Mi vida con VIH: 30 años conviviendo con el virus y acá estoy
En el Día Mundial de la lucha contra SIDA, Mariela nos deja su historia donde desde hace más de la mitad de su vida convive con VIH.
Mi nombre es Mariela, y a días de cumplir mis 51 años, recuerdo y comparto esta historia que comenzó hace ya 30. En 1993, al recibir la confirmación de mi primer embarazo, también recibía otra noticia, mi diagnóstico positivo para el VIH. Es casi imposible poder transmitir con palabras lo que sentí en ese instante en el que el mundo se paralizaba.
Solo un pensamiento recuerdo: “Dios, dame fuerzas para ver nacer a mi hijo”. Y así fue; sin dudas la fe, los afectos, la familia y los amigos fueron (y aun lo son) fundamentales para no rendirse en esta lucha. Comencé con mi primer tratamiento retroviral en el ´94, en ese momento eran dieciséis cápsulas por día las que debía tomar, lo sentía como una tortura, pero sabía que era lo único que me ayudaría a preservar mi salud y ver crecer a mi hijo.
Con los años fui probando otros tratamientos, asistiendo a controles médicos y a terapias de grupo. Por momentos tuve ganas de dejarlo todo y muchas veces me sentí tan poca persona. Pero volví siempre a mi fe, aun en los peores tiempos. Experimenté la discriminación también, algo que pude superar gracias a saber perdonar.
Hoy, aunque todavía existen, son muchos menos los comentarios desafortunados que escucho hacia esta enfermedad crónica. A veces pienso que es solo la falta de información de los otros y su temor a causa de esa desinformación. Luego de muchos años llegó mi segundo embarazo, y a diferencia de la primera vez, sabía que no debía dejar la medicación bajo ningún concepto.

De esta manera descubro cómo avanzó la medicina a lo largo de los años y como gracias a ello es posible que los tratamientos retrovirales sean mas tolerables. Después de todo este tiempo mi medicación se redujo a sólo dos cápsulas diarias.
Por esas cosas de la vida, estoy en una etapa de volver a comenzar, de pedir fuerzas a Dios, de agradecer, de decir (de decirme y decirte) que se puede, que vale la pena cada esfuerzo.
Es hora de dejar de preguntar ¿por qué me pasó a mí? Y pensar: ¿por qué a mí no habría de pasarme?

* Mariela, 50 años, 30 conviviendo con VIH.

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