Situación de calle: ¿cómo ayudar a las personas cuando la crisis nos afecta a todos?
En medio de la crisis, al ver tanta gente en situación de calle, surge la pregunta recurrente de como ayudar al que más necesita.
El número de personas en situación de calle no para de aumentar en la Argentina, principalmente en las grandes ciudades del país. Fuera del sistema, empujados por una crisis económica histórica, se ven obligados a migrar hacia los centros de mayor tránsito para conseguir una limosna que pueda ayudarlos. En ese contexto, el Estado, las parroquias, iglesias cristianas, fundaciones o simples grupos de amigos o vecinos trabajan para dar una mano a los que lo necesitan.
No es fácil de explicar, aunque a veces se apele a reducirlo en la ya repetitiva idea de "la solidaridad de los argentinos", pero también existen muchos que podrán recurrir a las bases de su fe para justificar su bondadoso accionar o a la educación que le dieron sus padres. Como sea, el gesto de ayudar es tan grande que está lejos está de poder ser definido en pocas palabras. El autor norirlandés Clive Staples Lewis intenta explicar, en su ensayo "Los cuatro amores", que cuando algo se vuelve consciente no se puede evitar tomar conocimiento de ello cada vez que se presenta.

Esa idea de que algo ya no puede evitarse una vez que se toma consciencia de ello es perfectamente aplicable a los miles de peatones que pasan junto a alguien en situación de calle. Cuando ese "bulto" en la vereda pasa a ser considerado por el peatón como un igual, todos los que vea en situación de calle pasan a ser considerados como un igual. Una mirada sensata que termina con la invisibilidad del otro transforma automáticamente la vida de esa persona y ahora se ve envuelto en el impulso de ayudar.
En un primer momento, cualquiera podría pensar que las personas que se disponen a ayudar lo hacen para sentirse útiles o mejor consigo mismo, que cargan en sus espaldas un buen andar "culposo" del que buscan librarse ayudando al pobre. Esta premisa puede tomarse por cierta hasta el momento en que uno se acerque a preguntarle a alguien "¿por qué ayudás?". A partir de ese momento, se abre un abanico de respuestas, pero hay una que resalta sobre todas: "No sé", aunque también el silencio o la imposibilidad de ponerle palabras a su móvil sean buen testimonio. Recorriendo la noche porteña es muy fácil encontrarse con estas personas que tienden una mano "sin razón". En plazas, esquinas populosas o bajo alguna marquesina, puede verse a alguien ayudando a alguien en situación de calle.

Así, recorriendo las calles con el equipo de Buenos Aires Presente, encontramos a un joven que le dijo a la dupla que asiste en la zona de Constitución y Boedo: "No. A mí no me den nada. Yo no estoy en situación de calle". No quiso dar su nombre, aparentaba unos 40 años y relató a MDZ: "Yo desde chico me quedé solo y por suerte pude salir adelante. Me mandé muchas macanas y cuando me di cuenta quise acompañar a los demás". No les da nada, o sí, pero al menos no algo material. Se sienta en la calle y charla con la gente en situación de calle. Pasa un rato con ellos y después vuelve a su casa. "Podría ser yo", es su premisa para hacerlo, porque cuando le pasó a él, nadie lo hizo.
Dar sin dar nada puede ser una gran solución para el hombre de a pie. Muchos piensan y sienten vergüenza cuando no alcanza ni para dar unos pesos a alguien que lo necesita más. Tan crítica es la realidad general que la persona en situación de calle no tiene y el trabajador que pasa por delante suyo tampoco. Ese marco parece un círculo vicioso que solo puede empujar a más personas fuera del sistema, pero otra mirada da la posibilidad de ayudar. Una mirada o una charla pueden dar mucho más que un billete, quizá la comida la pueda conseguir, pero un saludo sensato quizá no. Ahí es donde se puede hacer una diferencia hasta cuando se cree que no hay con que hacerla.

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