Juntos por el Cambio podría evitar la ruptura, pero ya nada será igual
Macri envió señales este sábado para recomponer el vínculo con los radicales pero fracasó. Cornejo y su idea de que la única forma de influir en el próximo gobierno es si la coalición se mantiene unida.
El país se encuentra inmerso en un proceso político histórico que tiene mucho condimento de situación bisagra. Y esto, gane quien gane el próximo 19 de noviembre. Es un escenario crucial para la Argentina que incluye, sin dudas, un reacomodamiento de las fuerzas políticas que como consecuencia de sus propios fracasos de los últimos años se encuentra ante una situación límite. Lo que está sucediendo, entonces, no sólo es histórico. Resulta apasionante. Pero todo este atractivo que pueda llegar a tener nuestra realidad, choca contra una pared: en un marco en donde la discusión de la dirigencia política está absolutamente personalizada, lo que subyace es una tragedia de pobreza, crisis económica e incertidumbre.
El ejemplo claro de lo que nos pasa lo tuvimos este fin de semana. Cuatro días consecutivos de debate alrededor del acuerdo de Mauricio Macri con Javier Milei y la posibilidad cierta de fractura de Juntos por el Cambio, más un Sergio Massa que miró para otro lado como si no fuera responsable el gobierno que él integra de que en las estaciones de servicio de todo el país la gente tuviera que hacer colas de horas para el sencillo acto cotidiano de cargar combustible.
Un dato surgió cuando caía la tarde del sábado que podría marcar el futuro cercano de Juntos por el Cambio, hoy detonado y a la deriva después de la decisión de Macri y de Patricia Bullrich de irse con Milei. Mauricio fue persuadido de buscar recomponer su vínculo con el radicalismo e intentó, sin éxito, un contacto por zoom con algunos de sus principales referentes. Alfredo Cornejo, Ernesto Sanz y Gustavo Valdez fueron algunos de los contactados para conectarse a las 19, aunque finalmente no hubo éxito en la convocatoria. Los radicales temieron quedar nuevamente entrampados por el PRO y que, ese diálogo virtual, se terminase leyendo como una señal de apoyo a la jugada del martes pasado que tanta discordia interna generó.
Después del golpe en las urnas del pasado domingo la principal alianza opositora colapsó. Y de las réplicas de ese terremoto quedó claro como es el juego: el líder del PRO concretó finalmente su idea de respaldar a Milei bajo el argumento público de que el objetivo último era salvar la República, más allá de que Patricia Bullrich había sostenido en la campaña que la ideas que traía el candidato de la Libertad Avanza “eran peligrosas”. Pero detrás de este planteo y de la convicción de que un triunfo de Milei traerá como resultado el fin del kirchnerismo, se esconde otro objetivo inocultable para muchos a esta altura y es la preocupación de Macri por su futuro judicial en caso de que Massa sea el presidente.
Los radicales atendieron su propio problema además. También se hizo difícil de esconder el plan de Gerardo Morales (respaldado por otros varios dirigentes más) de forzar una ruptura de Juntos para acercarle al menos una parte de la UCR a un eventual próximo presidente peronista para poder, desde ese lugar, seguir administrando su partido. Hace años que el jujeño y Massa mantienen un vínculo que es extensible a muchos otros dirigentes que aparentemtne funcionan como opuestos. Una relación, como tantas en la política argentina, en la que las vinculaciones no son solo políticas sino que también se extienden al mundo empresario. Y esa forma de operar siempre resultó tan pragmática como redituable.
Dentro del radicalismo, Alfredo Cornejo apunta a un objetivo en medio de la posibilidad de diáspora. Parado sobre el esquema de diez gobernadores, veinticuatro senadores y noventa diputados que le proporcionó a Juntos por el Cambio el último armado electoral, su apuesta es a no romper porque, en esencia, no vislumbra los beneficios de hacerlo. Y además, porque es la única forma, entiende, de lograr consolidar una nueva propuesta para el 2027 que, por qué no, lo podría tener a él mismo nuevamente con posibilidades de encabezarla. Difícil tarea si esto es así: el radicalismo y la oposición en general seguramente requerirá de liderazgos frescos y alejados de rencores internos personales, si se alcanza a leer mínimamente el mensaje que al menos una parte de la sociedad les viene dejando en las urnas.
En términos gruesos, la idea de que no existen incentivos para romper fue el argumento central que el mendocino le dio tanto a Macri como a Bullrich en las conversaciones telefónicas que mantuvo con ambos y que se produjeron antes y después del anuncio de que uno y otra habían decidido respaldar a Milei. Por supuesto que con ellos no habló de sus posibles ambiciones personales a futuro, pero con Patricia habló y mucho la noche antes de que se produjera el cimbronazo. La ex candidata le anticipó que iba a respaldar la candidatura del libertario, aunque le terminó ocultando a Cornejo dos cuestiones vitales, Una, era que se iba a encontrar con Milei esa misma noche. Lo otra que lo anunciaría en conferencia de prensa a la mañana siguiente.
Cornejo habló con Macri una vez que la bomba ya había sido detonada. La conversación fue ríspida por momentos y giró en torno a la convicción de por qué había sido un error la jugada de Milei. ¿Por qué? Porque entiende que gane quien gane el papel que jugará la oposición será clave. “Pensemos en los peores escenarios”, le dijo Cornejo a Macri. “Si Massa gana, estamos nuevamente frente a la posibilidad de una década más de gobiernos peronistas. Si Milei gana, estamos de cara a una Asamblea Legislativa dentro de seis meses. Son dos escenarios muy posibles. Ahora, si nosotros nos dividimos y desaparecemos, cualquiera de esas dos cosas van a pasar seguro”, fue lo que, en términos generales, trató de explicarle el mendocino a Mauricio.
Macri intentó justificar su decisión. Buscó explicarle que Milei está solo, que carece tanto de equipos como de programas y que, en realidad, el anuncio del salto había sido soltado de urgencia más por el apuro de Patricia que por el de él mismo. Esto último Mauricio se lo dijo a varios radicales más y ninguno le creyó. En respuesta, el panorama de Cornejo fue que él vislumbra el rol de Juntos como contrapeso, como control institucional, pero también como garante de gobernabilidad ante lo que se viene. Y eso no será otra cosa que un gobierno de ajuste y con serio riesgo de enfrentar conflictividad en las calles. “Si queremos influir en el próximo gobierno, la única manera es que sigamos juntos”, fue la idea central que salió desde Mendoza en esas dos llamadas por teléfono.
¿Sucederá esto o se encaminan hacia una ruptura en Juntos por el Cambio? Hoy, nadie lo sabe. La señal de que el interbloque en el Senado seguirá trabajando unido resultó auspiciosa para ellos. Así como también el intento frustrado de Macri de este sábado, que puede ser el anticipo de que las aguas posiblemente se calmarán si es que en algún momento los radicales lo atienden. Lo que es seguro es que ya no serán lo mismo. Primero porque ya no son una coalición electoral con urgencias en el corto plazo y desde hace años que tampoco conforman una alianza de gobierno. Sus propios errores lo redujeron a una coalición parlamentaria que tiene como activo a un grupo importante de gobernadores. La discusión, entonces, es si entregarle o no a Milei ese poco patrimonio que les queda a cambio de nada.