Arte y cultura

El retrato en nuestra pintura, segunda parte

Recorrimos someramente en la nota anterior una serie de pinturas de grandes maestros del siglo XIX. Completamos hoy la visita con un conjunto de retratos emblemáticos de artistas destacados nacidos en los finales de aquel siglo e inicios del siguiente.

Carlos María Pinasco
Carlos María Pinasco domingo, 19 de marzo de 2023 · 07:00 hs
El retrato en nuestra pintura, segunda parte
Guillemo Roux Foto: Gentileza: Carlos Pinasco

Al igual que la vez pasada, la mayoría de las obras que presentamos pertenecen al Museo Nacional de Bellas Artes, pero no pueden disfrutarse ya que al momento no se encuentran expuestas. La selección, (aunque tal vez sea redundante, siempre es bueno aclararlo) responde a una valoración personal que seguramente no será compartida por todos.

Ateniéndonos a la cronología corresponde iniciar la visita por Walter de Navazio que nació en Bell Ville, una pequeña ciudad al sur de la provincia de Córdoba en 1887. Fue discípulo y seguidor de Martín Malharro quien lo introdujo por la senda del impresionismo. Como tal de Navazio se dedicó prioritariamente al paisaje, aunque en el “Autorretrato” que mostramos, puede apreciarse la soltura y espontaneidad de su pincelada, propia de aquel lenguaje. Nunca obtuvo reconocimiento comercial y falleció tempranamente a los 34 años

Autorretrato de W. de Navazio

El platense Emilio Pettoruti (1892-1971) es un caso excepcional. Si se excluye a Lucio Fontana, que los europeos catalogan como italiano, seguramente Pettoruti sea el pintor argentino de más reconocimiento internacional. En su larga estadía en el Viejo Mundo estuvo vinculado al nacimiento, primero del Futurismo y luego del Cubismo. De haber alargado su período europeo (volvió a la Argentina en 1924), seguramente hoy estaría considerado a la par que Juan Gris o Braque.

La obra que presentamos el un retrato del poeta Alberto Hidalgo de 1932. Está pintado en un estilo constructivo, al igual que otros (Carolita, La Pensierosa o el retrato de Xul Solar) y sus famosos Arlequines que pueden verse tanto en el Museo Nacional como en la Colección Fortabat.

Pettoruti “El Hombre de la flor amarilla”

Al año siguiente del nacimiento de Pettoruti, nacen dos artistas exquisitos en quienes rara vez se repara: Augusto Schiavoni (1893-1942) es oriundo de Rosario donde adquirió las herramientas básicas del óleo. Más tarde se perfeccionó en Florencia, en plena Gran Guerra, donde trabó estrecha amistad con Pettoruti.

“La Niña Sentada” es de 1929, cuando ya residía nuevamente en Rosario. En el Museo Castagnino de aquella ciudad hay varias pinturas asimilables a la que presentamos, entre ellas “Con los pintores amigos”, tres años anterior, un retrato múltiple estupendo.

Schiavoni, “La niña sentada”

Lía Correa Morales también es de 1893. Longeva, fallece en 1975. Fue hija de Lucio Correa Morales, base fundamental de nuestra escultura y esposa de Rogelio Yrurtia (nuestro Rodin-se ha dicho-; el del Monumento al Trabajo de la Avenida Paseo Colón). Se formó en su entorno familiar. Su madre, también allegada al arte, fue una decorosa pintora. Sin embargo Yrurtia, de quien comenzó siendo alumna, fue quien la más influyó en su obra. Se dedicó a la figura humana, el retrato y el desnudo los manejó con maestría y encanto. “Jacky, la bailarina” es un óleo de 1928, donde Lía vuelca una sensualidad femenina poco común.

Correa Morales, “Jacky, la bailarina”

Para terminar el SXIX, dos artistas colosales, de lenguajes diferentes. Lino Eneas Spilimbergo (1896-1964) Tuvo una dilatada trayectoria y muy amplia producción. Goza de un reconocimiento generalizado plenamente justificado. Fue además un maestro de
maestros. Carlos Alonso, entre ellos, que terminó instalándose en Unquillo, Córdoba para estar cerca del maestro hasta que éste falleció. “Figura de Muchacho” data de 1942, año en que el artista fue galardonado con el gran premio del Salón Nacional.

Spilimbergo, “Figura de Muchacho”

Ramón Gómez Cornet (1898-1964) es oriundo de Santiago del Estero. Tuvo una amplia formación europea de donde volvió imbuido de las más modernas corrientes. No obstante al reentrar en su provincia se dedica a reflejar, con lirismo y nobleza la humildad humana y el entorno. No es la suya una pintura de denuncia sino el reflejo de una realidad doliente y a la vez poética. Se dedicó también a la docencia y convocado por Spilimbergo, mantuvo una cátedra en la Universidad de Tucumán en el famoso Instituto Superior de Arte que aquel había fundado.

Gómez Cornet, “Retrato de Rosario”

Entrados ya en el siglo XX dos artistas contemporáneos y con vicisitudes en muchos casos coincidentes pero cuyas obras pueden ubicarse en las antípodas. Raúl Soldi (1905-1994) y Antonio Berni (1905-1981) son dos colosos que vienen a demostrar que, en la excelencia, el arte no tiene recetas.

Berni, en sus inicios estuvo vinculado al impresionismo, luego viaja a Francia y por un corto período adhiere al surrealismo. Tras su segunda estadía en Europa su pintura adquiere un marcado tono realista de fuerte denuncia social y más tarde transita el informalismo.

Berni, “Lily”

Soldi, que también tuvo su período europeo, estudió en la rigurosa Academia de Brera, de Milán y se destacó entre las figuras promisorias del modernismo figurativo italiano. Vuelto al país hizo pintura de caballete y grandes obras, como los frescos de la Capilla de Glew (link) y la cúpula del Teatro Colón. Siempre se inclinó por la belleza. Su pretensión era que su obra fuese un lugar de disfrute y sosiego espiritual.

Soldi, “Niña vestida de rosa”

Para terminar esta recorrida virtual de nuestros grandes pintores que actuaron ya en el S XX, incluyo a Guillermo Roux (1929-2021). Fue, a mi criterio un coloso de nuestro arte con quien me unió una amistad entrañable. No hubo asunto que le fuera ajeno. Hizo paisajes, interiores domésticos y figuras. Dominó como nadie el temple y la acuarela. Magnífico dibujante, sus obras monumentales estaban precedidas de infinidad de bocetos. Sus autorretratos, expuestos unos años atrás en el MNBA, los retratos de Franca, su musa inspiradora, el retrato de San Martín del Instituto Sanmartiniano, dan cuenta de su maestría en el género. Manejó la carbonilla como pocos, con una soltura, precisión y encanto de la que puedo dar fe.

Roux, “CMP”

 

Carlos María Pinasco es consultor de arte.

carlosmpinasco@gmail.com

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