Agricultura y minería

El falso dilema entre agricultura y minería

Se trata, según el autor, de un dilema que sucesivos gobiernos no han podido ni sabido resolver.

MDZ Sociedad
MDZ Sociedad lunes, 15 de junio de 2020 · 09:40 hs
El falso dilema entre agricultura y minería

Por Walter José Cueto*

Ciertamente ambos sectores productivos son estratégicos, aunque por distintos motivos y con una extensa historia en la Provincia. Es necesario diseñar una política que los complemente y que deje de verlos como contrapuestos. Tiene que ser un esfuerzo con acuerdo social que involucre tanto a la clase dirigente como a toda la ciudadanía.

El núcleo de ese acuerdo debe girar sobre una definición estructural de su recurso más escaso: el agua, con una licencia social que lo respalde, pero convencida y que reconozca la heterogeneidad territorial que nos caracteriza. Es decir, tenemos territorio y agua suficiente si sabemos hacia dónde queremos ir y en qué proyectos queremos sentar nuestro desarrollo futuro.

La controversia no puede seguir ignorando la minería pero tampoco abandonar o relegar la agricultura con “decisiones de no hacer” o sólo con políticas burocráticas de coyuntura, que en el fondo confirman el escaso convencimiento de que el sistema agroalimentario pueda ser nuevamente un motor de crecimiento sostenido y sustentable, con la incorporación cada vez de mayor valor agregado en su producción ¿o no ha sido la agricultura la base y el soporte que hasta hoy han tenido los sucesivos niveles de diversificación productiva? Quizás, la sociedad pueda revisar y replantear la cuestión minera si se acuerdan aspectos tales como, en dónde se va a hacer y cómo se llevará adelante, especialmente en lo que hace a disponibilidad de agua y control efectivo de la contaminación ambiental y el tratamiento de sus pasivos. Sobre la explotación minera quizás se pueda decir como idea en voz alta: en Malargüe nos sentamos a dialogar, pero en el Valle de Uco ni parados!!!.

Así como los excesos discursivos de altos funcionarios provinciales de gestiones recientes le suelen confirmar a los productores agropecuarios que ellos, sus proyectos y su trabajo no son prioritarios en la agenda de Gobierno; también puede ser un exceso no dejar hacer minería en zonas como Malargüe donde su población y el gobierno local reclaman la posibilidad de hacerla.

Por qué no se puede promocionar, sobre la base de una planificación territorial concertada e integral. No sería el primer territorio que protege sus áreas de producción agrícola. Casi toda la Unión Europea hace crecer las suyas e impulsa su crecimiento con protección de todo tipo y exporta con calidad y creciente incorporación de valor e innovación en la producción de alimentos.

El estudio y el asesoramiento de instituciones, investigadores, tecnólogos y profesionales lo respaldan. Está el Instituto Nacional de Vitivinicultura, la sede Regional Cuyo del INTA, la sede provincial del INTI, tiene su sede CONICET, además de las universidades públicas y privadas que ofrecen carreras vinculadas al tema; sin embargo los esfuerzos científicos y tecnológicos no conmueven a la clase dirigente que mira con obstinación y hasta con indiferencia la posibilidad de recuperar el sistema agroalimentario regional. Inclusive en la actual situación de pandemia, Julio Berdegue –Representante Regional de FAO- señala que “Es clave que los gobiernos declaren la alimentación y la agricultura como actividades estratégicas de interés público nacional, con apoyo de todos los órganos del Estado y de la población. Es esencial mantener vivo el sistema alimentario, para que la crisis sanitaria no se transforme en una crisis alimentaria”

Lo cierto es que los sucesivos gobiernos, con la disposición de todos los recursos del aparato estatal, parecieran no reconocer ni aceptar que la agricultura puede generar “alimentos de calidad y con creciente valor agregado”, con la inclusión de una mejora intensiva en la eficiencia del uso del agua y del suelo que sumarían la creación de fuentes de trabajo cada vez más calificados y especializados y arrastraría el crecimiento de otros sectores como lo demuestra el caso paradigmático del turismo asociado a la cultura y la vitivinicultura.

Y el sistema agroalimentario regional también tiene espacio para que convivan la agroindustria y la agricultura familiar. Hay tierra inculta en los oasis y en zonas no irrigadas que solo espera una visión estratégica, un plan y políticas que le den sustentabilidad para que la gente vuelva a recrear los cinturones verdes en la Provincia. Coincidimos con productores y expertos que piensan que es posible un desarrollo sostenido y diversificado, con innovación integral, que incluya ciudades saludables, campos habitables y habitados, producciones con creciente incorporación de tecnología y rentables. La idea es diversificar sin destruir.

El dilema no comenzó con la pandemia del Covid-19, pero -como dice Ramonet- este “hecho social total” que ha desarticulado el rumbo mundial, nos obliga a repensarnos colectivamente, como sociedad y en este escenario retoma su carácter estratégico el sistema agroalimentario y sus complejas cadenas productivas y de valor, como soporte de la seguridad y de la soberanía alimentaria cuando pareciera que, por ahora, otras soberanías ya se han perdido.

*El autor es miembro de la Unidad Mixta para el Desarrollo y la Sustentabilidad del Sistema Agroalimentario Regional de Mendoza y San Juan, en representación de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNCuyo.

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