro pueblo, uno ve que está María, José, el Niño, que están los Reyes Magos, como se dice comúnmente, que están los pastores. Hombres sencillos de pueblo, que incluso en esa época eran discriminados porque se los consideraba hombres fantasiosos que cuidaban animales de otros. El mensaje de la Navidad es un mensaje para todos. Dios es un enamorado de toda la humanidad y, en ese sentido, creo que para los que creen o para los que no creen, sigamos apostando por una humanidad de hermanos.
-¿Y para 2025?
-Para 2025 creo que también tenemos todos esta idea, no sé de dónde la sacamos, o esta psicología de creer que el 31 de diciembre se acaba el mundo. Entonces vivimos este tiempo con una celeridad increíble y después llega el 1 de enero y decimos "¿Y ahora?". Yo creo que en el 2025, como cada día que viene, tiene que ser una hermosa gran oportunidad.
El Papa Francisco, más de una vez habla del Dios de las sorpresas; dejarnos sorprender y poder tener esta consigna de que lo mejor está por venir en mi vida, en tu vida, en la vida de nuestras familias. Mirar el futuro con esperanza. De eso se trata también. Recordarán aquella canción de Serrat Hoy puede ser un gran día. Plantéatelo así. ¿Por qué no decir que el 2025 puede ser un gran año?. Plantéatelo así. Creo que cada uno de nosotros a veces no puede elegir las situaciones difíciles o no difíciles que le tocan vivir. Pero lo que sí podemos elegir es la actitud con la que enfrentamos la vida.
Creo que en ese sentido, cada uno tendrá que poner lo mejor de sí mismo para poder enfrentar este 2025. Digo enfrentar en términos amicales, es decir, pensar el 2025 como como una gran oportunidad, como creo que nos merecemos vivir esta vida.