Psicología

Dormir, tal vez soñar

¿Le damos valor a nuestros sueños? ¿Es cierto que le restamos importancia a la hora de tenerlos en cuenta en los procesos terapéuticos individuales? ¿Qué lugar ocupan hoy los sueños y el dormir? ¿El príncipe de Dinamarca tendrá razón y los sueños son solo impedimentos?

Carlos Gustavo Motta
Carlos Gustavo Motta sábado, 2 de julio de 2022 · 07:01 hs
Dormir, tal vez soñar
Foto: Pexels

"-Y pensar que con un sueño damos fin al pesar del corazón y a los mil naturales conflictos que constituyen la herencia de la carne... ¡Dormir! ¡Tal vez soñar! Sí, ahí está el obstáculo..." (Hamlet, William Shakeaspeare).

Escena del sueño que aparece en "Spellbound" de Hitchcock diseñado por Salvador Dalí.

Nos pasamos casi un tercio de nuestras vidas durmiendo. En setenta años, seis de ellos nos entregamos día a día a dormir, y nos resulta imposible librarnos de eso. Cada día se comprueba más que las ocho horas de descanso aconsejadas en realidad respetan los ritmos biológicos de los seres humanos (llamados circardianos), que son regulados por esa cantidad de tiempo. Y todos nosotros cuando dormimos soñamos y lo que recordamos (así dicen) son sólo los últimos treinta segundos antes de despertar.

En relación a los sueños, la obra escrita donde el psicoanálisis se hace presente, sin lugar a dudas, es "La Interpretación de los Sueños" de Sigmund Freud. Mal traducido al español la Traumdeutung significa casi literalmente “Trabajo del sueño” y despeja lo que Freud indica relativo a la significación de los sueños que lo interroga y en dos cuestiones principales:

  1. El lugar que el sueño ocupa entre los demás procesos anímicos y su eventual función biológica
  2. Inferir si los sueños pueden ser interpretados, es decir, si cada uno de ellos posee un sentido.

El sueño, para Freud, lejos de ser una ficción es una parte de la realidad experimentada por la conciencia. El cuerpo existe como síntoma de las demandas mentales. Freud afirma que la naturaleza de lo inconsciente nos es tan desconocida como la realidad que uno vive en el mundo exterior. El sueño, entonces, es la vía regia de lo inconsciente: es mejor no saber qué se sabe, sabiéndolo. En referencia al sueño, el psicoanálisis se las trae, sobre todo cuando sabemos que todos (¡sí, todos!) los personajes del sueño, son uno mismo. Entonces desde este conocimiento, su significado cobra otro valor y su importancia en un dispositivo terapéutico es de gran utilidad para el profesional.

En cuanto al dormir, en su libro “Buenas Noches” el Dr. Pablo Ferrero afirma que el dormir es una actividad fundamental del ser humano, y que nuestra existencia sería inviable sin él. Si no durmiésemos por más de una semana, comenzaríamos a sufrir alucinaciones cognitivas severas, delirios y hasta un cuadro psicótico. La prueba se encuentra en Randy Gardner, un estudiante de California (Estados Unidos) que se prestó a un experimento que consistía en mantenerse despierto durante 264 horas y 12 minutos (un poco más de 11 días). Se comenta que de haber continuado el experimento, Randy hubiese fallecido.

Dormir entonces no sólo significa soñar, sino que mientras que el cuerpo descansa, el cerebro realiza miles de procesos restaurativos, fundamentales para el funcionamiento del equilibrio de emociones, aprendizaje, capacidad de memoria, tomar decisiones óptimas. Dormir mal afecta al sistema cardiovascular, aumenta el estrés y es muy nocivo en líneas generales: peor dormimos, peor es nuestra calidad de vida. Los consejos que brindan los neurocognitivistas son tantos que finalmente desalientan las conductas que pueden llevarse a la práctica, pero dos cosas son las principales para descansar bien: el colchón y la almohada.

Para dormir, destaquemos las siguientes cuestiones: prioricemos nuestro descanso; intentemos alejarnos de los dispositivos electrónicos que pueden invadir nuestra cotidianidad pero al menos, cuando nos vamos a dormir, mantengámoslos lejos de nosotros; nuestra habitación debe ser cómoda, práctica y ordenada.

En cuanto a soñar, lo inconsciente se encuentra estructurado como un lenguaje. Este axioma de Jacques Lacan nos advierte que el sueño es una de sus formaciones que nos permiten en la vida misma, estar despiertos. Advertidos y conformes a actuar de acuerdo a nuestro deseo, que por otro lado, siempre nos guía.

*Carlos Gustavo Motta es psicoanalista y cineasta.

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