Opinión

El blackout Challenge y otras muertes

Hace ya muchos años que venimos no solo advirtiendo la señales sino padeciendo las consecuencias de una sociedad que fue trasladando su contacto directo con el mundo, a un contacto intermediado por un dispositivo, un ordenador de mano, llamado inocentemente teléfono.

Enrique De Rosa Alabaster jueves, 19 de enero de 2023 · 13:00 hs
El blackout Challenge y otras muertes

La entrega de la conciencia, de la inteligencia, del ser en resumen, a estructuras no sintientes, sin conciencia, como son en su máxima expresión los ordenadores (por algo llevan ese nombre) o la inteligencia artificial (también un nombre alegórico) ha empezado a mostrar de manera cada vez más explícita su faz oscura, quizás la muerte de niños que creen estar jugando en la engañosa protección de un simple dispositivo en la palma de sus manos sea el máximo ejemplo.

Obviamente la concepción del mundo, necesaria para actuar ha sido remodelada en función de esa otra mirada escotomizada. Cuando se comenzó con el inicio de la “www.”, allá a finales de los ´80 y principio de los ´90 con el intercambio de archivos, todo hacía presagiar un mundo en el que todo sería más simple y nuestras actividades, trabajo, estudios etc., se verían facilitadas y potenciadas. Menos esfuerzo con más y mejores resultados, inclusive nuestras fuentes de placer expresadas de diferentes maneras y disponible para todos los gustos también.

Nuestra necesidad de creer en las fantasías, en regalos, porque “a caballo regalado no se le miran los dientes” (una de las peores recomendaciones imaginables), ese servicio que se presentaba de completa gratuidad a la excepción de la lógica conexión, no nos hizo imaginar la inevitable contracara. En el mundo de dos dimensiones, nada tiene sombra ni complemento, ni costo oculto. La frase repetida pre-internet, que “si el producto no tiene costo, es que uno es el producto (o el costo que está pagando)”, se empezaba a ver.

Pero las ventajas eran abrumadoras, comunicarse a cualquier parte del mudo, recibir información de la misma manera y en forma instantánea, o no saber nada de algo pero poder al instante opinar sobre el mismo con solo buscar, fueron demasiado tentadores. Como en las estafas, en las cuales la promesa de ganancia es espectacular, no se vio que eso no podía ser simplemente eso. Cuestionar esto, al igual que las ideas impuestas de todo tipo, instaladas por toda vía mediática, de la cual justamente internet se transformó en el factor progresivamente preponderante hasta ser casi único, era y es considerado delirante.

La lógica cruel del supuesto porcentaje se imponía, porqué pensar o concentrarse en pocos inconvenientes con todas la ventajas, comprar, vender, acceder a información, viajar conocer gente, no podía compararse en la lógica binaria con las señales que empezaban a aparecer. Así, engaños y estafas de todo tipo fueron evidentes, pero quizás acusaban más a la víctima que al sistema. Por otro lado, lo informado por los medios que era prueba de verdad, ahora esa necesidad de figura protectora, paterna casi, se trasladó a internet, “lo vi en internet” es esgrimido en redes sociales como las tablas de Moisés.

Un día nos enteramos como una niña, Micaela Ortega, había sido asesinada, luego de haber sido captada, por un hombre que se hacía pasar en las redes, por una amiga. El dispositivo superó en confianza a la madre de la niña y encontró la muerte, a manos de otro. Ahora estamos desde hace años asistiendo a la muerte ocasionada por uno mismo, lo que configuraría un suicidio, insólitamente no considerado como tal ya que forma parte de juegos virtuales.

Otra niña esta vez en Rosario, de solo 12 años, jugando al ya viejo “Blackout Challenge”, es decir generarse por maniobras que no describiremos, un estado de pérdida de conciencia (Blackout), para superar el reto (challenge), solo que al imaginar que es un juego y está en el inocente dispositivo en la palma de la mano, nada grave puede pasar en la soledad quizás de su habitación pero en realidad se trata de una maniobra suicida.

No murió solo esta niña sino que en el mundo han fallecido decenas sino centenas de niños. Digámoslo correctamente han sido impulsados, instigados, al suicidio cientos de niños. Para nuestro código penal un delito. Las señales siempre están, pero por alguna razón creemos que algo con el increíble poder que tiene la comunicación con todo y todos no representa un peligro y así dejamos libremente en manos de nuestros niños un arma, o si se quiere algo tan poderoso que tiene el poder de destrucción.

Nadie dejaría a un niño de 12 años solo con un arma y si eso fuera inevitable sin una instrucción intensa y supervisión. Por alguna razón creemos que a pesar de los cientos de casos de challenges, grooming, estafas, pornografía infantil, y todo tipo de abuso, eso es lejano. Hoy no imaginamos, hacer una cuenta mental, o confiar en un médico que lleve una historia clínica y haga un diagnóstico, si un chat nos dirá si tomar ibuprofeno o no o demostrar la propia identidad, si con solo datos biométricos inmediatos podemos hacerlo, o manejar dinero, cuando es tan fácil abrir una aplicación, encontrar un lugar con un mapa, solo el GPS nos hace encontrar nuestro destino.

El problema es que esa misma búsqueda de destino, ahora el personal, la hemos delegado en algo que no conocemos Todo inevitablemente se presenta mostrando una faceta la ventaja, la comodidad que es imposible de refutar, pero otra vez sin pensar que eso tiene una consecuencia, una sombra, un “lado oculto de la luna”. Que entregar los propios datos, abrir la vida privada a la población mundial, que el dinero sea un número en una aplicación etc., es una traslación de poder y de control irrecuperable. 

Hacer una tesis copiando y pegando usando programas, que modifican la sintaxis o ahora con programas que directamente los escriben elimina el trabajo de años de una tesis. Vemos y priorizamos el resultado inmediato, no los costos y a la inversa perdemos el sentido del camino emprendido los costos y aprendizajes que se deben (o debían) atravesar para llegar a ese resultado.

La tecnología, el mundo, la comunicación cambió. Si seguimos creyendo en un mundo que no existió más que en la fantasía de nuestra mente y no nos informamos, ocupamos, controlamos, el uso de esa tecnología tan increíblemente poderosa, solo podemos padecerla, y aun no se ha manifestado de manera explícita la Inteligencia artificial, el futuro es sombrío si no nos apuramos.

Ojalá al menos el sacrificio de estos niños al igual que los canarios de las minas de carbón inglesas en el siglo XIX, sirvan para mantener nuestra característica humana antes de perderla.

* Enrique De Rosa Alabaster. Psiquiatra Forense Médico Legista MN 63406
Presidente Asociación  Argentina de Victimología
@enriquederosa
www.enriquederosa.com

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