Apareció otro cisne negro que puede cambiar todo para la política

Argentina vuelve a estar conmocionada por un hecho aberrante que viene directamente del flagelo de la inseguridad, con centro en el maltratado conurbano bonaerense y con fuerte impacto directo en la política. El país está demasiado acostumbrado a la aparición de algún “cisne negro” en momentos clave de su historia y el cambio del humor general se vuelve entonces impredecible. Mas allá del dolor propio del suceso, la incertidumbre por el futuro se multiplica en un peligroso esquema donde el sistema democrático parece no ofrecer contención.
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El asesinato Morena Domínguez en Villa Diamante, Lanús, trae inmediatamente la imagen repetida de un sistema de vida imposible de soportar para el argentino medio. Está claro que existen amplias capas de la sociedad que están acostumbradas a sobrevivir en medio de una inseguridad extenuante que proviene de todos los sentidos, desde el delito común hasta la sofisticación de los cárteles de la droga que ya exceden el fenómeno de Rosario para instalarse claramente en el conurbano bonarense y también ahora en grandes ciudades de casi todo el país.
De todas formas hay una esperanza para el sistema que, curiosamente, proviene de la propia bronca de la gente que sufre diariamente la inseguridad sin control: la demanda por soluciones aun está dirigida (con bronca, llanto y hasta violencia) a la política; el sistema, en esos términos, no parece que este definitivamente quebrado, pero el tiempo corre y muy rápido. Ayer, en minutos, la agenda de campaña cambio violentamente y hasta las prioridades tan medidas por consultoras perdieron actualidad. Las miserias de la economía argentina pasaron a un segundo plano aunque las malas noticias seguirán llegando en ese plano cuando se conozca la inflación de julio y agosto y la inseguridad subió al tope absoluto de los reclamos.
Con eso cambia tambien el perfil del candidato buscado. En Unión por la Patria no aparece ninguno que pueda ocupar ese rol, pero si en Juntos por el Cambio, donde ahora Horacio Rodriguez Larreta y Diego Santilli, con experiencia probada en cuanto al combate de la inseguridad en la Capital Federal, parecen tener el partido mas reforzado frente a la imagen de dureza que hasta ahora mostraba el binomio Patricia Bullrich-Nestor Grindetti. Son las primeras impresiones que deberán luego verificarse en la arena de combate.
El crimen de Morena impactó ayer de manera total en la agónica y extenuante campaña electoral hacia las PASO del domingo provocando una reacción inmediata en todos los actores. La suspensión de campañas ante el delito, lamentablemente es algo conocido para los argentinos: en el 2021 la situación fue prácticamente similar con el asesinato en Ramos Mejía. Para el público en general, tras el impacto viene el momento de reclamar soluciones.
El escenario tambien es el mismo, solo que esta vez el impacto primero llegó a Lanús, un municipio emblema de la administración del PRO y donde su intendente, además, es candidato a gobernador apadrinado directamente por Bullrich. Solo por un rato, La Matanza dejó de ser protagonista del delito grande bonaerense, lo que no exculpa de nada al Gobierno de Axel Kicillof, de quién depende la Policía que debería custodiar todos esos territorios.
El interrogante entonces será saber si el impacto de este "cisne negro" que aparece en la campaña dirigirá ahora las miradas hacia candidatos con perfil más fuerte y comprobado en el combate al delito. Las demandas de la sociedad vuelven a ser insostenibles, pero sigue resultado extraño el menú real del debate y por lo tanto impredecible el resultado. El problema de la inseguridad no solo tiene ancla en una situación social deteriorada hasta extremos que hace 20 años hubieran sido inimaginables, todo producto de la ineptitud de la política nacional, sino tambien de la golpeada arquitectura institucional del país y tambien de una definición netamente ideológica que se asentó desde el 2003 en el poder.
El reclamo a la Policía por la falta de control de la calle es genuino y no acepta especulaciones, pero tambien debe atenderse el resto de la cadena de control que deliberadamente no funciona. El kirchnerismo y todas sus asociaciones y agrupaciones judiciales logró instalar hace tiempo una doctrina sobre el origen del delito que asoció cualquier idea de orden con la represión. Es una extensión caprichosa de la terrible historia de la dictadura a la vida democrática que destruye cualquier posibilidad de garantizar seguridad a la población en general, desde el trabajador que se levanta a las 5 de la mañana hasta el empresario que debe abrirle la puerta de la fábrica todos los días.
Detrás de esa realidad no existe solo imprevisión y desidia, sino tambien una decisión de no actuar y esperar a que la historia mejore mágicamente las condiciones de la economía y la distribución del ingreso para que el delito desparezca. Ese dislate esta instalado, y no solo por las doctrinas que abrazan el garantismo, en el seno de un sistema judicial que hace agua. No debe confundirse esto con las batallas que supuestamente libra Cristina Fernández de Kirchner para reformar la Justicia: mientras la vicepresidenta batalla con la Corte Suprema y el fuero federal que atienden las causas relacionadas con la corrupción y la política, muchos jueces y fiscales ordinarios, que son los que deben velar por los problemas de la gente, siguen considerando que el orden es siempre represivo y que el sistema penal no esta hecho para contener a todos los delincuentes.
Allí, en el terreno ideológico, es donde deberá darse la batalla grande que reclama la gente cuando pide Justicia, a veces sin saber bien dónde debe buscarla. La mirada en esto puede girar hacia la experiencia porteña donde el Poder Judicial tiene en algunos casos otras variantes. Rodríguez Larreta y Santilli como su exministro de Seguridad tienen un desafío ahora que puede ser una nueva chance. El cisne negro que apareció puede girar hacia un lado u otro la mirada social. Las campañas se cancelaron, pero el debate se relanzó.