Consecuencias de la Mendoza mansa: contrastes, esperanzas y un nuevo contrato con Milei

A la derecha, en el inicio del recorrido, está la ciudad amurallada. No es Cartagena de Indias, sino la Universidad Nacional de Cuyo, que eligió aislarse para prevenir la inseguridad con un paredón de mal gusto. Pocos metros más adelante un boulevard con frondosos árboles da ingreso a la zona Dalvian, el barrio privado más grande y emblemático de la provincia, donde reside buena parte del poder de Mendoza y ostenta un modelo de vida endogámico. Al retener esa imagen el contraste es fuerte: algunos kilómetros más allá la ruta se hace angosta y la banquina la reemplazan casas precarias donde sobreviven las familias que están en el borde de La Favorita: precariedad, falta de servicios, inseguridad y pocas expectativas. “Cuídese”, recomienda una joven madre que camina esquivando autos.
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El límite parece el dique Papagayos, desde donde comienza un recorrido de basurales, ruinas y pobreza. Hasta allí la ruta 99 es un zigzag atractivo en el que hay que hacer foco para descubrir la realidad; como los barrios coquetos que tienen pancartas de reclamo por falta de agua y cloacas, los loteos clandestinos la iglesia más importante de Mendoza y algunos atractivos recreativos de un pasado mejor. Hay, también, torres de vigilancia que se parecen más a las estructuras del panóptico de una cárcel que a un mecanismo de prevención de una zona urbana; aparecen cada tanto e inquietan; igual que el enrejado.
Si alguien quiere conocer Mendoza y tiene poco tiempo, hay un circuito que demanda menos de 30 minutos en el que se puede construir un aguafuerte potente. La ruta 99, conocida como circuito El Challao, tiene tantos matices que el intento de analizarlos puede abrumar. Barrios privados, carencias y estrategias de aislamiento como el de la UNCuyo. Una impronta potente de lo que ocurre en gran parte de Mendoza, con fragmentación, aumento de la desigualdad y guetos. Si Mendoza quería parecerse a Chile en algunos aspectos, comienza a lograrlo; pero al Chile de los 80 y 90. Menos clase media, más problemas de acceso a servicios y bienes para algunos sectores y una siembra a futuro compleja.
Ese punto de partida tiene muchos ejemplos similares. Lo mismo ocurre en Las Heras con la zona que rodea al aeropuerto, el punto de inicio de la promisoria ruta del turismo de lujo en Mendoza en el que habrá un tren innovador y que está rodeado de barrios donde las familias pasan hambre extremo. “Sopa de huevo, té, o guiso de fideos come. Pero ha perdido peso”; explica Abril, una adolescente que es madre y que está preocupada por el cierre de los servicios de Conin, lugar al que asiste porque su niño está en riesgo nutricional. Sí, en Mendoza hay más de un tercio de la población marginada de la vida productiva y hambre extremo, aún cuando el último dato del INDEC sobre la indigencia mostró una baja significativa.
Un nuevo comienzo
Esas situaciones extremas son algunos ejemplos del punto de partida de Mendoza, una provincia que está en un momento bisagra; nuevamente. Algo de eso entiende Alfredo Cornejo, que tomó su segundo mandato como un reinicio de la matriz de la Provincia. En materia productiva, y de infraestructura. Ya hay inversores que dejan de lado la vid, para concentrarse en otros productos. La minería es una de las grandes apuestas para mejorar los ingresos, el empleo y la generación de riqueza, aunque es una industria de largo plazo y de impacto paulatino. El petróleo está en decadencia, pero hay alguna esperanza en Vaca Muerta (la formación no convencional que tiene una ventana de oportunidad de solo dos o tres décadas por la transición energética).
El Gobernador toma siempre como introducción a cualquier análisis un dato de contexto obvio: que las políticas macroeconómicas dependen de la Nación, que las provincias tienen pocos instrumentos para cambiar esa realidad, que hay muchos condicionamientos.
Lo que los gobernadores no esperaban era que la Nación sumara otros problemas, como el abandono por completo de las políticas de desarrollo, inversión y motivación productiva. Ordenar la macro es condición necesaria, pero no suficiente. Esa máxima también la tiene como propia Alfredo Cornejo, aunque detrás hay un dejo de resignación, pues a la descripción no le sigue una crítica a la Nación por el abandono de responsabilidades, la falta de devolución de recursos y hasta el maltrato discursivo. El Gobierno tomó como eje de la campaña de promoción turística la palabra “manso”, entendida como un adjetivo “mendocino” de algo muy bueno. Puertas afuera se entienden como ocurre en lo político: Mendoza ha sido mansa y los dirigentes locales son mansos mansos; tranquilos; dóciles. Por eso la larga trayectoria de no litigar ni reclamar por lo que corresponde a Casa Rosada, a diferencia de lo que hicieron Córdoba, San Luis, Santa Fe y la Ciudad de Buenos Aires con distintos fondos.
Javier Milei plantea un nuevo tipo de relación entre la Nación y las provincias. Lo hace "de hecho", pues todo gira detrás de la consigna de ajuste y que el Estado es un nicho de corrupción que, a la vista de Milei, debe desaparecer. Claro, hay un sesgo complejo. La Nación dejó responsabilidades, pero no cedió recursos. Lo más visible del abandono de la Nación está en las obras públicas, pero el impacto de la dejadez en educación, salud y cultura es, quizá, la peor siembra.
Cambio de paradigma
El shock de inversión que vivirá la provincia en los próximos meses tiene varias interpretaciones políticas. La primera tiene que ver con la profunda crisis de infraestructura básica que se arrastra desde hace décadas. Por eso Cornejo ejecuta obras que no son naturalmente responsabilidad provincial y estatal. “Había que hacerlo”. Con esa frase se resume la idea. Como ya se ha dicho, allí están las razones de la enorme inversión en obras eléctricas, de agua y saneamiento que se harán, sobre todo por el abandono del Estado nacional, la falta de respuesta de las empresas concesionarias y la carencia de disponibilidad energética que hace poco competitivo a Mendoza.
El límite se corrió más allá y por eso se usará “el tesoro” de Mendoza para obras corrientes. Son los 1023 millones de dólares ahorrados que tenían como destino original Portezuelo del Viento, luego obras estratégicas y ahora también financiar otras carencias. La emergencia vial que vive la Provincia es un elemento de presión para el Gobierno, pues la situación de baldío, colapso e inseguridad que rodea a los accesos del Gran Mendoza es insostenible.
En lo político, hay que entender que Cambia Mendoza es, ante todo, un fenómeno político urbano y el mal humor crece. Esa no es una buena noticia política para el oficialismo; más cuando los jóvenes intendentes herederos son noticia más por los escandaletes, antes que por hechos de gestión.
Mendoza recibió 1023 millones de dólares como compensación por los daños que produjo la Nación con la promoción industrial y ahora usará buena parte de esos recursos para hacer obras que también le correspondían al Gobierno nacional pero que nunca ejecutó. Puede ser convicción o resignación, pero seguro por una necesidad urgente: el mal estado de la infraestructura básica de la provincia complica la vida cotidiana y restringe la producción. Son, también, mucho más visibles que los caños hundidos de AYSAM, los reservorios de Irrigación y las líneas de transporte eléctrico.
Los 1023 millones de dólares que tiene Mendoza son recursos extraordinarios. Por eso la intención es que haya un repago, que se genere un círculo virtuoso para que no se agoten en gastos hundidos. Por eso una de las grandes dudas con las obras que la Provincia hará en reemplazo de la inversión nacional es la forma de recuperación. Al menos 200 millones de dólares, casi el 20% del total, será usado en el ejido urbano.
El Gobierno anunció que se hará con el pago de peajes, es decir que los propios usuarios de las rutas. Se trata de trazados urbanos y de alto volumen de tránsito y los peajes parecen de compleja implementación. No es nuevo, pues en los años 90 Mendoza desechó una idea similar. Se ejecutará la idea que había sido craneada hace décadas, pero con fondos propios. Con alguna timidez, hay quienes especulan con que a futuro podría haber un reclamo por el reembolso del dinero por parte de la Nación. Del otro lado el Gobierno nacional enfatiza como un logro que las obras se harán a costa de Mendoza “sin reembolso alguno de los fondos por parte del Gobierno nacional”. Para la gestión de Milei es un mérito el abandono de la inversión en infraestructura y así lo promociona. La Nación le “prestó” la ruta por 36 meses y aún no está definido el modelo de repago por peajes; cómo recaudará el Estado local el dinero invertido. La única experiencia, ejecutada en el túnel de Cacheuta, fue un fracaso total.
El retiro de la Nación tomó a Mendoza con una coyuntura favorable, pero efímera. Los fondos que se usarán para financiar el abandono de la Nación son recursos extraordinarios, una “única” oportunidad. Por eso la preocupación por el repago y el día después; cuando el fondo se agote y no haya recursos para estrujar y forma de cubrir el abandono nacional.