Mujer pionera, mujer plena, modelo de mujer
Mamá Antula, mujer del Siglo XVIII, santiagueña de nacimiento, primer Santa argentina: ¿qué significado tiene para nosotros?
Tres son los temas que, para mí, mejor reflejan el corazón de nuestra querida María Antonia de Paz y Figueroa: el sentido de la libertad, la sensibilidad hacia el alma humana, y el amor como motor de vida. No pude distinguirlos en el texto, así que asumo que, indefectiblemente, deben estar asociados.
La vida de Mamá Antula es impactante
Como la vida de tantos santos. Ella es extraordinaria, como tantos santos. Sin embargo, hay algo único y particular que me interpela hoy, más de 250 años después. Es el sentido de la libertad en Cristo que emerge como nota distintiva de toda su vida, la cual le permitió ensanchar hasta lo impensado los límites de su existencia y de todo lo que la rodea desde el mismísimo momento que toma la decisión vital y profunda de abrazar una misión particular: difundir los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola para gloria de Dios y el bien de las almas humanas, de todas las almas humanas.
No puedo decir que es la primera vez que retrato una mujer muy activa, abnegada y sencilla, con plenas capacidades organizativas, reflexiva, profunda, con sentido de trascendencia y dependencia divina y con don de gente. Resulta difícil ubicar a esta mujer en su contexto pero fácil traerla al siglo XXI con el fin de introducirnos en su espíritu. La imagino mujer pionera, pero sobre todo, mujer plena. En Mamá Antula hay un halo de libertad que le permite manejarse con soltura en distintos ámbitos de la vida social de la época.
¿Qué tipo de libertad inspira esta mujer?
¿Cómo ella podía tratar, cómodamente, a políticos, sacerdotes, esclavos, damas de sociedad, mulatos, gente sencilla? Parece que ningún tipo humano escapa a su capacidad de relacionarse, de empatizar, de entender, de aconsejar, de ayudar. ¿Dónde está el secreto? Trataré de esbozar una tímida respuesta. Creo que Mamá Antula nos ubica en un nuevo punto de partida para volver a enfocar la mirada: al corazón humano, manantial de vida, donde brota todo nuestro ser. Focalizar para derribar muros, distracciones, pequeñeces. Atravesar lo superficial, para hundirnos en lo fundamental.
Solo volviendo la mirada al corazón humano, podremos volver a ser signo de unión, tal como ella lo fue cuando organizaba los Ejercicios Espirituales para toda la sociedad, sin distinción de clase, sexo o procedencia, en la época del virreinato. Porque es allí donde todos somos iguales, todos podemos ser expertos en el manejo del corazón por nuestra simple condición de humanidad, todos tenemos algo que decir en cualquier tiempo y lugar.
Mamá Antula tomó para sí todos los dolores y preocupaciones humanos, para lanzarlos a lo eterno
Ella es instrumento. Ella puede convertirse en un puente entre el cielo y la tierra porque supo partir de lo esencial y fundamental. Ella entendió que donde hay discordia y enojo, hay un corazón que sangra de dolor, hay un corazón que grita y clama por lo eterno, lo justo, lo bueno.
Quien logra atravesar y conquistar el corazón humano, se aleja de la indiferencia, de la falsa tolerancia, de lo relativo y superficial, de lo banal, de lo efímero. Y ese es el camino, siempre novedoso, del amor. El amor se lanza al otro. Un otro en su totalidad. El amor no es selectivo porque toma el corazón como es: débil y pequeño, pero capaz de lo eterno y lo grande.
Creo que el amor siempre toma partido, se involucra, no descansa…¡El amor no puede decir: “hacé lo que quieras”! Y así la imagino a Mamá Antula, palpitando al ritmo de todos los corazones humanos, descubriendo el manantial de vida que hay dentro de cada uno, para lanzar a tantos a un nuevo comienzo. Ella iba ligera de equipaje, pero cargada de amor, consustanciada, como Cristo, en el género humano.
* Macarena Fehleisen, Licenciada en ciencias políticas de la UCA.