Arte mendocino

La historia del monumento al Cacique Guaymallén

La imponente obra artística elaborada con piedra extraída de la cordillera, fue levantada hace setenta años para homenajear a la cultura huarpe, y desde entonces permanece impoluta en uno de los sitios más transitados de la provincia.

Nicolás Munilla
Nicolás Munilla domingo, 6 de septiembre de 2020 · 07:33 hs
La historia del monumento al Cacique Guaymallén

Frente a la Terminal de Ómnibus y en uno de los puntos viales más neurálgicos del Gran Mendoza, se alza una imponente obra artística tallada sobre piedra conocida popularmente como el "Monumento al Indio", uno de los íconos más característicos de la provincia y que homenajea a los habitantes originarios de estas tierras, los huarpes.

En realidad, su verdadero nombre es "Monumento al Cacique Guaymallén" y la plazoleta sobre la que se asienta, en el cruce de calles Alberdi y Bandera de los Andes, de Guaymallén, se denomina Guaymaré. Realizada entre los años 1948 y 1950 por Mariano Pagés, esta obra representó el primer gran trabajo del escultor sanjuanino y su puntapié inicial para lo que luego se convirtió en una aclamada carrera artística.

Este monumento se compone de tres imponentes esculturas de más de 3 metros, siendo la central, que mira hacia el este, la representativa del mítico cacique huarpe Guaymaré, figura que dio nombre al municipio más poblado de la provincia. Entre dichas piezas se alza una torre central de 7 metros de altura, sobre la que reposa una placa conmemorativa que recuerda la jornada del 30 de octubre de 1950, día que se realizó el acto oficial de inauguración.

Anteriormente, la estructura se encontraba rodeada por una pequeña fuente que fue añadida posteriormente y tenía como propósito referenciar al agua como elemento vital del florecimiento de la cultura huarpe. Sin embargo, este elemento se encontraba absolutamente desaprovechado y vandalizado, por lo que fue removido durante los trabajos de remodelación de la plazoleta que se realizan desde principios de este año.

Construido sobre piedra cordillerana, este monumento es único en su tipo y demandó dos años de arduo trabajo por parte de Pagés, que debió contar con la ayuda inestimable de varios colaboradores cercanos para ejecutar su espectacular obra que, pese al paso del tiempo, se mantiene incólume sin ningún tipo de intervención posterior.

El proyecto comenzó a tomar forma en 1947, cuando el gobierno provincial a cargo del radical-peronista Faustino Picallo llamó a concurso para la creación de un monumento que rindiera homenaje al histórico cacique Guaymaré o Guaymallén, como lo conocieron los conquistadores españoles. El ganador fue el sanjuanino Mariano Pagés, un recién egresado de la Escuela de Bellas Artes de Mendoza (dependiente de la Universidad Nacional de Cuyo) que ya comenzaba a mostrar su talento en los salones artísticos provinciales.

Al año siguiente, Pagés se puso a trabajar en su proyecto en los talleres de la UNCuyo. Según recordó el autor varias décadas después, las figuras de 3,20 metros de altura fueron moldeadas primero en arcilla y yeso y trasladadas posteriormente a la piedra de arenisca dorada extraída de la precordillera. Cada figura se talló sobre dos bloques, montados uno sobre el otro y separados por planchuelas de plomo para evitar tensiones.

Para la extracción de los bloques de piedra y la elaboración del monumento, colaboraron picapedreros originarios del sur de Italia, amigos y familiares. Pero el asistente más importante de Pagés fue su hermano Edgardo, quien además se convirtió en la fuente de inspiración para el joven escultor, ya que algunas partes de las figuras, como los pies, se diseñaron mediante moldes del cuerpo de su hermano. Incluso, años más tarde, Edgardo Pagés se hizo cargo del negocio familiar de cerámica artesanal que sus hijos (sobrinos de Mariano) aún mantienen con mucha fuerza sobre el tradicional local situado en Bandera de los Andes, a escasos metros del monumento.

Pagés escribió en su libro de 1987 'Pagés, con estudio crítico de Rafael Squirru': "Pasado un tiempo tenía que observar la figura con un espejo para ver, con su reflejo, sus lados invertidos; de tanto mirar, no veía. Finalmente llegó el día del montaje definitivo. Cuando se inauguró, sentí una inmensa paz en mi espíritu, había concluído un gran esfuerzo".

La celebración peronista

El acto inaugural se realizó el 30 de octubre de 1950 y contó con la presencia del entonces gobernador provincial Blas Brisoli, y el intendente de Guaymallén, Roberto Espínola, y contó con la fuerte impronta peronista que caracterizaba a todos los eventos oficiales de la época.

Sin embargo, Mariano Pagés no se quedó con un buen recuerdo de la inauguración, según manifestó en su libro: "Estaba curtido por algunas circunstancias para no importarme la recordada ocasión en que no se me invitó ni nombró en la ceremonia inaugural de mi obra 'Monumento a Guaymallén', en tanto el intendente del pueblo se lo pasó en su discurso comparando a Perón con el cacique".

Con el paso de los años, mientras Pagés ganaba reconocimiento nacional e internacional con otras obras, el emblemático monumento embelesaba diariamente a miles de personas que transitaban por una zona que aumentaba su importancia residencial y comercial gracias a la apertura de la Terminal de Ómnibus y su cercanía con la zona céntrica de la capital provincial.

Sin embargo, el creador no estaba conforme con el 'trato' que su monumento recibía por parte de las autoridades: "Han pasado muchos años, y al ver este monumento rodeado de postes inmensos para sujetar cables de trolebuses, sus pequeños jardines abandonados, da pena tanta desidia".

Recién a comienzos del nuevo milenio, el Monumento al Cacique Guaymallén volvió a estar en el centro de las miradas, cuando en el año 2000 se realizó un festejo por el cincuentenario de su inauguración. Al acto asistió el entonces intendente Jorge Pardal, representantes del gobierno provincial y municipal, familiares de Pagés y numerosos artistas.

Desde entonces, esta fastuosa estructura ha pasado impoluta el paso del tiempo, más allá de los achaques propios de la naturaleza que, sorprendentemente, no la han puesto en peligro, lo que le permite sobrevivir sin ser intervenida ni restaurada desde su montaje hace setenta años.

Minibiografía de un prolífico escultor

Nacido en la ciudad de San Juan el 6 de enero de 1922, Mariano Pagés cursó sus estudios en Mendoza, más precisamente en la Escuela de Bellas Artes, donde se especializó en escultura, su gran pasión, y hasta que se graduó en 1946. Durante la década de 1940, obtuvo premios en distintos salones de Mendoza, San Juan y Santa Fe, demostrando sus grandes talentos artísticos, mientras participaba de los talleres plásticos del maestro chileno Lorenzo Domínguez.

Tras la inauguración del Monumento al Cacique Guaymallén, Pagés creó en 1952 un muro con bajorrelieves y la famosa escultura del faraón egipcio Ramsés II para la emblemática bodega Cremaschi en General Alvear, popularmente conocida como la ‘bodega Faraón’ debido a su semejanza con los míticos edificios del Antiguo Egipto y que el año pasado fue declarada Monumento Histórico Nacional. Además realizó hermosas obras en San Juan y Buenos Aires, donde su figura adquirió creciente notoriedad pública.

En los siguientes años, Pagés logró reconocimiento nacional e internacional, con exposiciones en distintas ciudades que se colmaban de asistentes y lograban excelentes críticas del ambiente artístico. Por ende, sentó su radicación definitiva en Buenos Aires por el año 1955, lo cual no le impidió recorrer el mundo durante las siguientes tres décadas (principalmente Europa) y visitar continuamente Mendoza y San Juan, donde aún yacían sus raíces.

Entre algunas de sus obras más características fuera de Mendoza, se encuentran la escultura "Paloma" (1953) en el Cementerio de Flores, de la Ciudad de Buenos Aires; el mural del Hotel Provincial de San Juan (1966); y el monumento a Carlos Gardel (2000), realizado en bronce y que se levanta en el barrio porteño del Abasto.

Mariano Pagés

También fue el creador de una vanguardista escultura de ángel de fibrocemento que se encontraba sobre el frente de la Escuela de Bellas Artes de Mendoza, pero que terminó siendo destruida en 1953 por orden del entonces gobernador peronista Carlos Horacio Evans, lo que le causó un profundo dolor al escultor.

Por otro lado, Pagés ejerció como docente en la Escuela Manuel Belgrano y en la Universidad Nacional de Cuyo, y tuvo a su cargo la Escuela de Artes en San Juan. Ello vino acompañado de numerosos reconocimientos, como el Gran Premio de Honor Presidencia de la Nación, en 1962; el primer premio del 47º Salón Nacional de Bellas Artes y el premio Konex en cerámica, en 1982.

Su estilo característico, su eclecticidad en el manejo de distintos materiales para la confección de sus obras y la permanente adquisición de nuevos conocimientos artísticos (sobre todo de la histórica técnica japonesa Raku, que daría una fuerte impronta personal a sus creaciones) convirtió a Mariano Pagés en uno de los escultores argentinos más importantes del siglo XX.

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