Patricia Bullrich, 'La Piba' que un día de 2021 decidió que iba a ser presidenta
Patricia Bullrich tiene una larga trayectoria política, desde Montoneros al PRO, pasando por Menem y la Alianza. Fue en la cuarentena cuando sintió que podía ser su turno.
Corría marzo de 2021 y Patricia Bullrich decidió convocar a una reunión a su equipo más cercano para hacerle un anuncio: “Tomé una decisión, voy a ser presidenta de la Argentina”. No lo planteó como un deseo, sino como un hecho. Doce personas la miraban entre sorprendidos y animados. Uno de ellos llegó a plantear entre risas: “Somos los 12 apóstoles de Menem”.
Fue la primera analogía que se hizo entre Bullrich y Carlos Menem, pero no la única. Se cerraba la década de los 80’, cuando los conocidos como “doce apóstoles” del riojano impulsaban su proyecto presidencial ante la incredulidad del resto del mundo político que veía en Antonio Cafiero al seguro sucesor de Raúl Alfonsín. A lo largo de esta campaña se instaló en diferentes mundillos la comparación de la pelea entre Horacio Rodríguez Larreta y Bullrich con esa histórica interna peronista.
Hubo diferentes momentos que significaron una bisagra en la carrera política de una de las candidatas presidenciales que este domingo en las elecciones tendrá la expectativa de llegar a la Casa Rosada. La cuarentena, sin dudas, fue uno de esos quiebres para la carrera de Bullrich. Allí sintió que estaba logrando una sintonía distinta con un sector de la sociedad. Las marchas en contra de los aislamientos le sirvieron para levantar y renovar su perfil.
“Ahí empezó a sentir algo. Tenía personas que se le acercaban y sin mediar palabra se le largaban a llorar”, cuentan los hombres que la acompañan hace años en su trayectoria política, en la que nunca logró generar ese vínculo emocional con el votante.
Por el contrario, su imagen de dura y peleadora siempre provocaron una reacción polarizada en la sociedad: respeto o desagrado. Pero no amor o adoración. Su pasado ligado a la agrupación Montoneros nunca ayudó a alivianar ese perfil, al punto tal de que incluso algunos de sus rivales en la interna de Juntos por el Cambio traen permanentemente a colación ese mote de “guerrillera” para criticar su estilo político.
Cada vez que se le consulta sobre el tema, Bullrich reconoce haber sido parte de la Juventud Peronista y cercana a Montoneros (su hermana era la pareja de Rodolfo Galimberti) pero se muestra crítica de la mentalidad de esa época. “Debo ser de las pocas que hizo una autocrítica sobre el mal que le hace la violencia a la política”, dice. No reivindica la lucha armada ni se considera parte de una generación diezmada.
El otro tema por el que siempre tuvo que dar explicaciones Bullrich fue por su salto de un partido a otro a lo largo de su carrera. Es que después de estar en el peronismo de izquierda en los 70 y los 80, se acercó al menemismo en los 90 y terminó siendo ministra de la Alianza en los 2000.
Curiosidades de la vida, en la interna Cafiero-Menem que hoy tanto se recuerda, ella estaba del lado de quien resultara perdedor. Poco tiempo después, en 1993, llegaría por primera vez a un cargo electivo, en el tercer puesto de la lista de diputados por la Ciudad que encabezaban Erman González y Miguel Ángel Toma. Fue un pedido especial del propio Menem que la integraran a esa lista.
Pero en el transcurso de ese mandato de diputada rompería con el PJ para integrarse al flamante partido Nueva Dirigencia que fundó Gustavo Béliz. Relación fugaz que terminó de mala manera. En su siguiente cargo, Bullrich empezaría a meterse en un tema que la marcaría a fuego, la seguridad. Se sumó a esa área en el municipio de Hurlingham, bajo la gestión de Juan José Álvarez, y luego pasó a la órbita de León Arslanián en el ministerio de Seguridad del gobierno bonaerense de Eduardo Duhalde.
Después fue convocada por Fernando de la Rúa al gobierno de la Alianza, donde primero fue secretaría de Política Criminal y Asuntos Penitenciarios del Ministerio de Justicia y, al año, ministra de Trabajo. Ese último cargo le dejaría dos marcas en su trayectoria. El primero por la positiva, cuando se cruzó al aire en duros términos con Hugo Moyano en un estudio de TV y le valió el mote de “La Piba”. Al día de hoy, sectores de la sociedad le reconocen haberse plantado al líder del gremialismo. El segundo, por la negativa, cuando firmó el decreto que le rebajó el 13% del haber a los jubilados y estatales que cobraban más de 500 pesos/dólares.
La marca de saltimbanqui se fue aflojando en los últimos 20 años, pero no tanto porque haya dejado de cambiar de aliados, sino porque los saltos se volvieron moneda corriente en la política en general. Y algunos incluso fueron más sorpresivos. Desde un Eduardo Borocoto, electo diputado por el PRO y pasando al kirchnerismo antes de asumir, a un Sergio Massa, planteando poner presos a los “ñoquis de La Cámpora” para pasar a ser su candidato presidencial.
Desde que arrancó este milenio, los defensores de Bullrich aseguran que al menos se mantuvo en un eje de coherencia ideológica. Después de la Alianza fundó su partido, Unión por Todos, en 2003, con el que compitió como jefa de Gobierno contra Mauricio Macri. Iba aliada de Recrear, el partido de Ricardo López Murphy. En 2007 se juntó a la Coalición Cívica de Elisa Carrió (fue su jefa de campaña), quien ya había hecho un giro hacia el centro después de sus primeros años en el ARI. Ganó una banca de diputada y la renovó en 2011.
En esos años tuvo otros hechos que la posicionaron. En la pelea con el campo, por la resolución 125, tuvo un rol protagónico al acompañar los reclamos de los productores y entidades. Y post elecciones de 2009, en el Congreso, fue una de las articuladores (y vocera) del recordado “Grupo A”, con el que le quitaron circunstancialmente la mayoría al kirchnerismo en Diputados.
La relación con Carrió también se rompió y terminó acercándose con su partido (ya se llamaba Unión por la Libertad) al PRO de Mauricio Macri. En 2015, según cuentan algunos por recomendación de Rodríguez Larreta, llega al Ministerio de Seguridad, sillón donde muchos no le daban muchos meses y terminó consolidada en el cargo toda la gestión.
Allí, tuvo otro hecho que la marcó y al día de hoy es uno de los hechos más destacados por sus seguidores: el caso Santiago Maldonado, en el que enfrentó todo tipo de presiones y defendió a los gendarmes involucrados. El tiempo le terminó dando la razón y en las fuerzas de seguridad se ganó un respeto poco común para una autoridad civil.
Una vez fuera del poder, tanto Macri como Larreta la impulsaron para que asumiera la presidencia del PRO, posición que con olfato político supo aprovechar para consolidarse como una figura nacional.
Cuando encaró la campaña supo que lo hacía sabiendo que no tenía nada para perder, pero también entendiendo que ya no había otro cargo con el que la pudieran convencer de bajarse. Con 67 años, Bullrich entendió que era su oportunidad para pelear llegar a la Presidencia y así cumplir con lo que le había planteado a sus “doce apóstoles”: “Hay una idea de cambio profundo a la que le llegó su hora, y la sociedad está lista”. En pocas horas, en las urnas, se sabrá si estaba en lo cierto.