Pandemia

Por qué el coronavirus preocupa más de lo que se dice y sus efectos serán más duraderos

En Mendoza aún no se llega al pico de contagios y el sistema de salud está entrando en etapa crítica. Además de poner a prueba la estrategia, hay un problema con efecto de largo plazo: una nueva generación condicionada y otra olvidada.

Pablo Icardi
Pablo Icardi domingo, 9 de agosto de 2020 · 10:15 hs
Por qué el coronavirus preocupa más de lo que se dice y sus efectos serán más duraderos

La parte aguda de la crisis sanitaria por el coronavirus comienza a asomar: hay más de 100 diagnósticos positivos diarios, pero con un porcentaje de "positividad alto", (uno de cada tres testeos da positivo) que sugiere que en realidad puede haber más casos. El dato más sensible es el de la cantidad de camas ocupadas en terapia intensiva, un recurso que no puede ampliarse y que en el Gran Mendoza entra en la etapa crítica. Hasta el viernes la ocupación era del 65%, es decir cerca del límite para tener una mínima reserva para urgencias y también para casos agudos de Covid-19. 

De manera paulatina se flexibiliza la estrategia de contención estricta y ya hay personas contagiadas (con síntomas leves o inexistentes) que cursan el proceso en sus casas. Aunque las normas que regulan el distanciamiento vencen el 18 de agosto, el tema se sigue día a día. El problema es la inercia y la lectura de la realidad, que siempre tiene alguna distorsión temporal.

Mendoza tiene 330 camas de terapia disponibles para pacientes con Covid-19, para otras patologías, de reserva para operaciones y otras afecciones que no pueden disminuirse. En el Gran Mendoza son 170 y quedan pocas libres. El otro problema no tiene que ver con la infraestructura, sino con el recurso humano, que también es escaso. La Nación monitorea la situación, pues la autorización para que se mantenga el distanciamiento fue condicionado a que el sistema de salud tenga capacidad de respuesta. Cuando se avaló esa política, la ocupación era del 52%. 

Algunos datos generales de la pandemia indican que en Mendoza el contagio en "conglomerado" es fuerte y no se ha podido bloquear en muchos casos, como ocurrió con algunos geriátricos, un hogar para personas con discapacidad y lo que pasa en las familias: se contagia uno y se contagian todos (algo común en el impacto de la pandemia). 

Por eso estiman la la curva de casos positivos seguirá creciendo y Mendoza aún no está en el "pico", esa palabra que se mira como el horizonte a superar. Pero hay un error en la mirada global. La pandemia y sus efectos no se terminan tras superar el "pico de casos". Desde lo sanitario, explican los expertos y se ve en el resto del mundo, la enfermedad no se va con el cambio de estación. En primavera y verano seguirán los contagios. La solución de fondo no llegará hasta dentro de muchos meses, porque a la aparición de la vacuna le seguirán los problemas para conseguir en cantidad, la logística de distribución y de aplicación y un tiempo de "inmunización general" a través de ese método. Por eso la solución no será mágica.

Desde el punto de vista del impacto general, el impacto será aún peor.

Las dos generaciones afectadas

La pandemia pone a prueba a la comunidad en muchos planos. Y golpea, en lo inmediato y a largo plazo, a los dos extremos generacionales. En Mendoza los adultos mayores se mueren por la enfermedad, y los niños tienen en riesgo su futuro por el impacto social y económico. Sí, es un error conceptual decir que la pandemia de coronavirus no afecta a los jóvenes y niños.

El 80% de las personas que murieron en Mendoza por Covid-19 tienen más de 60 años. Muchos en realidad arrastraban problemas de salud de base y el virus nuevo fue el agente que los hizo colapsar. No se logró evitar que los contagios llegaran a los hogares y fueron los propios agentes sanitarios los que lo trasladaron. El riesgo se sumó al drama que viven muchos por el aislamiento y que obliga a que muchos adultos mayores solo tengan una imagen de sus familiar distorsionada por un vidrio que los separa o que apenas deban conformarse con la voz a través de un celular. En algunos casos la falta de abrazos enferma más que el virus, pero es el duro precio a pagar para prevenir. 

Así como los adultos mayores tienen en riesgo su vida por el virus y la falta de cura y también han condicionado su rutina, los niños y adolescentes tienen en riesgo su futuro. La fragilidad de la trama económica y social de Argentina hace que la crisis generada por la pandemia ponga al frente otra crisis generacional que haga, como ocurrió en otras etapas, que haya una generación condicionada. Según los cálculos de UNICEF Argentina, 6 de cada 10 niños argentinos vive en hogares pobres (medido solo por ingreso) por efectos de la pandemia. Los antecedentes no son favorables: a medida que transcurre el tiempo no solo no se ha bajado la cantidad de familias marginadas, sino que por el contrario se agregaron más. Por eso, como indica Agustín Salvia (de la UCA) hay un tercio de la población marginada del sistema laboral, de la seguridad social y las posibilidades de desarrollo. Las crisis han aumentado ese volumen de personas y lo que ocurre ahora puede profundizarlo. 

 

No es matemática, pero sí una sucesión continuada. Más pobreza es más desigualdad. Menos acceso a la educación, la alimentación sana, el desarrollo creativo, las oportunidades de trabajo futuro. El propio informe de UNICEF plantea la montaña rusa que ha sido la economía argentina con ciclos recesivos y de crisis constantes (14 en 66 años). Y al final del camino tiene un pronóstico menos pesimista para el año que viene. 

El cálculo que hacen en UNICEF ata de manera elástica cómo impacta la recesión y la caída de la generación de riqueza (PBI) en la pobreza. Los niños son los más sensibles a esa dinámica y por eso calculan que ahora 6 de cada 10 viven en hogares pobres. Pero lo que hará la pandemia es profundizar fuertemente las desigualdades; los condicionamientos injustos que afectan a los niños y adolescentes serán más graves. 

"A partir del análisis realizado puede apreciarse claramente que la pobreza afecta más a niñas, niños y adolescentes que residen en hogares con jefatura femenina, principalmente monoparentales, lo que marca una primera inequidad en términos de género. En el caso de los hogares con jefatura femenina los niveles de pobreza alcanzarían a finales de 2020 al 67,5% de los hogares. Además, la prevalencia de la pobreza es muy elevada en los hogares con un/a jefa/e desocupada/o (94,4%), trabajador/a no formal (83,9%), independiente no profesional (81,5%)", refleja el informe.

Los niños además están alejados de algunas de las mejores estrategias que tienen las sociedades para igualar y mejorar los condicionamientos sociales. El principal es la escuela. Por más que haya algún grado de acceso en todos los hogares, la virtualidad potencia las desigualdades. En Mendoza las clases no volverán pronto y aunque vuelvan la mayoría de las familias piensa que "no mandaría a sus hijos a la escuela" por temor.  

Como ya publicó MDZ, miles de familias que tenían una vida en desarrollo tuvieron que cambiar y son los "nuevos pobres". El drama, explican, es que no esa pobreza no se vuelva estructural, que el empleo pueda recuperarse con alguna velocidad y que aparezcan estrategias resilientes. 

El abordaje político es complejo porque se arrastra una inercia difícil de cambiar. Los partidos populares de Argentina tienen un arraigo difícil de romper, que se autoalimenta conforme crecen los problemas. Para algunos, los pobres son un elemento exótico que necesitan asistencia. Para otros, un objeto de estudio desde las cómodas oficinas universitarias y con bases en teorías creadas en Europa. Para todos, el motor que alimenta una maquinaria política. Nueva crisis, nueva oportunidad de cambiar esa matriz. 

 

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