Editorial

El gran drama argentino detrás de las pruebas Aprender

El resultado de las pruebas Aprender denotan un drama profundo. Los niños y adolescentes tienen problemas para leer y escribir; para decir lo que sienten y entender lo que pasa.

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MDZ Sociedad jueves, 23 de junio de 2022 · 22:30 hs
El gran drama argentino detrás de las pruebas Aprender
Las aulas vacías son el símbolo de la educación perdida. Foto: Rodrigo D'Angelo / MDZ

Los resultados de las pruebas Aprender dejaron al descubierto un drama argentino que duele: los niños y adolescentes tienen serias dificultades para leer y escribir; para decir lo que piensan y entender lo que el mundo les dice. Todo a través de las palabras. Hay pocos dramas humanos más duros que ese; pues el uso de la palabra es, de hecho, una de las virtudes humanas. Inextinguibles, dinámicas, versátiles, plásticas, mágicas; las palabras construyen sentido, le dan forma al mundo del que somos parte. No poder decir y no entender lo que se dice es la base del gran problema argentino.

Los datos fueron tomados como un resultado deportivo y hasta hubo algunas celebraciones porque a algunos les fue “menos mal” que al resto. No hubo sorpresa; tampoco el enmudecimiento que genera el estupor. Nada, o casi nada. Pues las pruebas indicaron que 4 de cada 10 niños y adolescentes tienen serias dificultades para leer y comprender. La cantidad de chicos que tienen esos problemas creció enormemente desde el 2018 (casi el doble), potenciado probablemente por el apagón educativo ejecutado durante la pandemia; el día en que se celebró el cierre de las escuelas en Argentina. También el día de la resignación a revertir la desigualdad. Si algo hizo la pandemia fue potenciar las diferencias entre familias, y sobre todo niños, según su condición económica. Por eso la brecha se agrandó: en las pruebas Aprender se evidenció que el deterioro en el aprendizaje fue aún más agudo en los sectores con menos recursos económicos.

Cómo empeoraron los indicadores en Lengua. 

La “cuna” es un condicionante en Mendoza y el país para el desarrollo. Así lo indicaron mucho antes, por ejemplo, desde la UCA (Universidad Católica Argentina). Los estudios específicos de educación del Observatorio de la Deuda Social confirmaron esa hipótesis. En los  hogares con menos recursos económicos para adquirir libros, computadoras y otros bienes para el acceso a la cultura, los niños tienen peor desempeño escolar.

Los resultados no escandalizaron, pero hubo algunas reacciones positivas. La DGE 8Dirección General de Escuelas) de Mendoza, por ejemplo, confirmó que usará la media hora extra de clases para dedicarle tiempo a la lectura en las aulas. La escuela sigue siendo el mejor lugar para los niños y adolescentes. Es, por ejemplo, la presencia del estado más universal. Lo único real es que en cualquier rincón de la provincia hay una escuela, una maestra, un alumno. Aún cuando la precariedad ha ganado terreno en el sistema educativo. La imagen arrastra seguramente muchas injusticias, aún con quienes gestionan; pero haber visto que hubo alumnos sentados en un tacho de pintura en Mendoza, la provincia que promociona su superávit presupuestario, es simbólico. Es la misma provincia, vale decir, que abrió antes las aulas (aunque sin tener lista la infraestructura).

En los sectores de menos recursos hubo más dificultades. 

Para sacarle romanticismo a los discursos, mucho más en educación, es mejor acudir a lo que realmente mueve el mundo, es decir el dinero. Pues los presupuestos educativos solo se movieron al ritmo de la inflación, o incluso menos. Lo sabe y lo sufre José Thomas, como director general de Escuelas, y les pasó lo mismo a sus antecesores.

Pero no hay nada más hipócrita que culpar a las gestiones de gobierno por pecados que también nos son propios. Cualquier familia puede hacer una cuenta que le va a incomodar. ¿Cuánto tiempo, recursos y proyección le dedicamos a la educación? Es simple: se destinan más recursos al cuidado de un vehículo que a la educación de un niño. De hecho cuesta más caro un lavado, que un libro; un seguro contra el granizo, que la cuota del colegio; un cambio de cubiertas que una computadora. Ni hablar del tiempo. Por mil pesos, lo mismo que un kilo de milanesas, se puede comprar un libro; dos historietas. Gratis se puede hallar miles; millones de libros en internet. Es más; adentrarnos en el maravilloso mundo de los videojuegos podría generar un descubrimiento sorprendente por el sincretismo cultural que hay detrás y delante de la computadora. “En el espacio de los procesos de crianza se destaca el retroceso en la estimulación a través de la palabra (cuentos / narraciones orales), que afecta en mayor medida a los niños/as en sus primeros años de escolaridad y alfabetización formal (5-8 años) y a los niños/as más pobres pero también a los más ricos”, resume el informe de la Universidad Católica Argentina donde se analizaron las consecuencias de las medidas tomadas durante la pandemia.

En cuanto al desempeño, puede haber datos engañosos: hubo menos “rezagados”, pero porque cambiaron las reglas de juego. “Se registran retrocesos en la escolarización en el nivel inicial y una aparente mejora del indicador en la educación secundaria que esconde una fuerte merma del rezago que se infiere asociada al tratamiento del período 2020-2021 como una unidad pedagógica. No obstante, es muy significativa la deserción escolar de los adolescentes, y en particular de los más pobres”, aclaran desde el Observatorio de la Deuda Social. Es decir, hay indicadores que pueden crear una falsa sensación de mejora y hasta se corre el riesgo del autoengaño. Pues tras la pandemia avanzar cronológicamente en el sistema educativo no es sinónimo de haber aprendido más. 

No hay nada más urgente que la educación. Mendoza y Argentina necesitan recobrar el valor de la palabra; que los niños y adolescentes descubran que la palabra dicha, que las palabras leídas generan paz, evitan conflictos, construyen belleza y acercan al conocimiento. 

 

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