Caso Baéz Sosa: excesos, límites, educación, inocentes y culpables
Muchas son las preguntas que me hice estos días donde se desarrolla el juicio por el crimen de Fernando Báez Sosa y traté de ubicarme del lado de padre, tutor o encargado.
Los últimos días, todas estas palabras han estado dando vueltas en mi cabeza, tengo 2 hijos adolescentes, ambos con perfiles muy diferentes, uno trabaja y desarrolla sus actividades en el rubro de las discotecas, donde abundan los excesos, donde las tentaciones están en la palma de la mano constantemente, donde el alcohol o las sustancias te llevan a perder tus sentidos y actuar de manera tal que sobrio no lo harías; y una hija que desarrolla sus actividades en el rubro educativo, y salesiano, estudiando para ser maestra de nivel inicial y primario, y concurre a un oratorio, dando contención, compañía y apoyo a nuestros infantes en su conocimiento de lo que son valores, respeto, compartir.
Estos últimos días, como padre he orado mucho para que Fernando, un niño que podía ser mi hijo, que perdió su vida al salir de un boliche estando de vacaciones en la costa atlántica, le dé fuerzas a sus progenitores Graciela y Silvino, dos seres que hace 3 años se encuentran con sus corazones destrozados, sin poder comprender, como un acto desmedido le quitó la vida a su mayor logro como matrimonio.
¿Qué haría como papá si estuviera de un lado o del otro? De un lado pediría, exigiría justicia, para calmar el dolor, que sé que no me devolverá lo más preciado que he perdido, un hijo que solo fue de vacaciones por primera vez y a bailar. Y del otro lado, independiente a los artilugios que pueda utilizar un abogado defensor, le diría a mi hijo, reconocé que eres culpable, hay que hacerse cargo de los actos, reconocer nuestros pecados es algo que nos cuesta a todos, pero el hacerlo muchas veces nos libera de esa mochila, que no nos permite salir de ese lado de oscuridad en el que estamos.
Una pelea por estar alcoholizados puede entenderse, aunque no está en mis genes, pero una emboscada, un caducó, un acusar a
otro por divertimento, es inadmisible. Debemos replantearnos como sociedad por qué nuestros adolescentes tienen acceso desmedido a tantos excesos que lo único que hacen es dañarlos, debemos fomentar los pilares del respeto, la educación, y los valores, entender que, por ser rugbier, no son asesinos por naturaleza, sino que la impunidad, y la naturalidad de su accionar en otras oportunidades, los llevó a tomar como normal pelearse en banda, contra otros o contra uno, como en este caso. Y entender que la primera educación, los valores y el camino correcto por el cual ir, lo mostramos los padres, tutores o encargados.
Dios permita darle descanso a Fernando, después de todo esto, les dé fortaleza a sus padres que después del juicio se encontrarán más vacíos que nunca, en una sociedad que pronto los olvidará, como lo harán los medios también, y que a los del otro lado les permita encontrar como culpables los valores que perdieron durante el tiempo que les corresponda cumplir la pena detrás de las rejas, por su accionar. Acá nadie triunfa, todos, absolutamente todos, hemos perdido como sociedad.
* Osvaldo Cícero, esposo de Gabriela, papá de Matías y de Trinidad.