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Estados Unidos se prepara para la guerra, Maduro se convierte en meme y el Mercosur sigue sin Unión Europea

Trump no anunció una campaña militar en Venezuela como esperaban muchos, pero da señales de que puede haber una ofensiva inminente. El régimen sigue apostando a que no se anime. Rusia intercede para acelerar una resolución en Ucrania. Y Bruselas sigue con sus dilaciones habituales.

Estados Unidos se prepara para la guerra, Maduro se convierte en meme y el Mercosur sigue sin Unión Europea.

Estados Unidos se prepara para la guerra, Maduro se convierte en meme y el Mercosur sigue sin Unión Europea.

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Hacía mucho tiempo que un discurso presidencial en Estados Unidos no generaba tanta expectativa como el que Donald Trump pronunció el miércoles a la noche desde la Casa Blanca. Dentro y fuera del país, entre aliados y entre enemigos, estaba instalado el rumor de que iba a realizar algo parecido a una declaración de guerra contra el régimen de Nicolás Maduro. No pasó. Ni siquiera hubo mención explícita a Venezuela en lo que resultó un inusual mensaje navideño.

Más allá del arbolito y la decoración, el tono y el contenido del discurso fueron los de un presidente en guerra. No declaró nada —y es posible que no lo haga—, pero se está preparando para una. Por eso puso tanto énfasis en la invasión que sufrió Estados Unidos, la forma que tiene de caracterizar la llegada de millones de inmigrantes irregulares. Sobre todo, los que más lo obsesionan: los criminales profesionales de bandas como el Tren de Aragua que, según la información que maneja el gobierno, fueron enviados adrede por Maduro y Diosdado Cabello. Y por eso el anuncio más importante que hizo fue la entrega del “dividendo del guerrero”, un bono de USD 1.776 que casi un millón y medio de militares recibirán antes de Navidad.

Este viernes, en una entrevista con NBC News, le preguntaron si iba a haber una guerra con Venezuela. "No lo descarto, no", respondió. “Maduro sabe lo que quiero”, agregó. Todos saben que en la —¿única?— conversación que mantuvieron el 21 de noviembre, Trump le dijo a Maduro que se tenía que ir.

Pero el dictador venezolano actúa como si no pasara absolutamente nada. Además de bailar y cantar un remix de su eslogan “No war, yes peace” —convertido ya en gorra—, se muestra manejando una camioneta y caminando las calles de Caracas de la mano de su esposa, Cilia Flores. Es la versión caribeña del meme del perrito que toma café apaciblemente en una habitación en llamas y dice “todo está bien”.

Sin embargo, el fuego se siente cada vez más. El bloqueo total anunciado por Trump para los petroleros sancionados que entran y salen de Venezuela es un golpe muy duro a las finanzas del régimen. Y afecta también a sus principales socios: China, Rusia e Irán. A China porque de ahí proviene el 4% de sus importaciones petroleras. A Irán y Rusia porque utilizan los mismos buques fantasma para mover su propio petróleo eludiendo las sanciones.

Eso explica que Moscú esté cada vez más metido en las negociaciones. Basta ver las declaraciones que ha hecho por estos días Alexander Lukashenko, el dictador bielorruso y peón de Putin, que abiertamente reconoció que el destino de Maduro está siendo discutido entre Trump y su par ruso. No es casual que el viernes en su tradicional conferencia de prensa anual ante medios internacionales Putin haya elogiado los esfuerzos de Trump por terminar la guerra en Ucrania, admitiendo que están totalmente alineados y que el problema es Kiev.

Palabras que preocupan mucho a la Unión Europea, que no termina de tener una estrategia coherente frente a Rusia. Tampoco frente a Trump. Para ser justos, frente a nada. Volvió a quedar demostrado en su incapacidad para acordar una postura común frente al acuerdo con el Mercosur. Asustados por las protestas de los agricultores que llevaron sus tractores hasta la sede de la UE en Bruselas, optaron por patear a enero una definición.

Un dolor de cabeza para Lula, que anhelaba presentar el pacto como un triunfo en el cierre de su presidencia pro tempore este sábado en la cumbre de presidentes que se celebra en Foz do Iguaçu. Sería otro dolor más para un presidente desesperado por mantener el liderazgo en una región en la que Washington recupera terreno tras décadas de abandono. Detrás de ese objetivo se esconde el apoyo a Maduro y el intento de último momento por volver a fungir como mediador ante Trump para “evitar una guerra fratricida”. Con eso en mente, el categórico triunfo de José Antonio Kast en Chile fue una pésima noticia. Lo primero que hizo como presidente electo fue cruzar la cordillera para reunirse con Javier Milei, elogiar su rumbo económico y su política exterior, y proclamar su apoyo irrestricto a las acciones que está llevando adelante Estados Unidos para sacar a Maduro.

Una potencia en armas

El discurso del miércoles por la noche terminó con un “Merry Christmas” y “Happy New Year”, pero el tono tuvo poco de espíritu navideño. En el centro del mensaje apareció una idea que Trump repite una y otra vez: Estados Unidos ha sido invadido por la migración ilegal y por el narcotráfico que entra por la frontera sur. Lo dijo también esta semana al explicar por qué suben los costos de la vivienda: habló de una “colosal invasión en la frontera” como el peor legado del gobierno Biden.

Esa palabra no es inocente. Es casus belli. Si lo que está ocurriendo es una invasión, si Venezuela fue declarada “Estado terrorista” por sus vínculos con el narcotráfico, si Maduro es descrito como un “narcodictador”, lo que está haciendo es preparar el terreno para dar un salto adelante. Tanto ante el Congreso como ante la opinión pública.

Crece la presión militar

En los últimos días se aceleraron las actividades de la Operación Lanza del Sur que está realizando Estados Unidos contra el narcotráfico en el Caribe. Según datos de la propia administración y de comandos regionales, ya se llevan contabilizados 28 ataques contra embarcaciones en el Caribe y el Pacífico, con 104 muertos. Sobre Venezuela, además, se registró un récord de hasta seis aviones militares operando de manera simultánea en torno a su espacio aéreo.

Algunos congresistas demócratas intentaron esta semana encuadrar estas acciones bajo la Ley de Poderes de Guerra, proponiendo resoluciones para obligar a Trump a buscar autorización específica antes de seguir adelante. Fueron derrotados en la Cámara baja, en buena medida por la disciplina republicana y por el clima general de tolerancia hacia la “guerra contra los narcos”.

Un dictador bloqueado

La medida que terminó de encender las alarmas en Caracas fue el anuncio de un bloqueo total sobre los petroleros sancionados que entren o salgan de Venezuela. No es una sanción financiera más. Es un salto cualitativo: implica que la Armada estadounidense se reserva el derecho de interceptar, desviar o incautar buques en alta mar.

La orden llega una semana después del operativo cinematográfico sobre el Skipper, un superpetrolero de la flota fantasma que se mueve con banderas falsas, transponders apagados y rutas enrevesadas para burlar las sanciones. El 10 de diciembre fue abordado por fuerzas estadounidenses en el Caribe, frente a las costas venezolanas, sin víctimas pero con un mensaje clarísimo, ratificado por el anuncio de esta semana. El cargamento era de 1,9 millones de barriles, un embarque que distintas estimaciones valoran entre 50 y 100 millones de dólares. El bloqueo total podría tener un impacto de hasta 1.000 millones de dólares por mes.

China y Rusia toman nota

Beijing, principal destino del crudo venezolano vía triangulaciones por Asia, mira el movimiento con atención. De acuerdo con estimaciones de mercado y del propio seguimiento de cargamentos, Venezuela representa alrededor de un 4% del petróleo que importa, con picos de más de 600.000 barriles diarios de crudo tipo Merey previstos para llegar este mes. China condenó el bloqueo como “bullying unilateral” y pidió respeto por la soberanía venezolana, al mismo tiempo que intenta no quedar atrapado en una escalada militar en el Caribe.

No se puede perder de vista que el objetivo final de todo lo que está haciendo Trump en América Latina es expulsar a su único competidor global del hemisferio. O al menos reducir al mínimo su influencia.

También Rusia lee la movida con preocupación. Por un lado, porque en los últimos meses aumentó sus exportaciones de nafta hacia Venezuela, un negocio que ahora queda en riesgo si los petroleros sancionados son bloqueados. Por otro, porque Moscú depende de su propia flota fantasma para evadir sanciones por la guerra en Ucrania.

Maduro en modo meme

La respuesta de Maduro debe ser leída como una coreografía cuidadosamente estudiada para consumo interno. La parte formal es acusar a Estados Unidos de “piratería internacional” y de un “robo descarado” de petróleo. Pero lo verdaderamente potente es la imagen que transmite: hace chistes, lanza consignas en inglés, baila un remix de “No war, yes peace” devenido en gorra y cada vez que puede se muestra rodeado de gente. No sólo en actos políticos. También en la calle. Manejando o caminando.

Esa puesta en escena tiene un destinatario central: las Fuerzas Armadas venezolanas. Maduro necesita transmitirles que mantiene el control, que la situación está bajo su mando, que no hay motivo para el pánico. Por eso insiste en que seguirá exportando petróleo “pese al bloqueo” y ordena escoltas navales para los buques que salen hacia Asia con derivados y combustibles. Necesita sostener esa ilusión para desalentar cualquier brote de rebeldía que podría emerger para evitar caer junto a él en caso de intervención estadounidense. Esas payasadas son tal vez su mejor defensa contra la estrategia de Trump de forzar un quiebre interno en el régimen a partir de la presión.

De Kast a Lula, América Latina se reconfigura

La victoria de Kast con un contundente 58% y 2 millones de votos más que la candidata comunista Jeannette Jara fue la elección más escorada a la derecha desde el fin de la dictadura de Pinochet. Su campaña estuvo atravesada por dos ejes: mano dura contra el crimen y un discurso furioso contra la inmigración irregular, con especial énfasis en las bandas de origen venezolano. Un guión muy parecido al de Trump.

Su primer viaje como presidente electo fue a Buenos Aires. Allí, en la Casa Rosada, se sacó la foto de rigor con Javier Milei y dejó un mensaje muy claro sobre Venezuela: Chile, dijo, apoyará “cualquier situación que termine con la dictadura” de Maduro; si hay una intervención externa, “nos soluciona un problema gigantesco a nosotros y a toda Latinoamérica”. Está claro que ahí se está formando un eje que empieza a materializar la gran ambición de esta Casa Blanca: un hemisferio que le responda de norte a sur.

Estos movimientos forzaron a Lula a salir a la cancha. Por eso volvió a ponerse el disfraz de mediador. Dijo que iba a hablar con Trump y con Maduro con el objetivo declarado de evitar una “guerra fratricida” en el continente. Venezuela está en una guerra interna desde hace años, una que dejó miles de muertos en ejecuciones extrajudiciales —según el reporte que en su momento hizo Bachelet para la ONU— y 8 millones de desplazados. Lula lo sabe. También sabe que cualquier negociación va a terminar fortaleciendo a Maduro. Para él, la prioridad es evitar que Trump siga avanzando en la que considera su propia área de influencia.

Europa sigue perdida

La Unión Europea no logra salir de su laberinto de dudas. El mismo continente al que Trump acusa de estar “obsesionado con ser políticamente correcto” acaba de sumar una nueva demostración de esa parálisis. Los 27 líderes decidieron, una vez más, postergar la firma definitiva del acuerdo comercial con el Mercosur. El tratado que lleva 25 años en negociación iba a firmarse este sábado en Foz do Iguaçu. Lula se encargó durante semanas de recordarles a los europeos que era “ahora o nunca”.

Pero Macron convenció a Meloni de frenar todo en busca de obtener más garantías para los agricultores europeos, que no quieren competir contra los sudamericanos. Si no tuvieran que cumplir tantas cláusulas ambientales de dudosa eficacia, tal vez serían menos reticentes a esa competencia.

La escena es una excelente muestra de las razones del estancamiento europeo. Mientras China, Rusia y Estados Unidos actúan, los europeos deliberan, pero no resuelven.