Opinión

Desafíos y oportunidades para la educación de Mendoza en tiempos de pandemia

La autora analiza cómo la pandemia aceleró algunos procesos. ¿Qué es la educación bimodal? Desafíos y oportunidades que generó una crisis inesperada.

Por Magdalena Day miércoles, 16 de diciembre de 2020 · 06:41 hs
Desafíos y oportunidades para la educación de Mendoza en tiempos de pandemia
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Por Magdalena Day / @magdalenaday

La pandemia aceleró la adopción de tecnología en las escuelas de todo el mundo, con una gesta por igual difícil tanto para docentes y estudiantes, como para familias y gobiernos.

Las empresas de tecnología fueron las que más ganaron, desde Google hasta Zoom. Y las clases, junto a nuestras interacciones sociales, pasaron a darse en diferentes pantallas. Presenciamos en estos meses una redefinición en tiempo real de la práctica educativa. Sin embargo, durante años, el sistema educativo global hizo de la virtualidad, algo excepcional, eventual. El aula extendida) antes era un repositorio de contenidos, con algunos foros, y ahora el espacio por excelencia para el desarrollo de las clases. 

En las últimas semanas se habló de la vuelta de clases bimodales o semipresenciales en Mendoza. Es interesante destacar que lo que estamos presenciando es el fortalecimiento de una tendencia educativa  con varios años ya, denominada “pedagogía híbrida”: supone que la virtualidad es complementaria de la presencial. No hay una cosa sin la otra, ni un “semi” de algún otro entero.

Esto implica que se piensa la enseñanza (el aula y la escuela) sin separar lo que es online de lo que no es online, ya no se habla de TIC/no TIC, porque lo virtual forma parte de lo real, como diría Manuel Castells. Ya quedó claro en todo el mundo que lo que se transforma es la comunicación entre alumnas/profesores, por la dinámica interconectada que habilitan las redes digitales.

Hoy la selección de plataformas y herramientas va a ir moldeando las dinámicas de los espacios de enseñanza, pero seguirán siendo los docentes los que definan la pedagogía. El qué y cómo se enseña tiene ahora infinitas posibilidades, tanto como desafíos.

El estado actual de la implementación de tecnología es el resultado de varias capas de decisión (nacionales, provinciales y municipales) que durante décadas han priorizado una u otra política en el país. Es el caso del programa Conectar Igualdad, que ha levantado cuestionamientos, y en muchos casos ha fallado en su coordinación con varias provincias. Si bien presenta objeciones, este programa acercó a muchas niñas y niños a una computadora, e incluso conectó a toda su familia. Pero se pensaba que enviando computadoras a las provincias todo un sistema iba a transformarse.

Hoy sabemos que eso no es suficiente, de la misma manera que una u otra herramienta/plataforma no lo es. Por ende, cabe destacar la complejidad de un sistema en el que el docente y los alumnos son sólo una parte. La educación hoy se piensa global, pero sufre las particularidades y limitaciones locales. En una nota de La Nación hace unos días se habló de la “obsolencia de las universidades y de cómo todas las carreras deberían enseñar programación, mientras que las ciencias sociales, la reflexión crítica, la filosofía y el diálogo fueron centrales este año para comprender los cambios que nos dejará el COVID-19 en un mundo distinto al que conocíamos. No se puede abstraer el aprendizaje de las disciplinas científicas.

Por otro lado, resulta excesiva la presión que se le pone a la escuela para definir los “trabajos del futuro” cuando cuesta encontrar esas condiciones y capacidades  de transformación digital en empresas e incluso en el sector público en todo el país. Sin dudas es un buen momento para acercar a los educadores a lo que sucede en el ámbito tecnológico en especial porque los que desarrollan tecnología no conocen los problemas de la escuela. O los abordan con un enfoque de efectividad que luego choca con la realidad de docentes y de toda una forma de relacionarse con los alumnos. Pero es un diálogo que debe darse entre sectores que en esta pandemia empezaron un recorrido que será para el largo plazo.

Se están dando pasos interesantes en esta dirección, ya que de poner todo el foco en la escuela y las aulas, vamos a pasar a debatir acerca de la nueva naturaleza de los espacios virtuales de aprendizaje, en las posibilidades que la asincronicidad que  permiten a los alumnos explorar en su comunidad, y en sus tiempos, como así también sus espacios informales de conocimiento (museos, bibliotecas, familias, etc.). Esto es lo que se ve hoy a nivel mundial, todos los actores e instituciones participan de una nueva configuración educativa en la que el conocimiento se conecta con los problemas locales. 

La presión de todos sobre este sistema, incluso la de los padres por saber notas o la efectividad de lo que se enseña, se suman a las ganas de innovar con tecnologías que promueven la vigilancia. Pensar en aplicaciones, software, gaming, programación, como las panaceas de la educación actual puede llevar a pensar la intervención del maestro con un rol de monitoreo, de gestor de plataformas.  No hay que confundir a la tecnología o a las metodologías y didácticas que ésta habilita en tiempos de pandemia, con un lugar de reflexión e intervención pedagógica. En este sentido, los docentes pueden colaborar mucho en darle forma a un entorno digital/virtual acorde a sus necesidades y en resguardar aspectos de la educación que la tecnología no contempla.

Sin duda necesitamos una transformación integral de la educación, porque este nuevo momento histórico así lo exige. Pero no ganamos nada con enfrentar tecnología con pedagogía, o pensar que innovar implica declarar obsoletas formas que fomentan el diálogo, la sensibilidad y la empatía hacia la/el otro.    

La pandemia ha servido para amigar a muchos docentes con la tecnología y con las posibilidades que ofrecen las herramientas digitales. También debe servir para amigarnos con el hecho de que aprender no es equivalente a adquirir de manera incremental capacidades digitales, y que el sistema educativo es un amplio reflejo de lo que sucede en otros sectores. La respuesta debe darse en diálogo que involucre a toda la sociedad.

Magdalena Day

Investigadora

@magdalenaday

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