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Inteligencia artificial y el fin de la intimidad: cuando la mente deja de ser privada

Un experimento mostró que la inteligencia artificial puede reconstruir palabras pensadas en silencio con un 74% de precisión, abriendo dilemas éticos.

La inteligencia artificial ya es capaz de entender los pensamientos humanos y hay dilemas éticos sobre la intimidad.

La inteligencia artificial ya es capaz de entender los pensamientos humanos y hay dilemas éticos sobre la intimidad.

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En Stanford, un equipo de investigadores implantó electrodos en el cerebro de personas que no podían hablar y entrenó modelos de inteligencia artificial (IA) para interpretar las señales eléctricas asociadas al habla. El resultado fue sorprendente: reconstruyeron con un 74% de precisión las palabras que los participantes imaginaban en silencio.

No era necesario mover los labios ni articular sonidos, bastaba con pensar. Ese fue el punto de inflexión, porque el acceso directo a los pensamientos hasta hace poco parecía un límite infranqueable. Sin embargo, esto se mostró vulnerable ante la conjunción de neurociencia e IA.

A primera vista, la historia se presentó como un avance médico destinado a quienes perdieron la capacidad de hablar. Sin embargo, lo que asoma detrás es una revolución mucho más profunda. Si una máquina decodifica lo que alguien piensa sin pronunciarlo, el mundo del espionaje, la seguridad y la justicia cambia para siempre. Hoy existen detectores de mentiras que sólo registran alteraciones fisiológicas; mañana bastará un implante para exponer lo que una persona intenta callar. La diferencia es abismal, ya que un agente capturado podría ver cómo se accede a sus claves, contactos y planes sin necesidad de tortura ni documentos incautados. Una confesión ya no dependería de la voluntad del acusado, sino de la lectura directa de sus pensamientos.

La IA es el motor que vuelve esto posible. No se trata de simples electrodos captando impulsos, sino de algoritmos entrenados para reconocer patrones neuronales y transformarlos en fonemas, luego en palabras y finalmente en frases completas. Lo más inquietante es que incluso pensamientos no solicitados, como números contados mentalmente, se filtraron en los experimentos. Eso significa que el sistema detecta tanto órdenes como fragmentos involuntarios. Con una tecnología de este tipo, ninguna estrategia de silencio o autocontrol serviría como defensa.

El alcance práctico va más allá del espionaje. En juicios donde se obliga a un acusado a conectarse a un implante, o fronteras donde se exige la verificación mental de intenciones. En las corporaciones, las negociaciones podrían volverse campos asimétricos si una de las partes accede al pensamiento de la otra. Y en seguridad nacional, la promesa de prevenir atentados o conspiraciones mediante la detección de propósitos antes de que se conviertan en actos es un argumento imposible de ignorar.

Lo que en Stanford comenzó como un experimento con fines terapéuticos marca el inicio de una era donde la mente ya no será territorio exclusivo del individuo. Con la IA como traductor, los pensamientos se convierten en datos, y estos datos en poder. El 74% de precisión de hoy puede parecer insuficiente, pero es la semilla de un futuro en el que lo impensable se normalice. Y una vez que el acceso a la mente es técnicamente posible, la historia enseña que siempre habrá quienes lo lleven hasta sus últimas consecuencias.

Las cosas como son.

*Mookie Tenembaum aborda temas de tecnología como este todas las semanas junto a Claudio Zuchovicki en su podcast La Inteligencia Artificial, Perspectivas Financieras, disponible en Spotify, Apple, YouTube y todas las plataformas.