Historia oculta

San Martín, el exilio y la paternidad: “Merceditas es lo único que me queda”

José de San Martín sufrió el exilio y el doloroso sentir de que en su patria le dieran la espalda. Cómo fueron esos años y su vida como padre, con el amor incondicional de Merceditas. El duro adiós al padre de la patria en Boulogne Sur Mer.

Gustavo Capone
Gustavo Capone domingo, 21 de agosto de 2022 · 09:03 hs
San Martín, el exilio y la paternidad: “Merceditas es lo único que me queda”
San Martín y una pintura de su vida en el exilio, junto a Merceditas.
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El exilio. Una muerte en vida. Nada parecía consolarlo recién llegado de Mendoza a Buenos Aires. Alguien conocedor del paño como él podía vislumbrarlo. Estaba solo en medio de la inmensa bruma que brotaba de la desgarradora incomprensión que sus adversarios de siempre provocaban.  Había sido nombrado Generalísimo del Perú, Capitán General de la República de Chile, General de las Provincias Unidas del Río de la Plata y habiendo consagrado la independencia de medio continente, como un caprichoso ardid del destino y empeñada la coyuntura en provocar más dolor, parecía que nada alcanzaba. José de San Martín, el libertador, estaba solo. 

En el marco de ese escenario conmovedor el pedido sonó como sablazo: “Que Mercedes se quede con nosotros en Buenos Aires”; le habría sugerido su suegra, Doña Tomasa de la Quintana de Escalada, conocedora de lo que implicaba batallar en esas lides hogareñas, después de tener abuelos, padre, hijos y yernos militares.  “Qué hará esa pobrecita niña de siete años en la gigante Europa; sola, sin su madre y con un padre militar, viudo y abatido. Quién podrá cuidarla, criarla, educarla”; refrendaría Tomasa. 

Un retrato de Merceditas. Sus restos descansan en Mendoza. 

Corría diciembre de 1823 cuando San Martín había llegado sin escoltas a Buenos Aires. Nadie sabía mejor que él que era imprescindible tomar distancia de los sucesos nacionales, y mucho más cuando sus enemigos se multiplicaban elucubrando injurias y sembrando sospechas inusitadas. 

“La infanta Mercedes partirá conmigo. Es lo único que me queda”, fue la lacónica respuesta. De nada sirvió la ira de Doña Tomasa. Además, San Martín partiría en la medida que Bernardino Rivadavia dispusiera cuándo le otorgaría su pasaporte retenido. 

No solo debía exiliarse, sino que también estaba a expensas de la determinación antojadiza de su celoso rival desde que San Martín piso suelo rioplatense en 1812 y enfrentado además hasta con su propia familia política que pensaba que está actitud de marcharse con la infanta, vaya saber a dónde, era una brutal locura. 

“Ex – Patria” y perseguido

Y así fue. Él que tanto había luchado por la patria se marchará con el humillante mote de “ex – patriado”, o sea: el que ayer tuvo una patria y ya no tiene nada.

Una poco conocida imagen de San Martín, con una enorme capa. 

Su compadre el francés Federico de Brandsen lo acompañó a embarcar en el navío "Le Bayonnais" que lo llevará con Merceditas a Europa. Atrás quedaría la patria. Atrás quedaría el reproche de los Escalada Quintana. El verano de Buenos Aires de 1824 le daría un adiós prácticamente definitivo. Volverán sus sueños. Volverán sus restos. Se inmortalizarán en tiempos más justos sus conquistas, pero ya nunca volverá su voz. Partía para no regresar jamás.

Tras casi dos meses de navegar arribará a El Havré. “Ha llegado un sospechoso a Francia”. Al encontrarle diarios liberales y portar un pasado libertario fue retenido por las autoridades.  Era un "huésped molesto". Tuvo que permanecer varios días en el barco. Fue sometido a interrogatorios prolongados y su equipaje requisado exhaustivamente. Le incautaron esos diarios, libros y correspondencia. Francia por ese momento estaba bajo el reinado borbónico había pasado a integrar la Santa Alianza. Esta tenía como fin reconquistar todas las regiones americanas independizadas y restablecer los absolutismos.

Ergo, todo lo que tenía "tufo" de separatista, independentista, liberal o republicano era considerado sedicioso. La alarma invadió el Ministerio de Relaciones Exteriores de Francia. San Martín argumentó que su destino final era Londres. Pero las luces de alerta se habían encendido. Las cancillerías de los reinos de la Santa Alianza estaban advertidas: "Un enemigo del imperialismo" se dirige a Inglaterra.

El largo viaje de la niña

Tras su parada francesa se embarcará a Southampton. Llegará a Londres alquilando una casa en Park Road del coqueto barrio Marylebone. El primer paso estaba dado: inscribirá a su hija en un colegio pupilo llamado “Hampstead College”. Tendrá orientación en artes y como tutora de la infanta figurará la esposa de su amigo británico el capitán de marina Peter Heywood.

 “Estimada Doña Tomasa, nuestra amada Mercedes se encuentra bajo la tutela de uno de los mejores colegios de Londres”; correspondencia mediante, cierta calma llegará a la preocupada residencia porteña de los Escalada. 

Vivirá un año en Londres donde será muy reconocido. Marchó a Bruselas para juntarse con su hermano Justo Rufino y posteriormente con Mercedes. Desde ahí empezará una extensa gira por distintas ciudades europeas. Siempre "haciendo campaña" por la libertad americana: Aix la Chapelle, Marsella, Lille, Toulón, Amberes, Ostende. Vuelve a Marsella y de ahí retornó a París. Es ahí, en Paris, donde San Martín decidió volver al Río de la Plata tras 5 años en Europa.

Regresará a bordo del "Condesa de Chichester". Un novedoso buque a vapor (de última generación en ese tiempo). Valga una digresión: San Martín es famoso por su cruce cordillerano, pero también fue el primero que propició la incorporación de buques a vapor en la guerra naval del Pacífico, avanzando en esto muchísimo sobre todos los estrategas y los tácticos de la época. 

Lo siguiente es terreno consabido. Intentará frustradamente regresar en 1829. Nunca bajará del barco. Sus amigos Olazábal y Álvarez Condarco lo visitarán en el navío. El fusilamiento de Dorrego por Lavalle, hicieron caótica la situación en el Río de la Plata. La crisis era mucho más aguda que tras aquel primer exilio voluntario de 1824. "Jamás desenvainaré mi espada para combatir a mis paisanos", le dijo a Lavalle cuando éste le ofreció ser Gobernador de la Provincia de Buenos Aires.

El Doctor Mariano Balcarce

Desilusionado volvía a Francia. Tanto su hija Mercedes como él contraerán la epidemia de la época: cólera. Un diplomático argentino que cumplía misiones en Francia los atenderá durante unos meses. El remedio no pudo ser mejor: Mercedes se había enamorado de ese médico. 

“Estimada Doña Tomasa; cumplo en informarle que nuestra amada Mercedes se ha comprometido en noviazgo con el distinguido caballero y médico Mariano Severo Balcarce, hijo de aquel triunfador de Suipacha, Don Antonio González Balcarce Martínez Fontes y de Doña Dominga Francisca Bouchardo. Me manifiesta el joven Mariano que su familia y la de él fueron vecinas y sus antepasados compartieron relaciones y negocios. Espero que la feliz noticia tranquilice su angustia y a su vez le comunico que he girado correspondencia a Doña Dominga Bouchardo solicitando la aprobación de un futuro enlace entre Mercedes y Mariano”. 

Aquella imagen infantil

En Francia transcurrirán los últimos 20 años de San Martín. Girará por distintos destinos franceses hasta morir en Boulogne Sur Mer. Su única "foto", por insistencia de Mercedes, es un pequeño daguerrotipo de 1848 que hoy se encuentra en el Museo Histórico Nacional.

El darregotipo de San Martín.

Sobre ese daguerrotipo se han inspirado varios autores. Un clásico es el "San Martín en Boulogne Sur Mer" de Antonio Alice. La inspiración de Alice pintó un San Martín anciano envuelto en su capa, erguido sobre una roca de las costas de Boulogne Sur Mer. Mirando a América. Con un bastón que simboliza un mástil y la capa que reflejaba la bandera.

Esa imagen "del viejo", es el semblante del que a pesar de la ingratitud recibida ofreció sus oficios en la gesta emancipadora, se predispuso a volver cuando la Guerra contra Brasil, alentó a no bajar los brazos en el bloqueo anglofrancés y anheló volver para cerrar grietas. Pero no pudo. 

Ahí yace en su lecho. Había pasado "las de Caín" bregando contra cientos de pestes que lo achararon siempre: asma, tuberculosis, reuma, úlcera, gastritis, hemorroides, insomnio, un constante estreñimiento y cataratas en sus últimos años hicieron un coctel con el que se enfrentó cotidianamente. Pero hubo otras “enfermedades” que también lesionan y no son balas ni sablazos, ni de las que cura un fármaco. Son las mentiras, las calumnias, las injurias, las traiciones. 

San Martín morirá en brazos de Mercedes. En los brazos de su niña. Tomados de la mano como ayer cuando subió al barco en 1824 y ambos curtían distintos miedos. Ella envolverá a su “Tata” con aquella manta comprada en una feria de Montmartre. Recordaran poemas en latín. Cantaran en francés junto a los nietos, mientras siempre estará presente el anhelo de volver a “la inmortal y corajuda Mendoza, donde todo se hace" como escribiera en sus tiempos de General. 

Mariano correrá la cortina de la habitación que da sobre el 105 de Gran Rue. Era un 17 de agosto de 1850. “La luz de la historia lo agiganta”. Ha muerto el papá de Mercedes.  

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