Salieris de San Martín

Tempestades y peleas por la supervivencia en medio de la crisis

La crisis ambiental que vive Mendoza y el mundo no son proclamas sectoriales, sino demandas que deben ser tenidas en cuenta. Cómo impactan en las decisiones. Las dudas sobre la matriz productiva y la pelea por la "supervivencia" que se libra dentro de los partidos.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 13 de noviembre de 2022 · 09:18 hs
Tempestades y peleas por la supervivencia en medio de la crisis
El gobernador Rodolfo Suarez logró destrabar una inversión de YPF para explorar en la formación vaca muerta, en Mendoza. Foto: YPF

Como si fuera tomos de una gran enciclopedia, los árboles argentinos explican lo que pasa: el ser humano ha hecho que el mundo viva fenómenos de los que no hay registros históricos. No hay antecedentes de semejantes cambios ambientales como los que ocurren desde hace 50 años. Ricardo Villalba estudia en base a esa enciclopedia; en la Patagonia, en el norte argentino, en los bosques petrificados de la cordillera. “Estamos empujando al mundo fuera de lo natural”, resumió en una entrevista con MDZ. No es una proclama sectorial, sino un llamado de atención y una consigna política transversal. El cambio climático modificó la vida tal como la conocemos y Mendoza debe hacerse otras preguntas.

Las especies se extinguen 100 veces más rápido de lo esperado naturalmente; la sequía se profundizará y por lo tanto habrá menos agua disponible para más gente. En Mendoza, en 18 años los glaciares perdieron el equivalente a más de un año de agua del río Mendoza (1400 hm3). Esos cuerpos de hielo representan el 0,83% de la superficie provincial, pero pueden dotar de hasta el 40% de agua en momentos críticos y están desapareciendo. Las tormentas severas de verano se intensificarán y habrá más agua en un momento poco esperado. Heladas tardías y granizadas severas; más de 35 noches tropicales por año. Es una situación dada a la que la provincia parece llegar tarde, a pesar de tener diagnósticos precisos y herramientas para planificar la adaptación al cambio climático.

Lo ocurrido con las heladas tardías lo demuestra: una catarata de anuncios, de parches ante un fenómeno que excede largamente las vanidades del Gobierno nacional y el Ejecutivo provincial, quienes tuvieron la lengua más rápida que el cerebro. Entonces las preguntas se complejizan. Mendoza busca nuevas formas de producción para ampliar su matriz productiva. También tendrá que pensar cómo adaptarse para producir lo de hoy, en condiciones muy distintas. ¿Podrá hacer el mejor malbec del mundo en condiciones adversas? ¿Cómo generará energía con ríos secos? ¿Cómo hacer con menos agua disponible para más personas?

Hasta que la política despierte a entender que los temas ambientales deben ser una constante, un ítem fijo en cada decisión que se tome, hay una pelea por la supervivencia que hoy está librada y sin reglas. El corrimiento productivo hacia la cordillera no es solo por los paisajes, sino porque hay tierras, agua y amplitud térmica que en el llano ya no. La búsqueda de agua en el mercado informal de los pozos, en asociaciones particulares que exceden la administración de Irrigación (muchas de ellas judicializadas) es otra muestra. La urbanización de “hecho” en reemplazo de tierras productivas, el cambio de uso de otras tierras y los ejemplos siguen.

Recursos naturales

Hay cierto aturdimiento en la provincia por tener recursos inmovilizados. Por eso el Gobierno redunda en anunciar una obra hidroeléctrica como El Baqueano y hasta el fracasado proyecto Portezuelo del Viento, pensado para un río que ya no existe (sí podría tener vida el “viejo” Portezuelo, más chico y con trasvase). Y pasa de largo la oportunidad que pasa despacio por delante en medio de la transición energética.

En el fondo hay una tensión y falta de claridad sobre cómo administrar los recursos naturales. Los renovables y escasos, como el agua; los renovables y subexplotados, como el sol;  los no renovables y en extinción, como el petróleo, y los no renovables y “deseados”, como los minerales metalíferos.

El Gobierno se apuró a comunicar que el proyecto Cerro Amarillo está listo y fue enviado a la Legislatura. El tema saltó el cerco del temor de Rodolfo Suarez a debatir sobre minería. Se trata de los trabajos preliminares, exploratorios para comenzar a evaluar la concentración de cobre en algunos de los cateos de la zona. Justamente es una zona frágil de la cordillera y esos primeros sondeos no afectarían, en principio, glaciares o cursos de agua. El mayor impacto serían los caminos. El proyecto enviado incluye solo eso: perforar la roca a 400 metros de profundidad para extraer testigos y solo se usaría agua para “lubricar” las perforadoras.

Es un proyecto que tendría un valor más político que productivo, pues Cerro Amarillo ya fue archivado por la flaqueza de la DIA en 2014. Suarez se entusiasmó; tanto que envió a todos los especialistas a explicar, aún cuando no les correspondía por los roles. El Gobierno se ha acostumbrado a usar roles mixtos que en cualquier organización incomodarían y que no pasarían el filtro de compliance o transparencia. Emilio Guiñazú fue uno de los voceros. Habló en nombre de uno de sus roles: asesor ad honorem del gobierno en temas mineros. Antes había sido funcionario y hoy es titular de Potasio Río Colorado, la empresa estatal de minería que, a su vez, rescata empresas privadas que el gobierno debería controlar. Guiñazú está de los dos lados del mostrador y puede permitirle a sus socios, como Hierro Indio, el mismo beneficio de acceder a información privilegiada y tener cercanía con quienes deberían controlarlo. Ese modo de gestionar es una característica en la política energética que no ha dado buen resultado. La misma empresa PRC que se maneja como empresa privada, pero con la laxitud de exigencia de resultados del Estado, se mantiene en un nivel de reserva y secretismo que, incluso, contradice la jurisprudencia de la Corte Suprema: siguen bajo secreto todos los acuerdos de transferencia de bienes, estados de cuenta y particularidades que se firmaron entre la brasileña Vale (que se desprendió del proyecto porque no consiguió ningún interesado y era  un pasivo más que un activo) y el Gobierno de Mendoza.

Rodolfo Suarez logró destrabar y eso parece relevante en medio de la pobreza. Lo mismo ocurrió con el proyecto piloto para que YPF explore dos pozos en Malargüe, en la formación Vaca Muerta. La inversión de 17 millones de dólares parece irrelevante comparado con la magnitud de lo que ejecuta esa empresa del otro lado del río Grande. Pero es, nuevamente, un hito con más potencia política que productiva en una industria que pierde peso en al PBG provincial. La refinería de Luján de Cuyo tiene más potencial de crecimiento que los pozos petroleros que dan inicio a la cadena de valor petrolera. Pero Suarez suma como logro interno haber destrabado eso. El pedido y las disputas con YPF para explorar esas áreas llevaban más de 5 años. Es el segundo intento por avanzar en la exploración y explotación de recursos no convencionales en Mendoza. El anterior lo hizo una de las empresas ligadas a José Luis Manzano, petrolera El Trébol. Ese proyecto avanzó, se otorgó la concesión para explotar y luego se desinvirtió porque los resultados no fueron los esperados. 

Preguntas erróneas y la supervivencia de la especie

No es que los problemas ambientales no sean parte de la agenda, solo que los dirigentes políticos se hacen preguntas erradas. Lo mismo con una consigna hipócrita que repiten frente a las cámaras: ‘la gente no quiere escuchar de candidaturas o de peleas políticas’. Tienen razón, en parte. Lo dicen, a pesar de que ocurre lo contrario; hay una pelea profunda por las candidaturas que es vergonzante para ellos. El error en esa consigna es que probablemente la ciudadanía le repele a esa carrera por la supervivencia personal, pero sí está dispuesta a saber qué piensan hacer para mejorar la calidad de vida de los mendocinos. Allí la carga se revierte y la respuesta queda en blanco.

En Cambia Mendoza hay más candidatos que planes y muchos funcionarios que ya tienen aportes jubilatorios como funcionarios estatales suficientes para jubilarse especulan con su futuro rol en el tercer mandato radical. Nuevamente tienen más trabajo los encuestadores, que los ‘tanques de pensamiento’; más horas de discurso los planes decorativos, que las reformas estructurales. Incluso se reviven viejas tensiones (sanas tensiones) entre ser Emilio Civit (que hermoseó la Ciudad) o Lencinas (que hizo las cloacas de toda la provincia). En el fetiche radical de tener el tercer mandato se reforzó la idea de Cornejo 2023, una idea que aún antes de que el senador dejara su cargo tenía como plan b. Esa idea de tener un hito inédito en la historia reciente, es un placebo para las ambiciones reales de Cornejo y un alivio para quienes no tienen vuelo propio para sobrevivir en la política: consideran que bajo el ala del fundador de Cambia Mendoza van a mantenerse en algún cargo.

Hay una paradoja que explican quienes conocen la realidad de ese frente. Aseguran que el único que garantiza que haya renovación dentro del radicalismo y ese frente es el propio Cornejo. Es decir, que por designio del jefe los subordinados podrían crecer. La bondad del que “otorga libertad”. La lógica con la que se maneja ese sector le da la razón a los analistas internos. “Cornejo trabaja mucho más en equipo de lo que se cree. Es el que garantiza que haya una renovación”, repiten una y otra vez. Si se cumple, enorme desafío para él también; tentarse con una provincia y un país que estará peor que en 2015, con un gobierno provincial al que no podrá culpar y que se topará con la deuda que contrajo en aquel momento.

A la espera de esa decisión está todo el subordinado radicalismo, mientras miran de reojo a la comunidad que está bajo su gestión y que, como todo el país, está irrigable.

Hay matices muy distintos, pero las crisis suelen tender a la generalización en el mal humor social. Son momentos de tensión, de peleas por la supervivencia, pero no desde el punto de vista ambiental, sino político. La sociedad los cuestiona y temen a la tempestad, mientras intentan subirse a ese ‘arca de Noé’ que representan las listas para el 2023.

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