Opinión

La competencia por el salario, el empleo y el trabajo

La libre y sana competencia produce que el empleo sea de calidad y el trabajo productivo para el desarrollo económico y social de los individuos y de una comunidad sea efectivo.

Juan Pablo Chiesa
Juan Pablo Chiesa domingo, 24 de julio de 2022 · 07:10 hs
La competencia por el salario, el empleo y el trabajo
Foto: Mikhail Nilov en Pexels

El poder de los sindicatos para elevar los sueldos mediante el mecanismo lineal de paritarias con carácter permanente y en relación con la totalidad de los 6 millones de trabajadores sindicalizados se ha vuelto severamente exagerado. Esta exageración es el resultado no solo de la politización de los sindicatos, sino principalmente de no reconocer que los sueldos evolucionan en función de la productividad del trabajo.

A pesar de la evidencia de la importancia de la productividad laboral como factor determinante para recuperar el poder adquisitivo de los trabajadores dependientes, la conclusión es negada y menospreciada por los dueños de los sindicatos, a los que su ambición por el trono en sus cargos los vuelve ignorantes en su función principal: defender trabajadores.

Esta conclusión no se basa en la teoría de que los empleadores son solidarios y amables, sino que los ven como que los empresarios anhelan sus beneficios pareciéndose a una izquierda tan radicalizada que lo único que sabe decir es que la lucha es en contra de la patronal. ¿Por qué no planteamos que la autonomía de la voluntad de contratación entre el dependiente y el empleador debe ser la base innegable para una libre y segura contratación laboral en beneficio de la producción? Acaso es inalienable que la tercera pata, en este caso los sindicatos, deban tener una obligada y coaccionada participación que, en la mayoría de los casos, lleva a un conflicto desmedido con un solo perjudicado: la productividad.

Con esto no quiero decir que los sindicatos no persigan finalidades legitimas ni desempeñan ninguna función útil. La misión mas importante que deben cumplir es la de cerciorarse de que todos sus miembros obtengan por sus servicios el verdadero y real valor del mercado laboral.

La competencia de los dependientes por el empleo y la competencia de los empleadores por la fuerza física o intelectual de los dependientes no funciona para nada bien. Ambas partes carecen de una real información de lo que necesita el mercado laboral y la producción, esto se llama falta de seguridad jurídica para conseguir trabajo y para contratar. Les pasa a las dos partes. ¿Y a qué se debe? Es claro: tener un mercado laboral donde la plataforma normativa tiene mas de 45 años, donde no se adapta o no se alinea a la 4° revolución industrial, a la globalización, a la modernización y al trabajo del futuro, y la realidad golpea el bolsillo y el poder de compra de todo laburante, que la productividad y la inversión de capital humano como factores de crecimiento, es y será totalmente nulo.

El empleo tecnológico ha consolidado luego de la pandemia su absoluta preeminencia sobre el resto de los sectores, no porque sea más importante que cualquier otra actividad que sin duda contribuyen a nuestro día a día como sociedad, sino por la necesidad imperiosa de digitalizarla para mantenerla conectada a distancia, flexibilizando las formas de trabajo de varios sectores, brindando conciliación a una parte de los trabajadores (entendiendo que otros continuarán con sus esquemas actuales), y también, mejorando la alicaída productividad en varios sectores de la economía.  

No hay suficientes profesionales formados para atender las demandas del mercado laboral: las empresas buscan trabajadores con una formación específica en los últimos avances tecnológicos, como científico/analista de datos, responsable de datos, técnico en gestión de sistemas Cloud o especialista en Inteligencia Artificial.

La libre y sana competencia produce que el empleo sea de calidad y el trabajo productivo para el desarrollo económico y social de los individuos y de una comunidad sea efectivo. A mayor competencia de los dependientes por empleo de calidad, mayor pagan los empleadores por su trabajo. Acá vemos como la inversión en capital humano desde los comienzos, con el ejemplo de sus padres y una buena educación obligatoria y con una profesionalización en su mayoría de edad, genera cálida.

Cuando un dependiente produce de manera eficaz, su eficacia es bien remunerada. Si un dependiente no conoce cómo funciona un determinado mercado laboral o no tiene una institución sindical que se la enseñe, tendrá menos posibilidades de fijar el precio de su fuerza física o intelectual, y por lo tanto se encontrará en una posición más débil para negociar o su autonomía de la voluntad se verá menos autónoma.

No tengo una visión destructiva de los derechos del trabajador, pero sí veo que hay relaciones laborales en el mundo pyme que no pueden ser iguales que las de las grandes empresas. Es importante alentar el primer empleo, el empleo joven, la capacitación, pero esos modelos no pueden tener la rigidez y la decrepitud y vetusto modelo estructural que tienen en el actual sistema laboral argentino.

En conclusión, un mercado laboral sólido refiere a leyes laborales modernas, eficaces, equilibradas y que nivelen la relación empleador-trabajador terminando con el conflicto y los lóbregos de leyes anti productivas. Un mercado laboral flexible se refiere a leyes que acompañen al desarrollo económico y la producción, donde la libertad de los protagonistas reine por encima de intereses colectivos. El trabajo flexible debe remitir no tan solo a que una persona pueda trabajar en cualquier momento y en cualquier lugar, sino que el entendimiento de su labor no se mide en horas, sino en resultados, y en la calidad de la mano de obra empleada.

*Juan Pablo Chiesa es abogado especializado en Empleo y Políticas Públicas, escritor, docente y Presidente de Aptitud Renovadora.

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