La histeria de los odiadores

Para erradicar al kirchnerismo, Milei piensa en hacer más kirchnerismo

Un presidente que cree que todos los que participaron del poder y quienes no piensan como él son gusanos, ensobrados, soretes, tiene una extraña correlación con una población muy parecida a Milei.

Alejandro Cancelare
Alejandro Cancelare lunes, 21 de abril de 2025 · 09:00 hs
Para erradicar al kirchnerismo, Milei piensa en hacer más kirchnerismo
Foto: EFE

Hay una amenaza latente producto de la experiencia mostrada en cada momento en el que el presidente Javier Milei se siente fuerte o con ventaja discursiva. Eso despierta inquietud y dudas sobre el futuro, que empieza a ser incomprensible para un importante sector de los propios votantes que esperaban un cambio económico y social pero con un proceso menos autocrático y grosero que el que terminó en 2023. 

Odiar más a mandriles, ensobrados, soretes, mentirosos y otros agravios, que luego un grupo de personas rotas, que encontraron en el presidente su reivindicación personal, multiplican hasta el infinito provoca la pregunta del millón. ¿A cuánto están estos militantes del odio a repetir lo que hacían los kirchneristas que armaban plazas para escupir fotos de periodistas? ¿Se puede creer que falta mucho?

Lo que empieza a preocupar a un grupo de votantes de Milei es que ellos mismos son los blancos de sus insultos. Es muy poco probable, para decir imposible, aunque el voto es secreto, que periodistas de La Nación, Clarín y sus respectivos canales de televisión y radio, más economistas que tuvieron relación directa en gobiernos como los de Mauricio Macri y los actuales conductores de la economía nacional estén trabajando para el fracaso del gobierno.

También es atronador es el silencio de la dirigencia política que por miedo a algún "carpetazo", o creyente de que todo lo que pasó en el país, no tiene otra alternativa que apoyar: mantiene un silencio cómplice y vergonzante ante lo mismo que denunciaban cuando lo hacía el kirchnerismo. Ni que hablar de las denuncias en favor de la Justicia o la Democracia, que estaba en peligro, por algo similar o menor a la designación de jueces por decreto, insultos a periodistas y dirigentes opositores, etc, etc, etc. 

¿Qué actitud tomarán los lectores y escuchas de Hugo Alconada Mon, Marcelo Longobardi, Alfredo Leuco, Carlos Pagni, Joaquín Morales Solá, Florencia Donovan, Marcelo Bonelli, Laura di Marco, Silvia Mercado María Laura Santillán y muchos más? Ellos siempre defendieron la libertad de expresión, sufrieron las presiones de los autoritarios y en muchos casos fueron presionados, ellos o sus medios, para que no siguieran trabajando en libertad. Además, la mayoría abonó las leyes del libre mercado, que el presidente cree que inventó cuando llegó al poder.

Los periodistas y los medios, claro está, nunca ganaron elecciones. Instalaron discusiones, ideas o mostraron informes que sí podrían haber beneficiado a unos en desmedro de otros. Pero la gente siempre terminó eligiendo lo que quería. Como diría Juan Domingo Perón, “con todos los medios en contra, gané. Cuando los estaticé y todos quedaron bajo el dominio del Estado (que él manejaba) perdí".

Lamentablemente, Milei no escucha a nadie más que su hermana Karina y su asesor estrella Santiago Caputo, el cultor del ejército reproductor de insultos oficialistas, pero quien a su vez es el que más diálogo mantiene, directa o indirectamente, con los medios.

Si creyera un poco más en los amigos de El Jefe, Guillermo Francos, Lisandro Catalán, y fundamentalmente en la segunda generación de Menem, Martín y Lule, sabría que el periodismo y los medios son lugares donde todo está permitido, inclusive el disenso, la sana discusión y hasta la chicana.

Carlos Menem, un crack en ese sentido, veía todos los programas críticos cuando solo había cinco canales de televisión, en los inicios de los ’90 y terminó siendo bancado por uno de los liberales más encumbrados de aquel momento, Bernardo Neustadt, autor de la "Plaza del Sí", un apoyo en medios de reformas estructurales similares o mayores a los de la actualidad. Fue el tío del actual presidente de la Cámara de Diputados de la Nación quien también atendió de improvisto llamados que le realizaban hiper críticos como Mario Pergolini y Tato Bores, con el cual terminó comiendo sus tradicionales fideos de los domingos por la noche.

El presidente, obligado a corregir los errores de campaña de El Jefe

¿Por qué el presidente y su equipo más estrecho no entienden que por las buenas es mejor que por las malas? ¿Por qué queda tan en claro que su infancia y adolescencia fue un cúmulo de rencores y agravios que ahora todos los días devuelve sin medir que está a cargo de la Presidencia? ¿Por qué sus armadores, nuevos aliados y colaboradores no tienen posibilidades de hacer cosas que sí tienen en mente por el solo echo de ser reprimidos y echados? Preguntas cuyas respuestas los responsables jamás darán.

¿Cuánto más fácil sería realizar un acuerdo opositor en la Provincia de Buenos Aires en el que todos quieren participar si las condiciones no serían impuestas por soberbias cláusulas de admisión que solo aceptan quienes ya no pueden salir de ahí sin pagar un costo extra? Con solo decir que el nombre será Unidad para la Libertad o Libertad por Buenos Aires, no solo el PRO estaría ya sumado a esa convocatoria para "terminar con el kirchnerismo", como dicen que desean. 

El presidente, que no quiso nunca participar de ninguna campaña política más allá de la propia, ahora se ve obligado, por deficiencias e incomprensión de los responsables, de poner su cuerpo y su nombre en la Ciudad Autónoma y la Provincia de Buenos Aires. El martes estará en La Plata en un encuentro libertario en la que podrían haber como invitados muchos más de los que terminarán asistiendo.

La excusa es que la convocatoria sobrepasó las previsiones. La realidad es que eligieron un lugar chico para que solo fueran los invitados desde la Secretaría General de la Presidencia, sin escuchar el reclamo de los ocho coordinadores seccionales y de los más de cien encargados distritales, que si bien quieren encabezar y conducir el nuevo proceso, creen indispensable acordar y coordinar de la misma manera que hicieron en el ballotage con aquellos que, originalmente, no se disfrazaron de violeta.

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