Análisis

Como si Mazzón hubiese sido el candidato: la fórmula #FF en tres claves

Se impuso, de entrada, una federalización de la sumisión, en la resignificación del peronismo hacia sus métodos más tradicionales. La novedad electoral tiene poco de noticia metodológica, lo que subsume y entusiasma a la dirigencia de un peronismo que no se haya fuera de la toma de decisiones en todos los niveles.

lunes, 20 de mayo de 2019 · 12:07 hs

Alberto Fernández es un multioperador. Con el dedazo de Cristina Fernández de Kirchner se despertaron las esperanzas de los sectores relegados por la fuerza centrífuga de CFK dentro del peronismo, confiando en que se revierta esa energía y el precandidato a presidente consiga acercarle más gente a quien se cree una propietaria ilegítimamente desalojada del poder (y es reconocida como tal si no en público, al menos en privado, por las más diversas vertientes del justicialismo).

Su designación dejó estupefactos a todos los protagonistas de la política y patas arriba a sus partenaires, los encuestadores, que creían tener cocinado el relato preelectoral de aquí a fin de año.

  1. - A la oposición le cambió el eje: quien operaba, sale a la superficie como precandidato. Quien repartía las cartas sabe qué carta posee cada jugador de la política y, por lo tanto, tiene una ventaja sobre el resto. ¿Importa si tiene o no carisma, si es o no un "estadista"? Es como si Juan Carlos Mazzón hubiera dado un paso fuera de las sombras, una analogía posible con el elegido por CFK. Fue aquel mendocino quien le abrió al inicialmente desconocido presidente Néstor Kirchner la agenda de gobernadores y dirigentes y ofició de distribuidor de la maneja de decisiones. Así, hasta que Cristina Kirchner lo echó.
  2. - El peronismo vive un deja vu: se resignifica como lo ha hecho desde el mismísimo día en que del golpe de Estado de 1943 parió un líder que sirvió para siempre, con el formato deseado según el momento de la historia.
  3. - Tampoco hay nada distinto en Alberto a los modos utilizados por Cristina: se impuso en un solo día la federalización de la sumisión. Aquellos gobernadores a los que castigó con venenosas calificaciones en el pasado reciente, fueron disciplinados telefónicamente y, en solo cuestión de horas, lanzaban loas a la nueva fórmula, ante la posibilidad de que le toque gestionar el poder y que, por ello, les toque estar entre los castigados o en los que tienen derecho a requerir dádivas, como ocurriera durante los 12 años de kirchnerismo a quienes les tocó gobernar provincias.