Tuvo leucemia y, aunque juró no volver a un hospital, hoy estudia medicina
A Betiana Guadalupe Ponce le descubrieron cáncer en la sangre cuando estaba por comenzar la escuela secundaria. Esta es su historia de crecimiento, recuperación y esperanza.
La historia de Betiana Guadalupe Ponce es un recorrido por la recuperación de una enfermedad que en estos días está en boca de muchos argentinos: la leucemia. Una clase de cáncer en la sangre que hoy es “tendencia” porque una persona famosa, como Wanda Nara, recibe un diagnóstico de este tipo.
En esta otra historia la protagonista es una joven que tuvo esta clase de cáncer en la sangre a los 13 años y que, aunque se hartó del hospital al punto de jurar que no iba a volver a pisar uno, decidió estudiar medicina con el objetivo de ayudar a otras personas que necesitan asistencia médica. Este año, con 29, terminará una carrera universitaria a la que fue inducida por su propia historia de vida.
El descubrimiento de los síntomas
En un control pediátrico de rutina, antes de empezar la secundaria, el pediatra de Betiana Guadalupe Ponce palpó su abdomen y notó que ella tenía el bazo y el hígado inflamados.
Indicó dos estudios con urgencia, aunque le dijo a los padres de la niña que era solo para quedarse tranquilo, porque estaba por irse de vacaciones. Era enero de 2008. Por teléfono aquella misma noche le dictaron lo que decía el análisis de sangre. El doctor Edgardo Trillini solo respondió: “Andá saliendo con la flaca al (Hospital Pediátrico Humberto) Notti”. Aunque el médico no trabajaba allí, cuando la familia Ponce llegó, ya estaba todo el equipo avisado para que la niña ingresara. El pediatra también los esperaba, sin ningún plan de vacaciones.
Antes de eso Guada no había tenido síntomas que preocuparan. El día anterior había ido a la cancha a ver un partido (Godoy Cruz vs. Independiente de Avellaneda) y se había sentido muy bien. Sí estaba durmiendo más de lo habitual, algo que suele darse en la preadolescencia. Unos meses antes se había desmayado. Creían que era solo por nervios, en situaciones de exposición pública, como salir en los actos con la bandera.
El diagnóstico de leucemia
Lo que siguió aquella noche de verano en el hospital Notti fueron más estudios de sangre. Ella durmió bien, sus padres no. Al otro día, la niña de 13 años ingresó al sector de oncología, recibió anestesia y una punción lumbar que confirmó rápido el diagnóstico: leucemia.
Guada recuerda de aquel momento una carta que recibió de manos de una doctora. Aún la conserva, plastificada. “Decía que lamentablemente yo tenía una enfermedad, que tenía unas celulitas blancas en la sangre que no eran buenas. Que tenía que pensar en positivo, que fuera fuerte, que viera pelis de amor y divertidas, que pensara iba a ser solamente un tiempo”, recuerda hoy la joven que, aunque intentó volver a ubicar a aquella doctora, nunca más supo de ella.
La suya era una leucemia aguda. Esto significa que la enfermedad avanza rápido. Entonces empezó a recibir quimioterapia endovenosa, todas las semanas, durante nueve meses. Cuando finalizó, debió cumplir con dos años de quimio oral, unas pastillas. Dependiendo de múltiples factores, como la edad del paciente y la clase y subclase de leucemia, se indica un protocolo diferente. Son protocolos internacionales, de modo que el mismo tratamiento se aplica en un hospital público argentino, que en China, o cualquier país de Europa.
La caída del cabello
Un punto crítico en las niñas y las mujeres, que suelen usar cabello largo, es la caída del cabello por efecto de la quimioterapia. Guadalupe (su familia la llama así) tenía el pelo super largo. Una médica recomendó que se lo cortaran al menos hasta los hombros, para evitar que su caída fuera demasiado impactante para la niña. Pero no, al menos los primeros siete meses perdió poco cabello. Mientras, se distraía de la enfermedad haciendo en casa o en el hospital las tareas escolares que le acercaba su hermana melliza, Mayra.
Pero en los últimos dos meses la historia se dio vuelta. Guada empezó a perder mechones grandes. En su cabeza quedaron solo tres grupos de pelos que no se salían. El papá se encargó de cortarlos. “No puedo dimensionar lo que siente un padre en esa situación, ver su cara cuando lo hacía me destruyó”, recuerda hoy la joven.
El alta definitiva y los enanos de quimio
Después de cinco años, cuando las punciones arrojaron resultados favorables, Betiana Guadalupe Ponce recibió el alta definitiva. Aquel momento tuvo algo de amargo. Ella tenía dos compañeros de tratamiento. José y Denis. El primero se recuperó y tuvo el alta. Pero Denis, con quien ella se había encariñado mucho, tuvo una recaída y debió viajar a otra provincia para recibir un trasplante de médula. Eso salió bien, pero pronto le descubrieron un tumor en un testículo. Al niño le hicieron tratamiento con radioterapia, Guada alcanzó a visitarlo de nuevo en el Hospital Notti. Poco después “el enano”, como ella lo llamaba, falleció.
En los primeros dos años de leucemia, la joven le decía a su familia que en cuanto saliera de todo aquello, “no piso más un hospital en mi vida”. En 2010 Guadalupe ya estaba asistiendo con regularidad a la escuela y volvió a hacer deportes (había sido arquera en hockey sobre patines pero comenzó fútbol de salón). Un día Estela Abogarín, enfermera del Notti en arteterapia le pidió a la chica un favor. Había llegado de San Luis una niña de casi 10 años que tenía leucemia y no se dejaba pinchar. Guada, que había pasado por un proceso de terapia psicológica y había conectado fuerte con el dolor avisó que no iba a mentirle a esa niña. Recuerda de aquel encuentro: “Hablamos un montón de cosas. Hay un montón de prohibiciones de alimentación que cuando sos niña te molestan mucho. Hablamos del pelo, me contó cómo se sentía”.
Aquella fue una toma de conciencia profunda. Ver aquel proceso desde otra perspectiva. Así fue como Guadalupe, que debía hacerse controles cada vez más esporádicos, comenzó a visitar más seguido el hospital. También empezó a colaborar activamente con las fundaciones que ayudan a niños y niñas con cáncer en Mendoza, Fundavita y Tras-Pasar. “Los papás se pasaban mi número de teléfono y eso me gustaba más de lo que había pensado”, las visitas se repitieron en cada Dia del Niño, Navidad y todo lo que podía visitar a “los enanos”.
De modo que, cuando llegó la hora de decidir una carrera universitaria Guada optó por medicina. Después de intentarlo por segunda vez ingresó a la Universidad Nacional de Cuyo. Y este año va a recibirse de médica general. Sobre la especialización la joven cuenta que le gusta la especialización en deportología, aunque no está del todo definido: ”El primer objetivo es sobrevivir a diciembre y después de que termine, ver”.