Las muertes del Zoológico, lágrimas de ¿cocodrilos?
Casi en simultáneo murieron una elefante que había estado décadas en Mendoza y un artista plástico que fue director del zoológico en el que estuvo la elefanta en cautiverio. La elefanta ocupó tapas de diarios, Norberto Filippo, tímidas necrológicas
La elefanta Kenya y Pupy en el santuario de Brasil.
Santuario de elefantesCausó conmoción la muerte de Kenia, una elefanta que vivió involuntariamente muchos años en Mendoza, geografía impertinente. Durante la última década, sólo pudieron visitarla trabajadores del Estado, al cuidado de animales del antiguo zoológico, y médicos veterinarios que tienen a su cargo la sanidad de los animales aún en cautiverio. Al menos pasaron 9 años desde que ningún padre irresponsable pudo decirle a sus hijos que le dieran maníes con cáscara para entretenerse mirando al mamífero más grande del planeta entretenida con un minúsculo alimento. A pesar de los cuidados especiales y de haber sido trasladada a un santuario de Brasil, feneció.
La sensibilidad de buena parte de la sociedad se hizo notar. La imagen de la enorme Kenia ganó portadas en medios nacionales y locales, figuró en reels, posteos y volvió a ser figura en el fluido tránsito de comunicación digital.
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Detenerse a pensar porqué moviliza la muerte de un paquidermo oculto durante años quizá es un ejercicio fútil, pero muta a necesario por esas malditas coincidencias.
Con pocas horas de diferencia de conocerse la muerte de Kenia, falleció Norberto Filippo y créanme, no se trata de una asociación irreverente. Norberto Filippo ocupó durante algunos meses la dirección del Zoológico de Mendoza, paseo que permitió que varias generaciones conocieran las entrañas del Cerro de la Gloria y tomaran contacto, al menos visual y olfativo, con especies de animales que no deberían haber estado ahí, según dicta la naturaleza, pero estaban y eran deleite de familias completas, mucho antes de que las imágenes llegaran desde todas partes y se posaran en pantallas televisivas en el comedor, lugar que otrora ocupaban los abuelos.
El éxito de rating de Animal Planet en la década de 1990 insinúa una explicación por la tristeza que genera la muerte de Kenia. Mal podríamos decir "desaparición física" ya que eso, para el público de a pie, ocurrió hace una década, cuando el actual gobernador debutó en ese cargo y prometió un Ecoparque que está más demorado que la conclusión de la iglesia de la Sagrada Familia de Gaudí en Barcelona. Lo cierto es que, so pretexto de devoción ecológica, niños, niñas y ya adolescentes, sólo conocen a algunas especies de animales en estado cadavérico, y tampoco con demasiada frecuencia, en la propia heladera
De grandes dimensiones
Aunque abunden explicaciones, algunas científicas, otras esotéricas y la mayoría sencillamente absurdas sobre la mecánica cuántica y esas abstracciones sobre lo diminuto, las grandes dimensiones siguen siendo un atractivo especial. Como lo fue el mítico elefante Jumbo, traducido a Dumbo por Disney, las obras del artista Norberto Filippo ganaron fama por sus dimensiones.
Una figura Huarpe sobre el suelo, cerca de la ex Estación Belgrano de trenes, puede verse desde el aire cuando los aviones están próximos a sus aterrizajes en El Plumerillo. La que lo catapultó a la consideración pública fue aquella pieza pictórica que de tan grande, la flamante viuda demoró bastante en advertir que se trataba de un retrato de su esposo. Una especie de tapiz que, como si fuese una foto quemada (o sea, sin a trama sutil) aparecía la imagen de Néstor Kirchner, sobre una inmensa tela, pero en vez de óleo o acrílico, Filippo utilizó vino malbec para pintarlo. La conmoción de Cristina Fernández de Kirchner fue lo que le proporcionó fama al artista plástico, pero su capacidad no era reciente.
Fuera de su lugar
Norberto Filippo nació, creció, estudió en Buenos Aires. No era muy joven cuando prefirió Mendoza como destino de vida. Residía y tenía su taller en una esquina de la quinta sección de la Ciudad de Mendoza. En su breve paso por el zoológico, provocó algunas acciones notorias, la más destacada fue la de proveerle aire frio a un oso que la pasaba mal en los estíos implacables mendocinos. También se involucró (y fracasó) en una de las muchas veces que el Cóndor inanimado de la entrada a Mendoza perdió su cabeza. Proponía innovaciones digitales, pintaba, creaba pero también -pecado de la postmodernidad vernácula- se manifestaba abiertamente en favor de los postulados peronistas, sin fintas evasivas ni imposturas especulativas, suficiente argumento para que no gozara del aplauso acrítico de la atmósfera artística, ni de los favores partidarios.
La elefanta, el oso y Norberto Filippo
Quienes figuran nacidos en el siglo y milenio pasados, pudieron conocer al oso que fue rescatado por la sensibilidad de Norberto Filippo y tuvieron ocasión de admirar el enorme tamaño de Kenia. Pero sólo pudieron intercambiar un diálogo, así como quien firma esta columna, con el artista plástico, funcionario ocasional y ecléctico artista. Este es un análisis desde lo sensitivo y emocional, pero desde la perspectiva financiera de la actual gestión -provincial en alianza con la nacional- la evaluación se extiende a la materialidad: ¿cuánto le costó a la provincia (o sea, a quienes la integran, contribuyen, aportan) el traslado (inútil a juzgar por lo ocurrido) de Kenia? y la pregunta que retumba en la mínima sensibilidad humana ¿cuánto le costaría a Mendoza rendirle un discreto homenaje a ese personaje que desparramó malbec en bastidores sin glamour?


