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Charles Darwin: su viaje a Mendoza y la picadura que terminó con su vida 

Siempre llegaron a Mendoza visitantes ilustres. Charles Darwin sería uno de esos casos emblemáticos. Buen motivo entonces para recordar al inglés que hace 163 años presentó al mundo su obra “El origen de las especies” considerado uno de los trabajos precursores de la literatura científica.

Gustavo Capone
Gustavo Capone domingo, 5 de febrero de 2023 · 09:01 hs
Charles Darwin: su viaje a Mendoza y la picadura que terminó con su vida 
Charles Darwin Foto: Wikipedia

Era un 27 de marzo de 1835 según su diario de viaje; en principio un día nada especial para Charles Darwin que hacía rato venía sobrellevando un extenso viaje que comenzó en 1831. Pero por esas horas del marzo mendocino habiendo partido desde Valparaíso en lomo de mula realizará un revolucionario estudio geológico tras pasar la cordillera por el Paso del Portillo. Sus huellas viven aún hoy en Puente del Inca, Las Cuevas y Paramillos reflejadas en su histórico diario “Viajes de un naturalista alrededor del mundo” y en otra de sus obras principales: "El viaje del Beagle: observaciones geológicas en Sudamérica".

 También recordará su paso por Mendoza en las cartas que Darwin escribiera a su mentor, el profesor John Stevens Henslow de la Universidad de Cambridge: “Me encontraba en un lugar en que en otro tiempo un grupo de árboles hermosos había extendido sus ramas sobre las costas del Atlántico cuando este océano hoy está a 700 millas de distancia (1.226 kilómetros) y llegaba hasta bañar el pie de los Andes”. 

Darwin estaba describiendo lo que hoy conocemos como el primer bosque fósil con árboles petrificados de América del Sur pertenecientes al período Triásico, hace 250 millones de años, cuando un paraíso verde de bosques debió haber cubierto el país desde el Atlántico a Los Andes. La zona también es conocida como el bosque de araucarias petrificadas de Paramillos o “el bosque de Darwin”. Lo cierto fue que Darwin se convirtió en el gestor los primeros estudios geológicos de Mendoza.

La nube de langosta en la “República de Mendoza”

Otra vivencia mendocina de Darwin es la siguiente: “(…) tras dos días de molesto viajar, con temperaturas de 40 º, reconfortó el ánimo y observo a la vista, lejanas hileras de álamos y sauces que crecían en torno del pueblo y río Luján. A poco llegar aquí, observamos al sur una nube de bordes irregulares y color negro con matices pardorrojizos. Al principio creímos que era humo de una gran hoguera encendida en las llanuras; pero pronto nos cercioramos que era una inmensa bandada de langostas.

Volaban hacia el norte, y a favor de una ligera brisa. Pasaron por encima de nosotros con una velocidad de 10 a 15 millas por hora. El grueso de ellas llenaba el cielo desde la altura de ocho a veinte pies sobre el suelo hasta la de dos o tres mil. El ruido que hacían al volar era como el de los carros y caballos que corren al combate, o más bien, diría yo, como el de un viento fuerte al pasar por las jarcias de un navío.

El cielo, visto a través de las avanzadas de un formidable ejército, apareció sombreado por una media tinta oscura; pero en el centro quedaba del todo velado, aunque de cuando en cuando se descubrían unas visibles franjas. Cuando se posaron en tierra eran más numerosas que las hojas de hierba y la superficie cambio su color verde por uno rojizo. Posado el enjambre, los individuos huyeron de un lado a otro en todas direcciones.

La plaga de langosta no es rara en este país ni en la república de Mendoza; ya en la presente estación habían llegado al sur varias bandadas pequeñas, salidas al parecer, como en otras partes del mundo, de los desiertos donde desovan y se desarrollan. Los pobres labriegos intentaron en vano rechazar la invasión con hogueras, ruido, agitando ramas. Esta especie de langosta es muy análoga, y tal vez idéntica, al famoso Grillus Migratorius del Oriente”. (Darwin, Charles: “Viajes de un naturalista alrededor del mundo”).

Así será como en el tránsito mendocino las langostas que observó lo dejaron sorprendido, pero dicho viaje por Cuyo despertará también cierta admiración por la belleza de la geografía de la “República de Mendoza”, tal su propia denominación.  

“Cuando pase el temblor”

El historiador británico de la Universidad Nacional de Singapur John Van Wyhe, fundador del sitio Darwin Online, afirmó en una entrevista con la BBC que el hecho que Charles Darwin haya presenciado un terremoto de magnitud 8,2 en Chile lo ayudó a desarrollar su teoría de la evolución de las especies. “El día 20 de enero de 1835, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, US Geological Survey, un terremoto de magnitud 8,2 afectó la región chilena causando la muerte a 500 personas, principalmente en la zona de Concepción, quedando ésta destruida en segundos”. Van Wyhe explicaba que, en el momento del terremoto, Darwin se encontraba cerca de Valdivia ubicada a 322 kilómetros del epicentro y desde ahí se dirigió a la zona de Concepción.

"Yo estaba en tierra firme descansando en un césped. El terremoto vino de repente y duró dos minutos (aunque pareció mucho más). El sismo era muy notable; a mí y a mi sirviente nos pareció que la ondulación venía del este (...) Un terremoto como este destruye las asociaciones más antiguas y todo aquello que es sólido", describió Darwin en su diario. "Es lo más terrible, y sin embargo el espectáculo más interesante que jamás haya presenciado", finalizó sobre el tema tras encontrar la ciudad en ruinas, días antes de emprender su camino a Mendoza.

Mendoza y una marca que lo acompañará hasta la muerte

Pero la gran sorpresa también reflejada en sus escritos fue un suceso casual que hizo que su paso por Mendoza estuviera siempre presente. Inadvertido al principio, pero generando una situación que lo acompañará hasta su muerte.

“(…) Un ataque, numeroso y sanguinario de las grandes chinches negras de ‘la pampa’, perteneciente al género Benchuca (vinchuca), una especie de Reduvius. Difícilmente hay cosa más desagradable que sentir correr por el cuerpo estos insectos blandos y sin alas, de cerca de una pulgada de largos. Antes de efectuar la succión son muy delgados, pero después se redondean y llenan de sangre, y en ese estado se los aplasta con facilidad”.

A lo que agregaríamos que muchos biógrafos y médicos de la vida del naturalista inglés, sostuvieron que padeció la crónica enfermedad producida por el “tripanosoma crucis”, lo que a la postre sería el temible “Mal de Chagas – Mazza”, contraído precisamente en su corto paso por tierras mendocinas. “La vinchuca que picó a Darwin estaba seguramente infectada y lo contagió. Es una enfermedad silenciosa, que pasa por un período asintomático (puede ser muy largo, incluso, 10, 20 o hasta 30 años) tardando en manifestarse” (Doctor Daniel López Rosetti. “Historias Clínicas II”. Buenos Aires. Planeta. 2014).

En 1837, casi un año después de volver a Inglaterra, Darwin comenzó a sufrir una forma intermitente de síntomas pocos comunes, haciendo que quedara incapacitado por casi el resto de su vida.

Made in Mendoza

Como siempre decimos, Mendoza para bien o para mal no pasará nunca inadvertida. Darwin la promovió mundialmente en sus notas; sí hasta como “República” la nombró. Tristemente, la conocida y criolla vinchuca cuyana no reparó en pergaminos y lo trató como un vecino más.

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