19 de marzo San José

San José, profeta del silencio

Cada 19 de marzo se celebra el día de San José, padre putativo de Jesús. Alberto Musci desde la Parroquia San José en la ciudad de Junín realiza en MDZ una semblanza de su vida.

Alberto Musci domingo, 19 de marzo de 2023 · 13:08 hs
San José, profeta del silencio
El sueño de San José. Foto: Gentileza: Escultor Pérez Rojas.

La polifacética personalidad de San José es tan brillante y potente que muchas veces pretendiendo ahondar en ella ciertamente sentimos que nos golpea y nos encandila, pero paradójicamente no nos hace sentirnos heridos sino por el contrario, estudiándola nos inspira paz, seguridad y confianza. Para comenzar me voy a detener en un aspecto que he dado en llamar San José profeta del silencio. Profetas eran aquéllas personas santas y sabias que por inspiración de Dios conocían sus designios y los daban a conocer a su grey guiándola.

San José, hombre de probada santidad y sabiduría, no sólo conocía los designios de Dios sino que además él mismo era parte de ellos. No se trata de un profeta grandilocuente como fuera Juan el Bautista por ejemplo, que preparaba los caminos del Señor, ni como tantos otros; San José recibía las revelaciones e inmediatamente las ponía en práctica, era un profeta de acción, de manera que eran visibles a todos y, como siempre sucedía, algunos llegaban a comprender, y otros… no querían hacerlo. No predicaba con la palabra pero sí con su vida, con su accionar y su convicción; ¡Cuánta elocuencia encerraban sus acciones!.

Nunca nadie podría ni podrá discutirle autoridad alguna en ello, como que estaba íntimamente comprometido con Dios en la ejecución de su palabra que comenzaba a cumplirse. La palabra que era Jesús mismo, el sacrosanto verbo encarnado en María.
Una virtud especial, la que más ha caracterizado a San José a lo largo de su vida, y que la Iglesia destaca es el silencio. Esta es una virtud fundamental para entrar en contacto con Dios. ¡Y vaya si San José lo hacía! Su contacto con Dios fue permanente, con el Padre que le hablaba en sueños a través del ángel, con el hijo a quien tenía consigo, y con el Espíritu Santo que siempre lo asistió para llevar a cabo su grandiosa misión.

José sabía escuchar en el silencio.
Gentileza: Blogspot.

Así como el Espíritu obró en María, también lo hizo con él. Y, llevó a cabo su misión con entrega, con paciencia y con gran sabiduría. No se encuentra ninguna palabra suya en los evangelios, pero los evangelistas nos
revelan su trabajo y su accionar, mucho más elocuentes que cualquier palabra. El aspecto más característico de San José, recalcado en las escrituras y que engloba todo su espíritu, es el de ser un hombre justo. Así lo llama San Mateo en su evangelio. Decir que alguien era un justo en esa época, era como decir un santo. Justo era quien practicaba la ley a rajatabla, pero no de una
manera tan sólo formal, sino con todo el corazón y la mente; alguien temeroso y respetuoso de Dios, y por cierto muy conocedor de la ley que ponía en práctica con todo su amor al prójimo y el respeto y acatamiento a los preceptos sagrados. No era una virtud que se podía aplicar a cualquiera ni siquiera de modo metafórico.

En las escrituras hay tres epítetos claves que están reservados casi exclusivamente para Dios; excepcionalmente se aplican a ciertas personas: sólo Dios es santo, sólo Dios es bueno, sólo Dios es justo… claro que Mateo sabía muy bien esto, y le da ese calificativo a San José, también para mostrar que si Dios lo había elegido como padre terrenal de su Hijo, debía tratarse de alguien que se le pareciera. José es justo, pero también es bueno, y por cierto santo. El corazón de San José es una fuente pletórica de virtudes. Ya me referí a su silencio, meditaremos ahora sobre la pobreza de san José. Este hombre que era de estirpe real (pertenecía al linaje del rey David) desarrolló su existencia siempre en la pobreza.

Parece que de la herencia de su antepasado rey sólo le llegaron algunas migajas o menos. Pero José nunca fue indigente y siempre supo ganar el sustento para él y los suyos con su trabajo honrado. Carpintero según los evangelistas, parece que
también sabía de otros oficios ya que se lo ha sindicado como artesano. Su nombre es de un gran significado, pues es el que añade, engrandece o acrecienta. Así fue ciertamente toda su vida, un continuo acrecentar sus bienes espirituales. Si bien vivió en la pobreza, porque Jesús había decidido nacer en el seno de una familia pobre para no diferenciarse de sus congéneres humanos humildes, a José y a su familia nunca nada les faltó; y tanto él como María, se sabían poseedores de una gran
riqueza ya que albergaban en su seno al Hijo de Dios.

Se agiganta su espíritu de pobre poseyendo tamaña riqueza. Otra de las virtudes superlativas de San José es la humildad. Todo lo que encontramos escrito sobre su vida, es la imagen viva de la humildad. Tanto lo relatado en los evangelios como en otros libros
antiguos y en las tradiciones, se nos muestra su gran espíritu de humildad. Desde su silencio, y su devoción a Dios aceptando con su sí incondicional sus designios, hasta su fe y su templanza ante las adversidades. Descuella y brilla por su nobleza, pero mansamente se hace segundo o tercero detrás de Jesús y de María haciéndose el primer servidor de todos. Los conduce como un verdadero líder sin hacerse notorio él mismo en momento alguno. Según la costumbre de la época sabe que Jesús y María se le subordinan como que es el jefe del hogar; pero al contrario, él se somete a Dios, y por Dios a ellos, para que brillen.

Una de las virtudes de San José es la humildad.??????

Eleva un altar para María en su corazón y adora a Jesús como Dios. Otra virtud característica es la fortaleza de San José, crucial para él; en su ejercicio se nos revelan momentos y situaciones fascinantes de su vida. Desde el momento que decide tomar por esposa a María, joven, casi niña, sabiendo de su consagración a Dios virginalmente, por su amor acepta castamente ese mismo designio. Fortaleza cuando acepta ser padre del Hijo de Dios con todo lo que aquello podía significarle. Fortaleza cuando en la noche de Belén no encontraban un lugar para hospedarse, al tiempo que la angustia lo embargaba viendo a María ya en trance de parto, y con sus manos prepara el pesebre para recostar al niño y asiste a su esposa.

Fortaleza cuando el arcángel Gabriel interrumpió su sueño diciéndole que rápidamente tomara al niño y a su madre y huyera a
Egipto. Fortaleza en ese país para instalarse y reconstruir la vida de los tres. Fortaleza para luego emprender el regreso a Israel y recomenzar. Fortaleza cuando angustiado, junto con María salieron a buscar su hijo pensando lo peor, luego lo hallarían en el templo. Fortaleza al comprender al llegar momento, que Jesús comenzaba su misión, en tanto que la suya ya declinaba.
Sobre la obediencia, este gran Santo se no revela encarnando esta virtud hasta el heroísmo. Es un preclaro ejemplo de obediencia y servicio.

Toda su vida fue un permanente y firme acatamiento a la voluntad de Dios, desde su boda con María conformando un matrimonio santo y virginal, su aceptación como elegido para ser padre del Hijo de Dios, al que le puso el nombre que el propio Dios le indicó según el anuncio del Ángel, y cada vez que recibió una indicación de lo Alto, fue una continua aceptación de su misión sin objetar ni un ápice de la palabra divina. ¡Claro que tuvo dudas! Porque como todo ser humano debió discernir (y a veces en plena marcha) sobre cómo y por dónde continuar; pero eso nunca fue poner en duda la palabra de Dios ni su acatamiento, sino al contrario,
escoger de qué manera darle cumplimiento; y así lo hizo siempre, con mansedumbre pero con gran firmeza, aún frente a cualquier razón humana.

Esa misma humildad es lo que lo llena de sabiduría. San José es el arquetipo de la sabiduría en las Escrituras. Es el hombre justo que sabe discernir, y ver con claridad en cada circunstancia, cuál es el designio de Dios y qué camino tomar. En ningún momento va por la fácil, no busca atajos ni ventaja ni excusa alguna; piensa y se devana el cerebro hasta que encuentra la explicación correcta, o recibe la revelación divina como en la anunciación, la entiende y práctica. No era por cierto alguien que se sentara frente a Dios durante horas conversando cara a cara con Él, aclarando las cosas; esas no son prerrogativas de ningún ser humano. Sí en cambio sabía escucharlo en el silencio y entender el mensaje claramente.

Lo hacía despierto y más aún durante el sueño. Como a veces nos ocurre, que frente a un problema aparentemente insoluble, durante el sueño hallamos la solución. Sólo basta encomendarnos a Dios con fe. Visto lo precedente, resalta a todas luces su fidelidad. San José ha sido a través de la historia el hombre fiel por excelencia. Una fidelidad que se trasunta en cada uno de sus actos. Desde el momento en que entiende y acepta su misión permanece siempre fiel; a Dios en primer lugar, amándolo por sobre todo y cumpliendo siempre cada uno de sus mandatos, a María su esposa, a quien ama, apoya y protege en todo momento, y a Jesús, al que reconoce como Dios, lo ama lo respeta y colabora en su tarea en la medida que le corresponde.

Su esposa María, a quien ama, apoya y protege en todo momento.
Gentileza: Pinterest.

Pero también es fiel a sus estados: a su matrimonio instituido en la castidad, y a su familia a la cual dedica su trabajo y su vida.
Definitivamente, lo que hizo San José fue mantener su fidelidad a sí mismo, contra viento y marea sin claudicaciones, porque al centrar su vida en Dios y mantener su fidelidad a Él, ha mantenido la fidelidad consigo mismo, producto de su generosa entrega.
Otra característica clave de este santo varón, es el santo temor de Dios. Decir este santo temor no es hablar del posible miedo que sintiera San José, no podía tenerle miedo a Dios por cuanto que en su amorosa entrega a Él, se sentía plenamente seguro y confiado.

El temor de José era un sumo respeto reverencial que lo llevaba a entender que todo aquello que Dios le pidiera sería siempre para bien suyo, de su familia, de su pueblo y de la humanidad. Seguramente no alcanzaba a comprender en su totalidad el misterio del plan de salvación que Dios tenía preparado, pero le bastaba con saber que Dios omnipotente tenía ese plan y se debía cumplir. Nunca dijo yo esto no puedo hacerlo, quizás ni lo pensó, aunque posiblemente haya sentido la tentación; pero sabía que Dios no lo abandonaría y el espíritu Santo lo asistiría, tal como ocurrió. Nunca tomó en vano los mandatos de Dios.

San José era poseedor de una inmensa fe, algo que sólo con un gran deseo y esfuerzo se logra por gracia de Dios. Pero no se trata de una fe ciega y sorda que no admite razonamientos y en realidad es más fanatismo que fe; todo lo contrario, ya dijimos que José era sabio y justo, esto significa que era muy estudioso de la Ley y las Escrituras. Siendo de descendencia real, aunque no tenía riquezas materiales, se infiere que estuvo educado con gran esmero, y esto, para un israelita de esa época significaba conocer bien y practicar las Sagradas Escrituras; conocía la Ley, los profetas y las profecías, de allí su inmensa fe y de allí también que no dudaba de María a pesar de no comprender las profundidades de los misterios de Dios, cosa que tampoco hoy alcanzamos a comprender, ya que precisamente por ello son misterios.

José comprende y acepta su
paternidad, goza y se regocija en ella.
Gentileza: Blogspot.

La esperanza, virtud cristiana por excelencia, solemos decir que nunca se debe perder. San José era dueño de una esperanza tan inquebrantable que el mismo Dios lo premió y lo involucró en el cumplimiento de su promesa, aquélla de enviar al Redentor; y es precisamente a través de María y de José que Éste llega al mundo. José siente el inmenso gozo de saberse elegidos ambos por Dios para dar cumplimiento a su promesa, y por eso ve colmada su esperanza, pero ésta no se agota en este acontecimiento sino por el contrario aumenta, porque si antes se trataba de la promesa del Padre, ahora se suceden las del Hijo, José se regocija y es parte del cumplimiento de la promesa del Padre que le toca vivir, y a continuación esperará las del Hijo. Promesas que en parte, también verá cumplirse, aunque muchas veces con gran dolor.

La caridad de San José se trasunta paso a paso en todos los actos de su vida. Es una caridad que brota de un corazón generoso, y que lo lleva a realizar grandes cosas con muy poco, casi nada. Por su caridad acepta desde su humildad y pobreza recibir al Hijo de Dios para criarlo y educarlo como príncipe que era. Por su caridad y con sus manos, transforma un establo en una sala de partos para María, y un pesebre en una blanda cuna para Jesús bebé. Por su caridad no escatima esfuerzos para cuidar y proteger a su bendita esposa y a su santísimo hijo. Por caridad instruye a su hijo en su oficio, no le enseña a hacer cruces con las maderas, le enseña a construir, a producir, a progresar y engrandecer, por caridad cuando llega el momento, se mantiene al margen hasta desaparecer, al comprender que Jesús comenzará su obra.

Una virtud descollante en este Santo varón ha sido la templanza. Fue una de las virtudes que más lo caracterizó y sobre la cual podría darnos lecciones. Tras recibir y entender los mandatos de Dios y de la vida misma, se despoja de toda comodidad y se dispone prestamente a ejecutarlos. Así sucedió en la anunciación, así cuando llegó la orden de César Augusto por la que debió marchar a Belén, así como cuando con toda premura debió partir a exiliarse en Egipto y en tantas otras… que sería muy extenso enumerarlas. Seguramente en más de una oportunidad lo habrá asaltado la tentación de abandonar tamaña empresa o bien si no, de hacerlo de otra manera quizás, pero José no era esa clase de hombres; utilizando un lenguaje más coloquial, casi vulgar podríamos decir que nunca arrugó, al contrario, sobrellevó todos los desafíos; siempre le sobró templanza para ello.

Desde el momento en el que el Ángel le anuncia que en su matrimonio nacerá el Hijo de Dios, José comprende y acepta su
paternidad, goza y se regocija en ella; no le produce ningún prurito que el niño no sea de su carne engendrado por él.

Hay tres condiciones claves en esta situación que él no sólo acepta gustosamente sino que se gloría en ellas;

  • La primera es que se trata del Hijo de Dios, de quien se siente y se sabe servidor por amor.
  • La segunda que es el hijo de María a la que ama profundamente.
  • La tercera es que Dios mismo lo pone bajo su tutela paternal.

Para ir concluyendo, quiero decir que ni la vida, ni la historia, ni el sentir de San José se agotan ni mucho menos en este breve opúsculo. La pretensión quizás ha sido la de trazar un perfil concreto, simple para que se pueda conocer la inmensidad de este Gran Santo, Patriarca de Nazaret, y tenerlo como ejemplo en todo, y también para quienes así lo creemos, recurrir a él como a un padre para buscar apoyo, ayuda, alivio, consuelo… y cuántas cosas más necesitemos. Muchos patronazgos son los que se le atribuyen a este santo varón, pero el más importante es el de ser el patrono de la Iglesia Universal, es decir, que San José extiende su paternidad sobre todos y cada uno de los cristianos.

Alberto Musci, médico y escritor.

* Alberto Luján Musci, médico ginecólogo y obstetra. M.N. 47549 - M.P. 14382. Escritor.

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