Viajes y experiencias

Una mirada argentina sobre el hallazgo de "la ciudad perdida de Luxor"

El jueves pasado se anunció un espectacular descubrimiento arqueológico en las inmediaciones de Luxor (sur de Egipto). Cada vez que se desentierran estos tesoros, el pasado vuelve a hablarnos sobre el presente. Aquí, algunas reflexiones y advertencias.

Facundo García
Facundo García domingo, 11 de abril de 2021 · 07:00 hs
Una mirada argentina sobre el hallazgo de "la ciudad perdida de Luxor"

El jueves, el egiptólogo Zahi Hawass reveló que había descubierto junto a su equipo los restos de una "ciudad dorada perdida" que permaneció bajo la arena durante treinta siglos cerca de Luxor. La excavación se hizo en las inmediaciones del Valle de los Reyes, donde descansan las momias de buena parte de la casi eterna aristocracia faraónica, unos 500 km al sur de El Cairo.

Esas ruinas nos hablan de una metrópoli que existió hace 3000 años o más ¿Cómo llegaron los egipcios a construir tales prodigios de la arquitectura? No fue fácil. La fertilidad casi inagotable del Nilo -un recurso natural excepcional- dio lugar a innumerables reyezuelos que durante milenios se disputaron el poder. En cada zona había uno, y solían guerrear entre ellos hasta aniquilarse, en un empate hegemónico que multiplicaba las catástrofes. 

Por eso los grabados ancestrales escenifican a los primeros faraones como quienes se interponen entre dos leones en pugna -símbolo de estos reyezuelos- para que no peleen más con argumentos bestiales y hagan lugar a la civilización

En criollo: desde el abismo de los tiempos, los egipcios nos recuerdan que un estadista no se pone a discutir boludeces. Gobierna.

La ciudad desenterrada recientemente. Foto: Télam.

Los dos polos de la mente

En épocas recientes, Luxor estaba plagada de mateos a caballo que cargaban de aquí para allá a los gordos turistas que proveía Occidente. Hoy, pandemia y dictadura mediante, los conductores de carros están casi todos desocupados. Los aurigas te persiguen por todas las calles, sin que sea sencillo sacártelos de encima. Cuando uno los ignora, te gritan “pero me cago en tu país” y escupen al suelo. 

El autor de este artículo de viaje por Egipto.

Se entiende ese orgullo. Entrando a las tumbas del Valle de los Reyes, uno no hace más que quedarse con los ojos como huevos fritos frente a todo lo que inventó esta gente. Seres con cabeza de animal, fantasmas, la crueldad, la desaparición del enemigo, la moda, el amor, el erotismo.

He visto un fresco en el que el faraón se disponía –con su pene enhiesto- a pasar la noche con varias concubinas. Se suponía que esa situación estaba grabada, escrita en piedra: iba a repetirse para toda la eternidad.

Y uno también comprende que los egipcios, en más de una oportunidad, sucumbieron a la sensación de que todo iba a seguir igual. Las dinastías se sucedían con la contundencia de lo que está fijo. Se había terminado la historia, porque el fracaso o el éxito estaban inscriptos en la roca. Y siempre, de una u otra forma, la historia les demostró que estaban equivocados

Como escribió el investigador Barry J. Kemp en su libro El antiguo Egipto (1989):

“¿Cuál fue la causa del declive del antiguo Egipto y la caída de su civilización? La respuesta es la misma que la de todas las demás civilizaciones: el rechazo de una existencia demasiado sistematizada y durante demasiado tiempo, en pro de una mayor libertad de maniobra (...) El amor anárquico por el desorden y el rechazo a la autoridad también se hallan presentes en la personalidad humana. La historia es un registro de la lucha entre esos dos polos de la mente”.

La paz y la rebelión. El estadista busca la primera. El revolucionario la segunda. El sabio, tal vez, el equilibrio entre ambas

Un atardecer en el Nilo. Foto: Pixabay.
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