Presenta:

Ellis Island: el primer paso del sueño americano para millones de inmigrantes

Un recorrido por las salas, pruebas y esperanzas de Ellis Island que marcaron la llegada de 12 millones de inmigrantes a Estados Unidos y Nueva York.

A pocos metros de la Estatua de la Libertad, Ellis Island es donde comenzaba el sueño americano.
A pocos metros de la Estatua de la Libertad, Ellis Island es donde comenzaba el sueño americano. MDZ

En la ciudad que nunca duerme, en una Nueva York convulsionada por el ruido y la velocidad, existe un lugar donde el tiempo se detiene. Un lugar que no solo guarda la historia de la ciudad, sino también sus raíces más profundas: las de quienes la construyeron y las de quienes, con una valija y un deseo, buscaron empezar de nuevo. Ese lugar es Ellis Island.

El viaje comienza apenas se cruza el umbral del museo. Lo que hoy se ve remodelado, iluminado y organizado fue, durante más de sesenta años, el primer contacto de millones de inmigrantes con Estados Unidos. Entre 1892 y 1954, Ellis Island fue la gran antesala del sueño americano. Más de 12 millones de personas desembarcaron allí, esperando ser aceptadas.

Ellis Island (1)

Y basta con asomarse al interior para que el pasado aparezca de golpe: maletas apiladas, fotografías en blanco y negro, objetos olvidados que sobrevivieron al tiempo. Al caminar por los pasillos originales, a veces separados por un simple vidrio, la historia deja de ser un concepto y se vuelve algo palpable.

Las primeras salas: la espera, el miedo, la ilusión

La cronología del museo acompaña el recorrido que hacían los recién llegados. En las primeras salas se ven las viejas valijas, los “tesoros” que algunos inmigrantes dejaban como agradecimiento al ser admitidos y las exhibiciones que explican los distintos periodos migratorios que moldearon al país.

La sala transmite esperanza, pero también el temor de quienes llegaban. Caminar allí es entrar en un gran filtro humano donde convivían el cansancio, la ansiedad de quienes huían de guerras, la pobreza y, muchas veces, la humillación.

El segundo piso: el corazón del proceso

La Sala de Registros es quizás el lugar más impactante del recorrido. Un espacio que hoy luce vacío, pero que en aquel entonces estaba repleto de gente: filas interminables de inmigrantes de distintos puntos del mundo que esperaban su turno para ser inspeccionados y registrados por los funcionarios del Servicio de Inmigración. Era el gran salón donde se definía el destino de cada uno.

Sala de ingreso Ellis Island

En este mismo piso también se encuentra “A través de las puertas de América”, una muestra que reconstruye el flujo cotidiano de quienes pasaban por la isla, y la antigua sala de audiencias, donde eran llevadas aquellas personas sobre las que recaía alguna sospecha: desde posibles contrataciones ilegales hasta antecedentes en sus países de origen.

El test de los seis segundos y los nombres imposibles

Allí mismo se realizaban las primeras inspecciones médicas a los recién llegados. Los doctores aplicaban el llamado “test de los seis segundos”: observaban rápidamente la postura, los ojos, la manera de caminar. Si algo les llamaba la atención, marcaban la ropa con tiza: una pequeña letra que indicaba el tipo de patología o enfermedad que creían detectar, y que podía derivar en la negación de la entrada.

Ellis Island (2)

Otro punto sensible del proceso eran los nombres. En una de las salas, un panel exhibe apellidos casi impronunciables: Andrjuliawierjus, Grzyszcyszm, Koutsoghianopoulos, Zemiskzkiewicz. Nombres que los inspectores debían descifrar a partir de los manifiestos del barco.

Ellis Island Nombres

Hoy existe el mito de que Ellis Island “americanizaba” los apellidos. El museo es claro: no estaba permitido cambiar el nombre de un inmigrante. Sin embargo, entre la falta de entendimiento y la rapidez del proceso, muchos quedaron simplificados para siempre.

Las noches en la isla

Más arriba, en el tercer piso, aparece uno de los espacios más crudos del museo: las habitaciones donde dormían los inmigrantes detenidos. Las camas colgantes de hierro, apiladas en tres niveles, parecen sacadas de un improvisado cuartel de campaña. En una sola habitación podían llegar a encerrar a 300 personas.

Ellis Island (5)

El test del diamante y las pruebas de alfabetización

Otro de los métodos para evaluar aptitudes mentales parece hoy casi absurdo: copiar un rombo. La exhibición muestra decenas de intentos fallidos, donde compara rombos de personas con distintos niveles de alfabetización. Para muchos campesinos italianos o eslavos analfabetos, la prueba no medía inteligencia, sino familiaridad con la escritura.

Ellis Island (4)

En 1917 se incorporó un requisito nuevo: leer un texto de 40 palabras en su propio idioma. Las tarjetas exhibidas, muchas de ellas con versículos de la Biblia, eran las que usaban los inspectores. Fallar significaba deportación, incluso si ya había familiares esperando del otro lado del muelle.

Salir de Ellis Island es volver al ritmo frenético de Nueva York, pero con algo distinto en la mirada. Esas camas apretadas, los registros de quienes pasaron por allí y las imágenes que aún sobreviven recuerdan que todos llegaron por la misma razón: buscar un nuevo comienzo.