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A 25 años años del crimen de Jose Luis Cabezas, un antes y un después en mi vida

El brutal crimen del reportero cambió mi vida. No solo en lo personal, sino en lo profesional. Como estudiante de derecho fue la primera causa que tuve en mis manos.

Lourdes Marchese
Lourdes Marchese martes, 25 de enero de 2022 · 11:00 hs
A 25 años años del crimen de Jose Luis Cabezas, un antes y un después en mi vida
Foto: Lourdes Marchese
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Para entonces tenía casi 16 años, ese día mi papá estaba en el living de casa y me llamó para decirme que habían matado a un periodista. Se me estrujó la piel y fue cuando decidí que quería ser periodista. Como si lo acontecido en vez de darme miedo y dejar atrás esa idea me impulsó a querer estudiar la carrera de periodismo

Mientras estaba en la secundaria hacía recortes de diarios y me mantenía al tanto de la investigación porque prácticamente me había obsesionado con el caso. Un año más tarde, en 1998, mientras cursaba quinto año de la secundaria, me puse a trabajar en un consultorio por las tardes para juntar unos pesos. Aquel 20 de mayo de 1998 no lo olvidé jamás. No solo porque ese día celebro mi cumpleaños, sino porque esa tarde cuando llegué al trabajo, en la pantalla de la tv no se hablaba de otra cosa que del suicidio de Alfredo Yabrán. Ese millonario que había dado la orden de asesinar a José Luis y que la justicia había pedido su captura. Pensaba y no podía creerlo. Volví a casa y empecé a pensar en varias hipótesis que dejé plasmadas en un cuaderno. 

Por esas cosas de la vida, mientras estudiaba periodismo, porque así lo había decidido el 25 de enero de 1997, llegaron a Bahía Blanca, Norma y José Cabezas junto a su abogado Alejandro Vecchi. No lo podía creer, estaba cumpliendo el sueño de conocer a los padres de José Luis. Unos meses antes había estado de paseo en Buenos Aires y lo primero que se me ocurrió fue escribir una carta y dejársela en su tumba a José Luis en el cementerio de Avellaneda. Esa carta llegó a las manos de sus padres. Que tiempo después me agradecieron. Fue, de hecho, la Fundación Cabezas la que me ayudó para venir a hacer mi tesis a Buenos Aires.

Esa jornada donde los conocí marcó un antes y un después en mi vida. Ya el crimen por si solo lo había logrado. Pero a partir de allí obtuve el ofrecimiento de Alejandro Vecchi para venir a Buenos Aires a trabajar en el estudio jurídico. “Prepárate para venir a la selva”, me dijo, y así fue. Ahora sabía que no solo quería ser periodista sino también abogada. En mi retina perdura aquellos primeros escritos que tuve en mi mano para dejar en mesa de entrada de Dolores, de La Plata. Esos viajes semanales para hacer avanzar la causa. Quería justicia por el hijo de Norma y José. Los veía luchar con una fuerza que me preguntaba muchas veces de donde la sacaban, cada tanto iba a su departamento de la calle Rivadavia y me recibían con mucho amor. Norma era de carácter fuerte, José más sensible, pero luchaban y luchaban y eso hacía que uno no se cruzara de brazos. 

Recuerdo un sótano donde estaba la copia del expediente del crimen, eran pilas y pilas. Y no olvidaré jamás ese día nublado en Pinamar haciendo la reconstrucción de los hechos -de la zona liberada-con el comisario Alberto Gómez esposado. Allí estaban Norma, José y Alejandro estoicos como siempre.

En mi memoria permanecen aún aquellos días álgidos cargados de amenazas que para una joven no es sencillo de asimilar, por momentos me preguntaba que estoy haciendo acá. El peor de todos creo que fue ese fin de semana cuando entraron a la oficina y dieron vuelta todo y dejaron un mensaje escrito en aerosol en la pared que decía “ déjense de joder”. El teléfono pinchado y varias situaciones extrañas que acontecieron por entonces. 

Con mi corta edad, no sé si fui capaz de dimensionar cual fue la causa que me abrió las puertas del derecho, pero sí comprendí que fue un antes y un después en mi vida. Si entendí que ese crimen no debía quedar impune, y que más allá de los años que pasaron el nombre del reportero gráfico de la revista Noticias jamás será olvidado, porque es el símbolo del periodismo, ese que no teme mostrar la verdad a pesar de las consecuencias. Pero también descubrí que esas consecuencias no deberían existir porque hay libertad de expresión y debemos seguir bregando por ella. 

Cabezas me hizo periodista, me hizo abogada, logró que venga a vivir a Buenos Aires y trabaje en su causa. La conexión que tuve desde su asesinato fue inmediata. Y el día que el destino me puso en el camino a Norma, José y Alejandro Vecchi mi vida cambio para siempre. Por eso como cada 25 de enero desde 1997 yo No me olvido de Cabezas y nadie debería olvidarse.

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