La ansiedad argentina puede arruinar la minería: el caso testigo de Mendoza
La dirigencia acostumbrada a tiempos de cuatro años, exige resultados inmediatos a una minería que planifica a largo plazo. No son 100 metros, es una maratón.

La minería en Argentina se enfrenta a un desafío que trasciende la geología o los mercados internacionales. La principal amenaza que hoy asoma es la ansiedad. Una prisa, que se asimila casi a un tic nervioso de la dirigencia política y gremial, por ver frutos inmediatos de una industria que, por su propia naturaleza, trabaja en plazos que se miden en décadas.
El secretario de Minería de la Nación, Luis Lucero, lo advirtió sin medias tintas ante el Congreso: "Necesitamos comprender los tiempos de esta industria… corremos el riesgo de, lo voy a decir fuerte, arruinar todo". No se trata de una opinión cualquiera, no porque sea funcionario, sino porque el Lucero del sector privado fue abogado de la brasileña Vale. Estuvo al frente de muchas discusiones en Mendoza para el avance de Potasio Río Colorado antes de su freno, proyecto que tuvo mucho de lo que hoy advierte.
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Lucero no solo se limitó a una visión conceptual, sino que puso en la mesa los datos crudos que deberían servir de brújula: una mina de cobre de clase mundial no nace de la noche a la mañana. "La construcción de una mina de clase mundial de cobre toma 4 años. A mí todavía me sorprende la dimensión de lo que estamos hablando: 4 años que siguen a uno o dos del estudio de factibilidad, que siguen a los 10 o 12 de exploración".
Este es un esfuerzo continuado que choca de lleno con el calendario electoral y la presión por resultados de corto plazo. La dirigencia argentina, acostumbrada a ciclos de gestión de cuatro años, tiende a exigir a los proyectos mineros empleo masivo y regalías millonarias casi de manera inmediata, antes de que las palas comiencen a trabajar. El propio secretario remarcó la necesidad de "inteligencia colectiva y emocional" para "controlar la ansiedad" y "no pedirle a los proyectos frutos antes de lo que los pueden dar".
El dilema del proveedor local de la minería
Esta misma ansiedad se traslada al debate sobre los proveedores. Es comprensible y legítimo que las pymes y empresas locales busquen un espacio en el negocio. No obstante, en su afán por garantizar un “compre local” a cualquier costo, se corre el riesgo de subestimar la complejidad técnica de la gran minería.
Aquí es donde la voz de alerta debe sonar fuerte. Si bien es justo que se busquen oportunidades, el reclamo de los proveedores solo se justifica cuando estos cumplen con los estándares de calidad y seguridad de una industria global. A la fecha, y por la ausencia de producción de cobre a gran escala, la Argentina ha desarrollado de manera limitada un ecosistema de proveedores de servicios especializados (desde ingeniería de detalle hasta mantenimiento de equipos) que los grandes proyectos necesitan.
El ejemplo de Chile es ilustrativo. Ricardo Reyes, un experto con 37 años en la industria, recordó en una reciente exposición en Mendoza cómo, durante su etapa en BHP Billiton, las necesidades de la compañía eran tan grandes que el mercado chileno, a pesar de su desarrollo, no podía cubrir. "Esto me llevó a viajar a Canadá y Australia para mostrar las necesidades no resueltas e incentivar a proveedores de esos países a establecerse en Chile. La minera incluso ofreció facilidades legales para que pudieran formar sus propias empresas". Esta experiencia, según Reyes, demuestra que el mercado minero no es limitado, sino que, por el contrario, "requiere un flujo constante de nuevos servicios y tecnologías".
Esta visión fue compartida por José Pablo Domínguez, gerente general de Sudamérica de ME Elecmetal, que en su visita al Foro Industrial de Mendoza, señaló una diferencia con la experiencia de su firma en Chile, donde su empresa tuvo que girar hacia la minería en los 90. "Argentina es más industrializado que Chile" y Domínguez ve en ello una ventaja comparativa y un gran potencial: "el poder aprovechar esas capacidades de ingeniería, esas capacidades de metalmecánica, esas capacidades que ya existen, y volcarlas hacia la industria mineral".
La experiencia de su propia empresa, ME Elecmetal, es un claro ejemplo de este proceso. Domínguez cuenta que su compañía chilena, si bien estaba en un país con vocación minera, partió trabajando en otros rubros como la agricultura o los ferrocarriles. A partir del boom minero en los 90, lograron "girar hacia la minería y logramos competir... porque teníamos buenos productos, buenas capacidades metalúrgicas". Esto muestra que el camino de la especialización y la adaptación es posible, pero toma tiempo y un esfuerzo continuado para lograr "expandirnos a otros productos y a otros servicios a partir de las oportunidades".
El espejo de Potasio Río Colorado
Lo que Lucero advierte como un riesgo teórico, Mendoza lo ha vivido en carne propia. El caso de Potasio Río Colorado (PRC) es el ejemplo más doloroso de cómo la ansiedad puede arruinarlo todo. La empresa brasileña Vale, una de las mineras más grandes del mundo, llegó a la provincia con una inversión de clase mundial. Pero en el camino se encontró con un sinfín de trabas que, en el fondo, nacían de la prisa y el afán de todos los sectores por conseguir una porción de una torta que que aún no se había horneado.
La presión, las exigencias gremiales y los pedidos desproporcionados desde varios frentes se sumaron a la dilación de la propia autoridad de aplicación. Cada pedido, cada obstáculo, fue sumando costos y demoras que no sólo afectaron la planificación del proyecto, sino que hicieron que el cronograma y la inversión inicial que se hizo y que fue de US$ 1.500 millones terminaran por quedar desfasados con la caída del precio internacional del mineral. La ansiedad, la falta de madurez para entender los tiempos de la industria y el querer todo de golpe hicieron que Vale optara por lo impensado: perder una inversión multimillonaria e irse, dejando el proyecto en pausa indefinida.
El camino a seguir: de la imposición a la especialización
El afán por imponer por ley un porcentaje de compre local sin el debido proceso de capacitación es, en esencia, una de las mayores amenazas que Lucero señalaba. Querer beneficiar a uno por la vía de la imposición, como dijo a este diario la presidente de Aprimin de Chile, Dominique Viera, termina ralentizando los proyectos. La solución no es obligar a la industria a trabajar con proveedores que no están listos, sino capacitar y asociar a las pymes locales con pares internacionales para que se especialicen y sean la mejor alternativa para la empresa que operará en sus localidades.
La experiencia de empresas como Elecmetal demuestra que la clave no está en la cantidad de proveedores, sino en su calidad y la especificidad de lo que ofrecen. Hoy tienen posición en 46 países con sus bolas y revestimientos para molinos, trabajos muy específicos que la minería demanda permanentemente.
Como señalan los especialistas, y la experiencia confirma, la gran oportunidad para los proveedores argentinos está en apuntar a los sectores estratégicos de la operación, donde se destina la mayor parte del dinero. En el caso del cobre, esto implica concentrarse en el 80% del dinero que la minería destina a sus costos de producción.
La Argentina tiene un desafío pendiente: superar su ansiedad y madurar. La minería no es una solución mágica, es un proyecto que requiere visión a largo plazo. Los apuros y los intentos por asegurar la mayor parte de una torta que aún ni siquiera está horneada sólo perjudican. PRC es un ejemplo de lo que no se debe hacer y la experiencia nos llama a ser pacientes y cautelosos, porque la sola existencia del mineral no termina por confirmar que un proyecto se ejecute y las condiciones del ecosistema son claves para ello.