Historias de vida

América de punta a punta: "Es algo mítico para quienes andan en moto"

La historia de Carlos Paulsen y Zivko Babaic, dos amigos motoqueros que decidieron embarcarse en el viaje de sus vidas y llevan meses recorriendo el continente americano, desde Alaska hasta Tierra del Fuego, en una experiencia inolvidable.

Iván Zirulnik
Iván Zirulnik sábado, 19 de noviembre de 2022 · 11:00 hs
América de punta a punta: "Es algo mítico para quienes andan en moto"
Carlos Paulsen y Zivko Babaic. Foto: Rodrigo D'Angelo / MDZ

Todas las personas tenemos alguna experiencia con la que soñamos durante toda nuestra vida. Algunas más sencillas y otras con mayor dificultad para cumplirlas. Carlos Paulsen y Zivko Babaic son dos amigos de 70 y 62 años, respectivamente. Ambos tienen pasión por las motos y uno de sus sueños era recorrer América, desde el norte hacia el sur, en una travesía que le lleva más de 30.000 kilómetros.

En julio comenzaron esta experiencia que los llevó a recorrer el continente americano de punta a punta. Con inicio en Alaska, recorrieron Estados Unidos, Canadá, México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia y Argentina, próximos a cruzar hacia Chile, y llegar al canal Beagle, en Ushuaia.

En su paso por Mendoza, se acercaron a la redacción de MDZ para contar su experiencia, los motivos que los llevaron a emprender esta aventura, cómo ha sido su paso por las diferentes regiones de América.

¿Cómo se conocieron y cómo surgió la idea de realizar esta travesía?
Zivko Babaic: Nos conocimos hace ocho o diez años atrás, porque había adquirido una moto en Chile y me invitaron a un viaje de 20 días, aproximadamente, por Europa. Cuando llegamos, Carlos era guía del tour, y, luego de que se terminó el viaje, mantuvimos contacto hasta que se dio esta oportunidad. Siempre lo tuve en mente, la verdad que lo iba a hacer antes, como en el 2018, pero programé con una gente en Punta Arenas y, cuando llegó el momento, dijeron que no iban. Hacer un viaje así tan largo era complicado para mí, viajar solo es más difícil. Y hablé con Carlos, él estaba en la misma situación y me dijo que sí pero para el 2020, e hizo todo el programa de viaje y estudios. Tenía todo el asunto armado. Recién en 2022 se pudo salir porque estaban las fronteras cerradas. Ambos volamos a Fairbanks y nos encontramos el 27 de junio y salimos el 2 de julio, aproximadamente, de Prudhoe Bay. Desde esa fecha hasta ahora que estamos acá.

¿Cómo fue planear el recorrido porque países o lugares iban a pasar?
Carlos Paulsen: No fue tan difícil. Miré el punto más al norte, que es la Bahía Prudhoe y queda en el mar Ártico, ahí hay un pueblo que se llama Deadhorse. Ese era el punto para empezar. Y sobre el punto para terminar, si vamos a salir en la Bahía de Prudhoe, en Alaska, pues el punto sería en el canal Beagle, que es otro pozo con agua pero en el punto más al sur, ya no en América continental, sino en la isla de Tierra del Fuego.

¿Hay algún motivo especial por el que ustedes han embarcado en la experiencia de recorrer el continente de punta a punta?
ZB: Yo lo he querido hacer toda la vida, ahora está la oportunidad. Siempre he querido recorrer el continente de extremo a extremo.
CP: Creo que es algo mítico para quienes andan en moto y para cualquiera... son 36.000 kilómetros. Aquí los argentinos tienen la famosa Ruta 40 y es algo mítico. O en Estados Unidos la misma Highway One, que es la Panamericana. Son 13 países que hemos pasado, nos falta uno. He hecho muchos viajes... de 5.000 o 6.000 kilómetros pero nunca tan grandes por tanto tiempo. Salí a fines de junio y todavía no he vuelto a mi casa. Siempre quería ir y ahora se presentó la oportunidad, lo planeé mucho tiempo y dije que era el momento. Realmente no me arrepiento...no necesitamos correr, necesitamos llegar e ir mirando, comiendo y estudiando las cosas del país antes para saber.

A lo largo de estos meses han recorrido países que tienen diferentes realidades, culturas y paisajes, ¿qué es lo que más les ha llamado atención a ambos o que les haya sorprendido en este recorrido?
ZB: Bueno, como yo vivo en la Patagonia encontré algunas similitudes en Alaska. Su inmensidad...no conocía nada de eso, pero es un territorio inmenso con prácticamente todo por hacer, por el paisaje y la fuerza del lugar. Eso lo encontré cautivante, esa creo que la palabra. Uno entra a Estados Unidos y es todo más tecnológico, hay acceso a todas las carreteras, están impecables, no hay problema pero Alaska es todo salvaje. Uno camina por la carretera y, de repente, encuentra un oso, un ciervo o a los animales que son un poco los dueños de eso, aunque más que los animales yo diría que los mosquitos son dueños de Alaska... es impresionante la cantidad.

CP: Yo creo que como dice Zivko, esas distancias en Alaska. Las distancias son como aquí en la Patagonia, muy grandes. Incluso nosotros para poder salir del punto que queríamos salir, estábamos en Fairbanks, en Alaska, y había que ir 900 kilómetros a Deadhorse o la Bahía Prudhoe, que es ahí mismo, y otros 900 para volver. Son 1.800 kilómetros sólo para poder salir de ahí. Y, después, la gente. La gente que nos hemos encontrado en todos los sitios ha sido siempre amable, se podía contar con ellos, te ayudaban en lo que necesitabas. Uno me decía “en ese país la gente es mala”. No, no son malos, son diferentes... Ellos viven una realidad que es de su país y no lo voy a cambiar...es imposible.
La realidad mía, donde yo vivo, es distinto y no puedes estar esperando que todos los días tengas que comer las papas así cocidas, o los nombres mismos de las comidas u otras cosas. Todas las cosas las puedes entender en el fondo y hay que tener un poco de paciencia y participar con ellos en lo suyo, porque si tú pasas como un celaje por el país y no miras, no preguntas, no sufres un poco, para mí creo que no vale...

Tener un paso significativo por cada lugar, no simplemente dejar una huella...
CP: Participar un poco, conversar con la gente del lugar. Ellos también tienen ganas de conversar contigo, porque vienes de otro país, participas con ellos y consigues que te cuenten sobre su región, sus costumbres, sus cosas. Así pudimos conocer que en Perú y en Bolivia no se podía fotografiar a las mujeres, o que las mujeres no se dejaban fotografiar. O nos pasó de estar ahí en Copacabana, en Bolivia, y estaban bendiciendo unos coches. El cura vino y tenía como una brocha te echaba así unas cosas que te deja como ducha y me dice “a usted también le toca”, una cosa… eso es guapo.

Han pasado, durante estos meses, gran parte del tiempo separados de su familia, ¿cómo ha sido el acompañamiento a lo largo de este tiempo?
CP: Hoy en día el celular ha pasado a ser un apéndice de la mano. Todo el mundo tiene un teléfono móvil, el tema de las comunicaciones se ha superado con esto del wifi. Entonces, la comunicación, por lo menos en el caso mío, era diaria. Y en algunos sitios tenía hasta 10 horas de diferencia, pero eso no ha sido ningún problema. Hace muchos años atrás, yo me acuerdo de hacer unos viajes en la Patagonia y no había nada. No había ni línea telefónica, menos había internet. Hoy en día toda la gente tiene el teléfono y tienen 800.000 aplicaciones: de los zapatos, del mapa, de todo. Eso para mí no ha sido ningún problema. Están todos comunicados. Hoy en día creo que eso no es un obstáculo.
ZB: Mi señora, entre medio del viaje, voló a Albuquerque y entonces me acompañó en moto desde Alburquerque a Las Vegas y fue eso como unos 8 o 10 días y de ahí voló nuevamente a Chile y ahora vino acá en Mendoza tres días. Se ha hecho más corto, pero, al igual que lo que explica Carlos, aparte de poder compartir con ella estos dos tramos del trayecto, he tenido contacto diario siempre en la mañana. Puede que un día no hayamos tenido comunicación, pero en general la comunicación cuando llegamos casi el 99% las veces a un alojar a un hotel, ahí hay Wi-Fi. Son pocos lo que no tenían. Ahí podía uno establecer comunicación, se hace más corto y no está esa pérdida de comunicación que uno no sabe qué pasa en dos, tres o cuatro meses. Antes probablemente hubiese sido mucho más difícil.

Cuando lleguen al destino, ¿qué van a hacer?
CP: Meter los pies en el canal Beagle, comer algo por ahí y disfrutar del momento. Llevamos 31.000 km y ahora, de repente, estamos viendo que vamos a llegar a la meta. Nos faltan a 4.000 y pico de kilómetros. Al principio eran 30.000 o 36.000 kilómetros y ahora no nos falta nada. Está ahí cerca. Sí, disfrutar del momento y estar contentos por haber llegado, esperemos que lleguemos bien, sanos, no tengamos ningún hueso roto. Eso es lo más importante de todo, para mí haber cumplido no es que me vaya a hacer mejor o peor, pero haber hecho lo que queríamos: 36.000 km. Son muchos kilómetros. Yo a Zivko lo conocía, probablemente no nos conocíamos tan bien como nos hemos conocido ahora por el camino. Ahora la amistad es distinta que cuando empezamos, porque hemos participado de la lluvia, del viento, de algunas cosas que trascienden a nuestro ambiente familiar. Creo que ha sido una cosa una experiencia súper guapa, en algunos casos dura, pero no es que esté cansado.

 

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