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Guerra y paz en 2025: Trump, Putin, Alaska y... La Paz

De Armenia a Gaza, pasando por Venezuela y Bolivia, los conflictos globales se multiplican. Pero eso no disuade a Donald Trump en su campaña por el Premio Nobel, la más explícita que se haya visto hasta ahora.

Una cumbre clave entre Vladimir PPutin y Donald Trump.

Una cumbre clave entre Vladimir PPutin y Donald Trump.

La paz mundial fue durante décadas el cliché favorito de las aspirantes a ganar concursos de belleza cuando tenían que responder por sus sueños y anhelos. Tal vez venga de ahí la obsesión de Donald Trump, quien durante varios años fue dueño de la Organización Miss Universo. Con esa impronta, se autodenomina “el presidente de la paz” y hace una campaña explícita —nunca antes vista— para obtener el Premio Nobel.

Más allá de su megalomanía, su bravuconería y su exhibición impúdica del poder, lo de Trump es verdaderamente destacable. Hacía mucho tiempo que no había en la Casa Blanca un presidente que promoviera tan activamente acuerdos para desescalar conflictos, con el objetivo de sentar a las partes a negociar. Solo Jimmy Carter, desde las antípodas ideológicas, tuvo un perfil comparable, que resultó clave para el acuerdo entre Israel y Egipto, uno de los más importantes en la historia de Oriente Medio.

Los siete acuerdos de paz

Trump ofició este lunes como mediador entre Armenia y Azerbaiyán. Se trata de un conflicto histórico, especialmente para los armenios, que están tratando de asimilar la limpieza étnica de más de 100.000 de los suyos que vivían en Nagorno Karabaj, una región étnicamente armenia desde hace siglos, pero enclavada en Azerbaiyán. Un crimen perpetrado en septiembre de 2023 con la complicidad de Turquía —turcos y azeríes son primos hermanos—, un siglo después del genocidio perpetrado por los fundadores del Estado moderno tras la caída del Imperio Otomano luego de la Primera Guerra Mundial.

El primer ministro Nikol Pashinyan aceptó negociar para preservar lo que queda de la integridad territorial del país, frente a amenazas concretas de nuevos avances por parte del ejército azerí.

Esa fue la séptima guerra que Trump se atribuye haber resuelto en su cruzada diplomática. Antes intercedió en disputas fronterizas entre Tailandia y Camboya; en la guerra de doce días entre Israel e Irán; en el enfrentamiento entre la República Democrática del Congo y Ruanda; en tensiones entre India y Pakistán; en la disputa por el Nilo entre Egipto y Etiopía; y en el conflicto entre Serbia y Kosovo.

A esa lista se suma el mayor logro de política exterior de su primera presidencia: los Acuerdos de Abraham, que normalizaron relaciones diplomáticas entre Israel y Emiratos Árabes Unidos, Bahréin, Marruecos y Sudán. Un avance poco reconocido por los habituales defensores del discurso pacifista, a pesar de ser el más importante en la región en lo que va del siglo.

Ilham Aliyev, presidente de Azerbaiyán —que estaba obviamente muy contento con un entendimiento muy beneficioso para sus intereses—, dijo que Trump debería ganar el Nobel de la Paz por sus esfuerzos. Lo mismo que, a través de una carta manuscrita, había propuesto Benjamin Netanyahu durante su última visita a Washington D. C.

Israel y Palestina, uno de los dos grandes escollos para Trump

Lejos quedaron los días en los que parecía inminente un acuerdo entre Israel y Hamas para empezar a poner fin a la brutal guerra que lleva ya un año y diez meses. Tras la visita del primer ministro israelí se había avanzado en la posibilidad de un cese del fuego por 60 días, que contemplaba la liberación de la mitad de los rehenes israelíes vivos y la entrega de 18 cuerpos de secuestrados asesinados por los terroristas.

Sin embargo, la presión internacional sobre Israel por la crisis humanitaria en Gaza desvió el curso de las negociaciones. Fortalecido, Hamas elevó sus exigencias e Israel dejó las conversaciones en Qatar.

Fiel a su estilo de superar los obstáculos que tiene por delante acelerando para chocarlos y destruirlos, Netanyahu respondió redoblando la ofensiva: anunció la toma de la ciudad de Gaza —hogar de entre 800.000 y 900.000 palestinos— con el objetivo de destruir a Hamas, sin anexar ni ocupar la franja.

Donald Trump y Benjamín Netanyahu

En una conferencia de prensa internacional, fijó las cinco condiciones para poner fin a la guerra: el desarme total de Hamas, la liberación de todos los rehenes, la desmilitarización de Gaza, el mantenimiento de un control israelí sobre la seguridad del enclave y la instalación de un gobierno pacífico no israelí.

Son demandas razonables para Israel, pero irreconciliables con la lógica maximalista de Hamas, que está dispuesto a sacrificar hasta al último palestino con tal de conservar algo de poder militar en la franja.

Los asesinos saben que cuentan con la ayuda del buenismo occidental, siempre dispuesto a entenderlos. La muerte de Anas al Sharif, corresponsal jefe de Al Jazeera en Gaza, fue una nueva muestra. Israel lo abatió en un ataque en el que murieron otros cinco presuntos periodistas. Lo señaló como miembro activo de una célula de Hamas dedicada a lanzar cohetes. Al margen de la veracidad total o parcial de esa acusación, lo que sí está documentado en extenso es su cercanía pública con los máximos líderes de la organización, de la que era un franco propagandista.

Las condenas internacionales a Israel omitieron ese dato crucial, reforzando la imagen del Estado judío como un agresor indiscriminado que odia a los periodistas. Lo mismo que hacen cuando se habla de las muertes de civiles palestinos, sin decir que se dan en el contexto de una guerra contra una organización terrorista.

¿Algo de calor en la gélida Alaska?

El otro gran escollo que enfrenta Trump en su búsqueda de la paz mundial es, sin dudas, Vladimir Putin. Con él protagonizó el viernes un hecho inédito desde el inicio de la invasión a Ucrania en febrero de 2022: la primera reunión entre el dictador ruso y un presidente de Estados Unidos. El escenario elegido no fue casual: Alaska, territorio estadounidense que hasta 1867 perteneció al Imperio ruso.

La cumbre —que será recordada como una de las más trascendentes de estos años— representa el intento más audaz de Trump para abrir un canal de diálogo en una guerra que, según la mayoría de los analistas, no tiene final cercano. El contexto previo incluyó amenazas de Trump de sancionar a cualquier país que compre petróleo o gas a Rusia, una medida que golpearía de lleno las finanzas del Kremlin.

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Donald Trump recibe a Vladimir Putin en Alaska.

Donald Trump recibe a Vladimir Putin en Alaska.

La cercanía que se vio en el encuentro realizado en la base estadounidense en Anchorage devolvió el optimismo a los que creen que es necesaria una salida urgente para evitar un colapso total de Ucrania. Pero también alentó el pesimismo de quienes ven una cena romántica entre Putin y Trump, en la que Ucrania sería el plato principal. Habrá que esperar algunas semanas para ver qué bando está más cerca de tener razón.

En el campo de batalla, Rusia continúa avanzando, especialmente en Donetsk, una de las dos provincias que, junto con Lugansk, conforman la estratégica región del Donbás. Según trascendió, una de las propuestas que Putin habría puesto sobre la mesa sería cesar su ofensiva si Ucrania se retira de la parte del Donbás que todavía controla. En otras palabras: no solo quedaría en manos rusas el 20 % del territorio ucraniano ocupado desde 2022, sino que Kiev debería ceder voluntariamente lo que le resta de esa región. Una concesión que Volodímir Zelenski, por ahora, rechaza de plano.

Maduro, objetivo prioritario

En América Latina, en cambio, la paz no parece ser el eje de la estrategia de Estados Unidos. El Departamento de Estado elevó a 50 millones de dólares la recompensa por la captura de Nicolás Maduro, a quien no considera un presidente ni un dictador convencional, sino el jefe del “Cartel de los Soles”, una red de narcotráfico incrustada en el régimen venezolano y operada principalmente por las Fuerzas Armadas para sacar cocaína de Colombia y llevarla al mercado estadounidense.

La justicia estadounidense respalda esta acusación con confesiones de exfuncionarios chavistas y de los propios sobrinos políticos de Maduro, que habían sido condenados por narcotráfico en Estados Unidos, aunque luego fueron devueltos por el gobierno de Biden.

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Nicolás Maduro, el hombre de Latinoamérica más buscado por los Estados Unidos.

Nicolás Maduro, el hombre de Latinoamérica más buscado por los Estados Unidos.

La suba de la recompensa fue solo el primer eslabón de una larga cadena de medidas para sumar presión contra el régimen. El segundo fue autorizar al Ejército estadounidense a actuar en cualquier lugar del mundo contra organizaciones designadas como “terroristas transnacionales”, categoría en la que se encuentran el Cartel de los Soles y varios carteles mexicanos.

La fiscal general Pam Bondi anunció luego la incautación de bienes de lujo vinculados a Maduro y a su entorno por un valor de 700 millones de dólares. La lista incluye dos jets, varias mansiones en Florida y República Dominicana, un haras, nueve autos de alta gama, joyas y millones en efectivo. “Esto no termina acá. A Maduro hay que sacarlo y llevarlo ante la justicia estadounidense”, advirtió Bondi.

El último eslabón conocido hasta ahora fue un inusual despliegue naval y aéreo en el Caribe sur, cerca de las costas venezolanas. El terreno parece preparado para algún tipo de operación. Pero en paralelo hay señales contradictorias, por las que se puede sospechar que todo es parte de un bluff de Trump. La más significativa es el permiso a Chevron para extraer y exportar petróleo venezolano hacia Estados Unidos, algo que le va a dar oxígeno financiero a Maduro.

Un aliado para Maduro

El dictador venezolano podrá sentirse inquieto, pero no solo. Colombia, el país más importante para Venezuela a escala regional, se ha convertido en un aliado incondicional de la mano de Gustavo Petro. Frente a las amenazas de intervención, el presidente declaró que “Colombia y Venezuela son el mismo pueblo, la misma bandera, la misma historia” y advirtió que cualquier operación militar sin aprobación regional sería “una agresión contra Latinoamérica”.

A esto sumó un acuerdo de cooperación militar con el régimen venezolano para custodiar conjuntamente la frontera, precisamente la ruta del narcotráfico. Envalentonado, Maduro habló de unificar los ejércitos de ambos países. Un paso que no sería muy distinto de pretender mimetizar a las Fuerzas Armadas colombianas con las FARC.

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El polémico presidente colombiano busca acercarse cada vez más a Caracas.

El polémico presidente colombiano busca acercarse cada vez más a Caracas.

Aunque no llamaría la atención tras la muerte de Miguel Uribe Turbay. El senador y precandidato presidencial del opositor Centro Democrático había recibido dos disparos en la cabeza durante un acto público el 7 de junio. Uribe era una figura con proyección real para competir en las presidenciales de mayo del próximo año y estaba en la mira de las disidencias de las FARC, que necesitan otros cuatro años de un gobierno que, en nombre de la “paz total”, siga liberando buena parte del territorio nacional.

La nota la dio el jefe de gabinete de Petro, el pastor Alfredo Saade, que relativizó la muerte de Uribe con una comparación atroz: “Todas las actividades tienen sus riesgos y la política también. Como andar en bicicleta… uno se puede caer o tropezar”.

Lejos de La Paz

Este domingo, Bolivia elegirá presidente en un contexto económico y político crítico. Con reservas en dólares agotadas, inflación disparada y una industria gasífera paralizada por falta de inversión, el país atraviesa su peor crisis en dos décadas.

El presidente Luis Arce, debilitado, optó por no buscar la reelección y se concentró en bloquear la candidatura de Evo Morales, su mentor, de quien fue ministro de Economía. Su delfín, Eduardo del Castillo, no llega al 2 % en las principales encuestas.

Evo Morales y el presidente electo, Luis Arce.
Luis Arce celebraba su victoria junto a Evo Morales; una foto imposible en el contexto actual.

Luis Arce celebraba su victoria junto a Evo Morales; una foto imposible en el contexto actual.

Las dos figuras con mayores chances de pasar a un eventual balotaje son Samuel Doria Medina, empresario de perfil centrista, y Jorge “Tuto” Quiroga, expresidente de derecha dura. La campaña se desarrolla bajo la amenaza latente de lo que pueda hacer Evo, quien desde su feudo en el Chapare advirtió que bloqueará rutas y paralizará el país si asume un gobierno liberal.

A esta altura, nadie espera que haya paz en La Paz durante los próximos meses. Tampoco a escala global, donde la paz mundial sigue pareciendo una quimera.