San Francisco de Asís, hermano de todos
El papa Francisco eligió llamarse así en homenaje y reconocimiento del patrono de los animales, los veterinarios y los ecologistas, a quien se celebra cada 4 de octubre.
Sin lugar a duda podemos decir que San Francisco es uno de los santos más populares y queridos, no solo de los cristianos sino de todos, por su fraternidad universal, por su respeto a todo lo creado, por el don de la paz, que es armonía y no sólo ausencia de
guerras o conflictos, y a la vez podemos decir que su grandeza le viene de su “pequeñez” de su despojo, de su unidad de vida, de su radicalidad evangélica, de su libertad.
Libertad en serio, que supo ser libre porque optó por la verdad y amor sin límite, porque supo conectar con los otros como hermanos, porque fue aliado de la naturaleza y con hondura y simpleza pudo decir, quizá ganándose el mote del “loco de Asís” por ser tan fraterno con todos y con todo, pudo llamar por sentir de verdad hermana y hermano al sol, a la luna, a la tierra y hasta a la muerte. Fue libre, fuerte, sencillo y tierno a la vez. Hermano de todos. Y pudo hacerse hermano de todos porque se sentía así, cercano, hermano, compañero herido del camino, pero con una convicción decidida con lo que pudo vivir con radicalidad el Evangelio. Vivirlo supone lucha, entrenamiento, despojo, pobreza y fortaleza, como también con capacidad de romper con lo que “siempre se hizo así” y dejó atrás lazos aún afectivos y familiares por hacerse un verdadero compañero de Jesús, “un israelita de verdad” esto es, un seguidor sin doblez.
Este Santo inspiró al cardenal Jorge Bergoglio a tomar su nombre.
En marzo del 2013 irrumpe en la Iglesia el Papa Francisco, que de lejos llegó a Roma e invitó a todos desde la fraternidad universal a vivir ese y este tiempo y este mundo como la casa común de todos a la que debemos cuidad, proteger y mejorar para aquellos que vendrán detrás de nosotros. Inspirado en San Francisco, Francisco pudo decir con claridad y valentía: La Iglesia tiene una responsabilidad respecto a la creación y la debe hacer valer en público. Y, al hacerlo, no sólo debe defender la tierra, el agua y el aire como dones de la creación que pertenecen a todos. Debe proteger sobre todo al hombre contra la destrucción de sí mismo. Es necesario que exista una especie de ecología del hombre bien entendida. En efecto, la degradación de la naturaleza está estrechamente unida a la cultura que modela la convivencia humana: cuando se respeta la "ecología humana" en la sociedad también la ecología ambiental se beneficia.
Dice Francisco en su encíclica: "Si no se respeta el derecho a la vida y a la muerte natural, si se hace artificial la concepción, la gestación y el nacimiento del hombre, si se sacrifican embriones humanos a la investigación, la conciencia común acaba perdiendo el concepto de ecología humana y con ello de la ecología ambiental. Es una contradicción pedir a las nuevas generaciones el respeto al ambiente natural, cuando la educación y las leyes no las ayudan a respetarse a sí mismas. El libro de la naturaleza es uno e indivisible, tanto en lo que concierne a la vida, la sexualidad, el matrimonio, la familia, las relaciones sociales, en una palabra, el desarrollo humano integral. Los deberes que tenemos con el ambiente están relacionados con los que tenemos para con la persona considerada en sí misma y en su relación con los otros".
El papa Francisco sorprendió a todos al elegir este tema de la ecología o respeto profundo al medio ambiente como tema de su primera encíclica. En ella nos invita a todos a alabar a Dios por la belleza de la creación, como Jesús, como San Francisco y nos recuerda que el cristiano no está solo, el cuidado del regalo de la creación es una tarea que compartimos con todos. Para los cristianos "nada de este mundo nos resulta indiferente", y nos sentimos "llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que
nuestro planeta sea lo que él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud".
San Francisco nos interpeló porque vio el mundo con ojos fraternos, con mirada de largo alcance, contempló el mundo desde un corazón amigo, lo amó, por eso aquella familiaridad con todo lo creado. Francisco nos interpeló y nos interpela porque ve también con ojos fraternos, sabiéndose hermano y servidor de todos. Y se acercó a los más pobres, nos invitó también a vernos más cercanos, a poner nuestra mirada en los más alejados y desprotegidos, a respetar y amar la creación que es amar y respetar al mismo Dios.
Francisco habló de periferias, se siente cerca en ellas, puso su mirada para que el mundo pueda mirar también a esas demandas y deudas pendientes. Es extraordinario saber que San Francisco y Francisco proponen una forma de vida con sabor a Evangelio. Siempre me interpela aquella expresión del Santo de Asís, que quizá muchos sólo puedan leer el Evangelio de nuestra propia vida. El gran desafío de la coherencia entre la fe que profesamos y la vida que llevamos. El gran y permanente desafío de todos de vivir de acuerdo con los valores enseñados por Jesús. Desafío siempre actual, ciertamente sería muy distinto el mundo si de verdad
viviéramos los valores evangélicos de la verdad, del respeto, de la solidaridad y de la justicia. No pocas veces asistimos como espectadores asombrados de agravios y descalificaciones que impresionan y duelen. Por eso “hermano de todos” es una
expresión franciscana que nos invita de verdad a la fraternidad universal. Y es a la vez, un llamado urgente para no destruirnos ni herirnos más.
Fratelli Tutti, declara feliz a quien ame al otro como a su hermano aún si está lejos, lo esencial de una fraternidad abierta permite reconocer, valorar y amar a cada persona más allá de la cercanía física, más allá del lugar del universo donde haya nacido o donde habite. En muchos países, nos recuerda Francisco se utiliza el mecanismo político de exasperar, exacerbar y polarizar, aquí en nuestra Patria constatamos que nos somos ajenos a este flagelo, en estos tiempos somos testigos oculares de esta realidad cruel.
El sueño de construir juntos la justicia y la paz no es una utopía de otras épocas, como también es inaceptable que los cristianos compartan mentalidades y actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno.
Hay periferias que están cerca de nosotros, en el centro de una ciudad, o en la propia familia. También hay un aspecto de la apertura universal del amor que no es geográfico sino existencial. Es la capacidad cotidiana de ampliar mi círculo, de llegar a
aquellos que espontáneamente no siento parte de mi mundo de intereses, aunque estén cerca de mí. Por otra parte, cada hermana y hermano que sufre, abandonado o ignorado por mi sociedad es un forastero existencial, aunque haya nacido en el mismo país. Puede ser un ciudadano con todos los papeles, pero lo hacen sentir como un extranjero en su propia tierra.
Es tan vigente la Encíclica del Papa Francisco que puede ser una fraterna llamada de atención y nos invita a un sincero y valiente examen de consciencia nacional cuando nos recuerda que el desprecio de los débiles puede esconderse en formas populistas,
que los utilizan demagógicamente para sus fines, o en formas liberales al servicio de los intereses económicos de los poderosos. En ambos casos se advierte la dificultad para pensar un mundo abierto que tenga lugar para todos, que incorpore a los más
débiles y que respete las diversas culturas.
En el día de San Francisco, sintiéndonos hermanos de todos recemos sula oración simple, cargada de hondura:
Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
Donde haya odio, ponga yo amor,
Donde haya ofensa, ponga yo perdón,
Donde haya discordia, ponga yo unión,
Donde haya error, ponga yo verdad,
Donde haya duda, ponga yo la fe,
Donde haya desesperación, ponga yo la esperanza,
Donde haya tinieblas, ponga yo la luz,
Donde haya tristeza, ponga yo la alegría.
Oh Maestro, que no busque yo tanto
Ser consolado como consolar,
Ser comprendido como comprender,
Ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
Olvidando se encuentra,
Perdonando se es perdonado,
Y muriendo se resucita a la vida eterna.
* Monseñor Santiago Olivera, es Obispo Castrense.