Presenta:

¿Mar de vino o mar de oportunidades? Perspectiva 2025–2035 para Mendoza y la Zona Este

El horizonte estratégico no pasa por elegir entre exportar o vender en el mercado interno, sino por equilibrar ambos frentes.

Imagen referencial.

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ALF PONCE MERCADO / MDZ

Nota metodológica

El presente documento fue elaborado por Gabriela Lizana con asistencia técnica , a partir de fuentes verificadas y datos oficiales actualizados a 2025. Es un texto original, de carácter analítico e institucional, destinado a servir como base para publicaciones del Observatorio Vitivinícola Zona Este . Las fuentes incluyen la Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV), Tecnovino, Global Market Insights, ICQRF (Italia), INFOVI (España), Wine Australia, SAG/ODEPA (Chile), SustentaVitis (Mendoza) y el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV).

Panorama global 2025: un mar de vino que se expande

En 2025, el mercado mundial del vino sigue condicionado por una sobreoferta estructural. Según la OIV (2025), el consumo global cayó a 214,2 millones de hectolitros en 2024 (-3,3% interanual), mientras la producción alcanzó 225,8 millones, generando excedentes que presionan los precios internacionales. El comercio exterior se mantuvo estable en volumen (99,8 Mhl) pero alcanzó un valor récord de 35,9 mil millones de euros, señal de un mercado que vende menos litros pero más caros.

El informe ‘Previsiones hasta 2035 para el mercado mundial del vino’ (Tecnovino, 2025) proyecta que el mercado global crecerá de USD 1,9 billones en 2025 a USD 3,32 billones en 2035, con una tasa compuesta del 5,7%. Sin embargo, este crecimiento será desigual: se concentrará en segmentos premium, sostenibles y de baja graduación alcohólica, mientras los vinos de volumen seguirán enfrentando competencia y márgenes ajustados. En este contexto, la reconversión del modelo productivo es indispensable.

Argentina y Mendoza: entre la caída del consumo y el desafío del stock

En Argentina, el panorama 2025 refleja la combinación de factores externos e internos. La producción vitivinícola se ha estabilizado tras la cosecha corta de 2023, pero el consumo interno continúa en descenso. Según la OIV (2024), Argentina pasó del sexto al octavo puesto en el ranking mundial de consumidores, con un consumo de 7,8 millones de hectolitros (-6,2% interanual). Las bodegas acumulan entre 6 y 8 meses de stock técnico, reflejo de una demanda interna débil y exportaciones moderadas por costos logísticos y tipo de cambio real.

La conclusión es clara: mientras el mercado internacional se recompone lentamente, el eje estratégico de corto plazo debe ser estimular la demanda nacional. Argentina no puede apostar únicamente a exportar más, sino a reconectar al consumidor local con el vino como producto cultural y cotidiano.

La Zona Este: territorio clave para una vitivinicultura sostenible

La Zona Este, que representa cerca del 45% de la superficie vitícola mendocina, es el corazón productivo del vino argentino. Su escala, diversidad varietal y estructura PyME la posicionan como el espacio ideal para ensayar modelos productivos sostenibles y de intervención baja. Frente a un contexto de sobreoferta global, el Este puede transformar su aparente desventaja en oportunidad, revalorizando su identidad de origen y su rol en el abastecimiento del mercado interno.

Vinos de intervención baja y sostenibles: una nueva identidad para el Este

Los vinos de intervención baja son aquellos elaborados con mínima manipulación tecnológica y química, respetando al máximo las condiciones naturales del viñedo y del proceso. No implican menor control, sino mayor precisión y equilibrio. Se limitan los aditivos, se privilegia la fermentación espontánea, se evita el uso excesivo de sulfitos y se preserva la expresión del terroir.

En paralelo, los vinos sostenibles integran una mirada ambiental, económica y social: uso eficiente del agua, reducción de agroquímicos, energía renovable, bienestar laboral y comercio justo. En Mendoza, la certificación SustentaVitis ha comenzado a consolidar este enfoque, permitiendo medir y validar prácticas sustentables en viñedos y bodegas. La Zona Este puede liderar este movimiento, ofreciendo vinos auténticos, accesibles y responsables, que respondan a las nuevas tendencias de consumo global.

Trazabilidad y precios justos: confianza, equidad y valor de origen

La trazabilidad es una herramienta central para garantizar transparencia y competitividad. Permite rastrear cada botella hasta su origen: viñedo, productor, prácticas de manejo y fecha de cosecha. En mercados donde el consumidor exige autenticidad, la trazabilidad aporta confianza y facilita el acceso a mercados premium o con exigencias ambientales específicas. Integrada con certificaciones como SustentaVitis, puede convertirse en un distintivo de los vinos del Este.

A su vez, los esquemas de precios justos son indispensables para sostener la sostenibilidad. No hay vitivinicultura verde con productores en rojo. El establecimiento de contratos transparentes, pagos previsibles y márgenes razonables para la producción primaria es condición necesaria para que los modelos sustentables perduren en el tiempo.

Estrategia 2025–2035: fortalecer la demanda interna sin renunciar al mundo

El corto plazo exige políticas activas de promoción del consumo interno: campañas de comunicación, reducción impositiva para bodegas PyME, alianzas con gastronomía, turismo de cercanía y venta directa. Paralelamente, se debe consolidar una oferta sostenible y trazable, compatible con los estándares internacionales y alineada con certificaciones como mencionamos.

El horizonte estratégico no pasa por elegir entre exportar o vender en el mercado interno, sino por equilibrar ambos frentes. Fortalecer la demanda nacional no excluye la exportación, ni viceversa : la complementa, estabiliza precios y otorga la tan pretendida previsibilidad a toda la cadena de valor. Mientras el mercado global atraviesa un ciclo de sobreoferta y márgenes ajustados, consolidar un consumo doméstico activo es la mejor forma de ganar tiempo, proteger empleo y preparar la reconversión exportadora hacia 2030–2035.

Mendoza —y en particular la Zona Este— puede ser el ejemplo de esa articulación: una vitivinicultura que abastece su propio país con orgullo, que exporta con identidad y que integra sostenibilidad, trazabilidad y precios justos como pilares de una economía regional más fuerte.

En ese camino, el rol del Estado provincial y nacional debe ser el de acompañar con reglas claras, financiamiento accesible y promoción inteligente: no es intervencionismo inutil, es politica de estado, que promueva ademas la articulación público-privada. La sostenibilidad y la competitividad no se decretan, ni se logran espontaneamente, se construyen con planificación, transparencia y visión compartida.

El desafío no es producir más vino, sino producir con propósito: transformar el mar de vino en una corriente de oportunidades, donde cada botella refleje territorio, trabajo y futuro. Que refleje , en otras palabras, nuestra tierra y quienes somos

Referencias

  • Organización Internacional de la Viña y el Vino (OIV). (2025). State of the World Vine and Wine Sector 2024. https://www.oiv.int
  • (2025). Previsiones hasta 2035 para el mercado mundial del vino: ¿copa medio llena o medio vacía? https://www.tecnovino.com
  • Global Market Insights. (2025). Wine and Grape Must Market 2025–2034. https://www.gminsights.com
  • (2025). Certificación de Sostenibilidad Vitivinícola de Mendoza. https://www.sustentavitis.com
  • ICQRF – Cantina Italia. (2024). Giacenze di Vino in Italia.
  • INFOVI / Observatorio Español del Mercado del Vino (OeMV). (2024). Datos de existencias vínicas.
  • Wine Australia. (2024). National Wine Sector Report 2023–24.
  • SAG / ODEPA (Chile). (2024). Informe sobre existencias y vendimia nacional.
  • Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV). (2024). Informe de cosecha y existencias.