Postales mendocinas

Canción de amor a los jesucristos tumberos de Conducta Calle

Un elogio a esa belleza que sangra, porque el arte más puro es el que brota de las cenizas de un calabozo. Todo comenzó con una condena y su correspondiente olvido, ahora, Conducta Calle, desde una prisión, entona la canción de amor más bella del mundo. Y nos piden ayuda.

Ulises Naranjo
Ulises Naranjo miércoles, 11 de diciembre de 2019 · 06:41 hs
Canción de amor a los jesucristos tumberos de Conducta Calle
Conducta Calle, cantando junto a Marciano Canterio, de Los Enanitos Verdes (foto de Lisandro Figueroa).
Canción de amor a los jesucristos tumberos de Conducta Calle
El Mono de Kapanga también cantó con Conducta Calle (foto de Cristian García).
Canción de amor a los jesucristos tumberos de Conducta Calle
La banda visitó el penal de Almafuerte e hizo su show (foto de Cristian García).
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Todo comenzó con una condena, pero, bueno, todo comienza con una condena; sumemos un par de hecho fortuito -casi todos los hechos son fortuitos- y un racimo de dolores escondidos que quieren decirse. La mesa quedó servida para el arte.

Las cosas más hermosas del mundo son paridas en pesebres hediondos y miserables. Aquí contaremos la historia de la banda de música de presos Conducta Calle, pero, antes, como corresponde, nos iremos de tema.

Cutlura en el encierro (foto de Ulises Naranjo). 

Siempre la belleza nos ha resultado intolerable.

A ver: no hablamos de esa belleza fácil, boba, previsible y consagrada: la de los estereotipos, esa de las publicidades de telefonía y cremas humectantes, la de los gilipollas tostados que asisten a eventos caretas o esa de las dentaduras níveas y de los culos de las modelos de videoclips reggaeton y de los padres de familia que fingen amar a sus hijos.

Hay otra belleza y es intolerable: la propone el arte, cuando nos desafía con sus aristas cortantes o sus barrotes inconmovibles, la que nutre pero abandona, la que enseña pero hiere, la que se vuelve espejo de nuestras propias miserias; especialmente, aquella belleza que corremos a un costado porque desafía el aburridísimo estándar de nuestros valores burgueses y, a veces, la belleza que no es nuestra, tal vez, porque la que perdimos: la belleza de los solitarios y los condenados.

Conducta Calle con Mario Vilurón con el fondo de Boulogne Sur Mer (foto Romina Abel). 

La otra, la belleza boba y previsible y consagrada: es esa de lo “bonito”, la de lo armónico y previsible hasta lo matemático; la belleza de lo meramente placentero, la belleza de lo ideológico ilegítimo en eso que es “bueno a los ojos de Dios” y, también, en estos tiempos, la belleza del márqueting, la del status ungido, la belleza de aquello que puede producir algún tipo de lucro, la de los bienaventurados y la belleza cínica, la indolente, la peor de las bellezas, cuyas flores son regadas con sangre de desabrigados.

Esa belleza de lo bonito, históricamente ha servido como anestesia social y, en las últimas décadas, ha ido apestando incluso los ámbitos de lo social y lo artístico. Es una belleza que nada tiene que ver con la salvaje belleza del arte, si interpretamos que el arte, necesariamente, es conflicto con el “sistema”, ruptura de valores y esquemas tradicionales, apertura de nuevas dimensiones de lo real, fractura que no ha perdido su esencia bien ganada, desde el surgimiento del Romanticismo, a fines del siglo XVIII.

Volvamos al tema, enriquecidos o confundidos.

Imaginemos una cárcel: superficie de lo negado, no lugar constitutivo, espacio de encierro diseñado para depositar personas. Imaginemos que, ahora mismo, es verano, con 36 grados pegoteados en los tatuajes y gotas salinas tiritando en los cuellos con lunares. Imaginemos con la esperanza de que un milagro pudiera hace que la ausencia retrocediera un tranco.

Allí, lejos de los hermosos y cínicos estereotipos, lejos de las agendas y de los medios y sus tóxicos tendones, en el día a día, a cargo de gentes marrones, aflora una belleza inaudita, colosal, una que resiste y combate, educa a los golpes y desdice la ahogada desesperación.

Un buen día, un grupo de presos junto a dos penitenciarios comenzaron a hacer música con un rallador oxidado y tachos vacíos de pintura en una celda; otro día cayó en cana un tecladista de tres notas y uno intentó cantar y, cuando empezaba a afinar un poquito, salió en libertad; otro día un trajinero señaló a un preso nuevo que comía un alfajor:

- Dale, cantá…

- Estoy comiendo.

- Cantá, Palta, dejate de joder. 

Y, entonces, el Palta empezó a cantar una de Luis Miguel y habrán de creer que jamás se oyó canción más hermosa en el penal mendocino San Felipe, sitio donde se ubica nuestra historia.

Así, el grupo de música popular Conducta Calle se inició en eso de granjearse respetos intramuros. Gaspar Conteras -desde lo operativo- y Lucas Aja -desde la producción musical- son los penitenciarios responsables de un proyecto musical que, en dos años, logró ganar alturas insospechadas, dejando pequeños -y, a veces, ridículos- todos los muros. 

“Se empezó a ensayar bien. Lucas llevó al penal todos sus instrumentos y hasta su estudio de grabación y las canciones tomaron forma, bajo su dirección. A mí me tocó, entonces, empezar a contactar a figuras nacionales e internacionales para que cantaran con Conducta Calle. El primero fue Víctor Heredia”, comenta Gaspar. Con Heredia, grabaron “Bailando con tu sombra (Alelí)”, quien les confesó que fue una de las versiones más lindas que había hecho. Con este empuje, las puertas comenzaron a abrirse. Se sumaron, entonces, Piero con "Mi viejo", el Mono de Kapanga con "El universal", Marciano Cantero de Los Enanitos Verdes con "Amigos", Teresa Parodi, Mario Vilurón con "Abrázame muy fuerte", gracias al apoyo del estudio móvil Santa Marta, en Buenos Aires. Ahora, lo juran, se vendrán Alejandro Lerner, Caligaris, Facundo Toro, Divididos,Adriana Varela, Diego Frenkel y Javier Calamaro. Incluso, hasta videos han hecho los internos, grabados con un celular: en ellos también se solaza la belleza que nutre. 

Aporta Lucas, el músico penitenciario: “La música genera puentes emocionales que pueden reconstruir el alma. Tal vez exista algún tipo de redención a través de la música, no solo para con la sociedad, sino también para con uno mismo”.

Muchos los ayudan y quieren agradecerlo: los internos del penal y sus familias, los empleados penitenciarios, Tite Barbuza (la diseñadora famosa que les hizo la marca), Xinca (fábrica de zapatos), Falca (fábrica de ropa), Azcárate y Marra (equipos), el Matatán (ropas) y a los medios que les dan bola y a todos los que -con llamativo respeto- alientan desde las redes para que este proyecto no decaiga. Cierra Gaspar: “Hay mucho orgullo por ser parte de la banda. ‘Chapean’ con que son integrantes de la banda y ha mejorado el clima dentro del penal. Hasta tienen una remera que dice ‘Soy de interés legislativo’. Incluso hemos llegado a dar conciertos en el penal Almafuerte y en el de mujeres de El Borbollón”.

Detengámonos aquí, pues no es un hecho común: imaginen, ahora, un viaje en la caja de un vehículo de seguridad debidamente escoltado por patrulleros con armas de fuego: allí dentro, una docena de presos es trasladada de un penal a otro para dar un recital de cumbias, salsas y bachatas. Mujeres y hombres detenidos y sus familias bailan y aplauden y esos lugares sombríos se vuelven escenarios de fiesta. Este es ejemplo cabal de esa belleza que alentamos: uno de los músicos trae a su hijo al escenario para que toque con él y ese niño vuelve a casa con un buen ejemplo de su padre. 

La belleza de Conducta Calle es esta que honramos, la que estos muchachos construyeron pedazo a pedazo, con maderos náufragos, la belleza que les cuesta la vida y la que les paga con muerte cotidiana, debidamente negada, en las canciones.

Calla, chorra. (Foto de Ulises Naranjo) 

Respiremos un poco. A decir verdad, todo lo anterior no viene al caso.

Todo lo anterior, quizás fue escrito porque no existe el valor suficiente para ir al grano. Hagámoslo: Conducta Calle necesita que los ayudemos a seguir sonando. Necesitan instrumentos y equipos: guitarras, bajos, baterías, teclados, cuerdas, micrófonos, amplificadores, usados, por supuesto, serán bienvenidos y destinados a buenas artes. Si pueden, entonces, llamen al 2615925963 de Gaspar o encuéntrenlos en dos redes sociales: Facebook e Instagram

El grupo de música popular, en Almafuerte (Foto de Lisandro Figueroa). 

Nombremos a la banda: Palta (cantante), Diego (monitor del taller), Samuel (tecladista), El Polaco (güiro), Gula y Leo (percusión), Iván (sapito), Jonhattan (octapad), Marcos (bongó), Gastón (bajo), Bocha (guitarra) y Nacho (animación y coros). Ellos son los protagonistas de un ejemplo que, desde Mendoza, se ofrece al mundo. Repitamos: necesitan equiparse y sentir que sus testimonios obtienen eco en nosotros para que la belleza de Conducta Calle se mantenga con vida.

Ahora que viene la Navidad y sus pesebres, ofertas y banderines, imaginemos que se trata de cristos que no pueden urdir sus bonitas páginas que hablan de panes y de peces.

Ulises Naranjo.

 

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