El terremoto que causó la reaparición de Cristina en el Frente de Todos
La reaparición pública de Cristina Fernández de Kirchner puso en jaque a la estructura bonaerense que sabe que la situación social está cada vez más delicada, que los antiguos feligreses del peronismo se alejan del kirchnerismo nuevamente y que sólo la sobrecarga de vacuna mejorará sus expectativas.
La traumática relación que mantienen los intendentes con el gobernador Axel Kicillof y la veneración que a veces se transforma en pánico que produce Cristina Fernández de Kirchner se reactivó ayer con su reaparición pública en un acto en el que se inauguraban obras hospitalarias en La Plata sólo acompañada por el jefe de estado provincial.
La semana pasada, después de un mes de prueba y error, algunos referentes directos del presidente de la Nación, Alberto Fernández, se habían animado a hacer publicar las reuniones motivacionales que realizaban varios de sus ministros con una medida cantidad de visitantes en zooms o meetings armados los fines de semana, preferentemente los sábados.
En esos encuentros virtuales, organizados por funcionarios de segunda línea y dirigentes políticos muy cercanos en el pasado sciolista y randazzista con Santiago Cafiero, charlaron casi todos los ministros y dos fueron los más escuchados y esperados. Gabriel Katopodis, de Obras Públicas, y Jorge Ferraresi, el "expropiador", de Vivienda y Hábitat.
Sus charlas fueron las más convocantes no tanto por los temas sino porque se trataba de los dos únicos ministros que también controlan territorios del Conurbano y mantienen abiertas sus oficinas para todos los intendentes. Katopodis está de licencia en la municipalidad de General San Martín, mientras que Ferraresi en Avellaneda.
Estas reuniones se enfocaban en la importancia de mantener unido al Frente de Todos, reflexionar acerca de algunas vicisitudes de la actualidad y minimizar lo máximo posible la discrepancias internas. Los medios hegemónicos, que "siempre estuvieron y están contra los movimientos populares" y el macrismo son los máximos responsables del malestar social según sus discursos.
Sin embargo, cuando se apagan los celulares, tablets y computadoras portátiles o de escritorio desde donde siguen las charlas, la mayoría de los participantes vuelven a su realidad y empiezan a maldecir porque no se controlan los precios, por las declaraciones de tal o cual o el nuevo récord de memes a los que está sujeto el presidente de la Nación. Cuando se apaga el zoom, se enciende la realidad, parece ser el nuevo spot.
En este marco es que la vuelta de la vicepresidenta junto con Kicillof ayer en La Plata les llenó la cabeza de preguntas a los intendentes y referentes más importantes de la Provincia de Buenos Aires. Sergio Massa, anoticiado a la distancia, sabe que en la próxima reunión de la mesa política provincial, en la sede del gobernador, tendrá que hacer maravillas discursivas para mantener el relato de la unidad y, a la vez, pedir que no se radicalice más la campaña.
El "voto Massa", como lo describe Joaquín De la Torre, es ese indescifrable mar que puede llegar al 40% de indecisos que muestran, si se las raspa, la mayoría de las encuestas que circulan hoy y que no quieren saber nada de los extremos, mucho menos de los que dan respaldo a las ideas que ya llevaron a la derrota al actual oficialismo en 2015.
Los intendentes son los primeros que lo saben. Como los más cercanos a la Tierra, tienen la subsistencia de muchos animales que saben cuándo viene una tormenta o se avecina un terremoto. La unidad los fortalece, pero ellos no estarán ahora en las listas de candidatos.
Por eso realizan una o dos inauguraciones por día, movilizan parte del barrio, a pesar de la fase en el que se encuentren sus distritos y disimulan porque los comercios de cercanías, bares y restaurantes nunca cerraron sus puertas. Y algunos esperan ser bendecidos por su presencia en una lista nacional que les permita hacer campaña nuevamente y salir de la coyuntura mediata y futura.