Eterna y fría noche que nos cubre, debilitando esperanzas
Se nos viene la noche. Y por una vez, no es necesariamente malo que así sea. Ya nos ocurrió el año pasado y nos pasará el siguiente, si es que la madre naturaleza se digna a dejarnos estar por estos lares en ese momento.
Se viene el día más corto del año, al menos para quienes vivimos en el hemisferio sur del planeta. Y mientras más al sur, más corto, llegando a ser noche mágica, fría y eterna si el polo se acerca a tus narices. Difícil sobrevivirla por allí, pero así parece ser que es en esos antárticos sitios. Las auroras australes (que sí las hay, aunque sin tanta prensa como las boreales) embellecerán seguramente los cielos helados del sur más al sur del sur, con sus verdes y violetas que la grandísima mayoría de nosotros jamás podremos ver en vivo.
Cosas de la supervivencia nomás, y esa necesidad de alejarnos de las temperaturas extremas; visto así, no parece ser tan grave…Yo de niño era de creer que, eso de que el día era más corto para cuando junio finalizaba su tercera semana, significaba que tenía menos de veinticuatro horas, y me resultaba necesario estar atento y disfrutando cada momento, aprovechando el poco tiempo que ese día me brindaría; con el paso de los años, y entendiendo lamentablemente que el día más corto tenía la noche más larga (por lo que la duración total de la jornada continuaba inamovible) cambié aquella infantil hiperactividad por la tristeza y la congoja: la noche es muy bella, como regla general, pero el exceso de penumbras a veces nos hace andar pensando de más, si es que eso es posible.
La oscuridad que emerge tras la puesta del sol se viene por estas épocas de la mano de los fríos, y si va a nevar por aquí, es más probable que ocurra ahora que en cualquier otro momento del año. La nieve, con su blancura inmensa y silenciosa, al parecer tiene como misión principal contrarrestar a la oscuridad, a la que cubre con su manto protector, haciendo menos lúgubre a la noche que todo lo incluye. Es recomendable eso sí, tener la chance de estar para ese trance bien alimentado, bien vestido y abrigado; aunque es cierto que esto siempre es recomendable, las frías noches de invierno ensanchan la brecha que separa a las personas que pueden estar poetizando la cosa, de las desesperadas.
No es que esté mal la poesía; es que resulta terrible la miseria, sobre todo en la fría noche más larga del año. En definitiva, que el primer semestre se despide, oscuro, frío y en silencio. Como siempre, al menos, en este tercer mundo que sobrevive al sur del Ecuador. Quienes no aguantan más estas realidades, son de irse para el norte; ya no los juzgo. La vida sigue siendo solo una, y hay que intentar vivirla, o sobrevivirla, en donde mejor se pueda. Para quienes seguimos por estos lares, la ilusión de que a partir de ahora la luz avanzará sobre la oscuridad nos alimenta, con su esperanza; que es lo último que se pierde, y en más de un caso, lo único que nos queda.