Acoger "la nada", la idea del filósofo Jean-Paul Sartre que te puede resultar "liberadora" para iniciar el nuevo año
"La existencia precede a la esencia", dijo uno de los pensadores más influyentes del siglo XX. Jean-Paul Sartre y sus ideas sobre la libertad, la existencia y la nada no dejan de resonar cuando abordamos las principales preguntas de la filosofía.
Empujados a tomar decisiones. No tomarlas es, de hecho, una elección.
Responsables de lo que somos y de todo lo que hacemos. No tenemos escapatoria.
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Así veía Jean-Paul Sartre a los seres humanos y, por eso, creía que vivimos angustiados.
"Dios ha muerto" había declarado décadas antes Friedrich Nietzsche, uno de los progenitores del existencialismo, corriente filosófica de la que Sartre se convertiría en uno de sus principales exponentes.
Pero en medio de esas ideas que pueden resultar un poco abrumadoras, Sartre también nos invita a vernos como un lienzo en blanco.
Al sentenciar que "la existencia precede a la esencia", el escritor francés nos dice que no hay una plantilla o un molde a partir de la cual nos podamos construir a nosotros mismos: somos libres de crearnos.
Al aceptar "la libertad radical" y de que no venimos al mundo con un propósito intrínseco, somos lo que elegimos ser.
Creía que tenemos un potencial casi infinito para ser lo que queramos y que las circunstancias, las situaciones, no nos definen.
Y en ese contexto, abrazar nuestra libertad es tan importante como acoger la nada.
Una celebridad
Sartre no solo escribió tratados filosóficos, también fue autor de obras de teatro, novelas, biografías.
Considerado el padre del existencialismo moderno y un exponente del humanismo marxista, fue uno de los intelectuales más destacados de la posguerra.
Una celebridad internacional que no fue ajena a las controversias políticas.
Rechazó el Premio Nobel de Literatura que se le concedió, en 1964, "por su obra que, rica en ideas y llena del espíritu de libertad y de la búsqueda de la verdad, ha ejercido una influencia de gran alcance en nuestra época".
Nació en 1905 y uno de sus libros más conocidos es "El ser y la nada", publicado en 1943.
Esa obra fue la base de una conferencia que ofreció en 1945, en París: "El existencialismo es un humanismo", que atrajo a miles de personas.
El filósofo Nigel Warburton nos recuerda, en un artículo de la revista Philosophy Now, que se trataba de una época de "gran fermento intelectual y optimismo reservado".
París había sido liberada del control nazi, los horrores de los campos de concentración salían a la luz y, por primera vez, una bomba atómica había sido lanzada.
"La evidencia de la capacidad humana para el mal y la destrucción estaba por todas partes. Las cuestiones filosóficas, y en particular morales, ya no eran de mero interés académico", escribió Warburton.
En contra de los esencialismos
En esa ponencia de hace 80 años, Sartre trabajó el tema de la ética, le dice a BBC Mundo la profesora Danila Suárez Tomé, autora y académica del Instituto de Investigaciones Filosóficas de Argentina.
Fue parte de la primera etapa de su producción, en la que desarrolló las bases del existencialismo, una filosofía que va directamente en contra de los esencialismos que se construyeron a lo largo de la historia del pensamiento occidental.
"Uno de ellos está basado en la figura de Dios, en la idea de que Dios nos crea de tal o cual manera y nosotros venimos al mundo a desarrollar su plan. Tenemos una trayectoria marcada y Dios es quien ordena", señala la investigadora.
Otro tipo de esencialismo, que no tiene nada que ver con Dios, es el que plantea que tenemos una naturaleza determinada y que, por razones biológicas, genéticas, físicas, nos comportamos de cierta manera y, por ende, estamos destinados a desempeñar roles específicos en la sociedad.
"Las mujeres somos supuestamente más inclinadas al cuidado, a la empatía, a la limpieza, y los varones a las actividades abstractas. Es un esencialismo que nos dice que hombres y mujeres debemos cumplir ciertos roles".
Otro esencialismo, por ejemplo, viene de los discursos astrológicos: por ser de un signo en particular, recibimos la influencia de "ciertas fuerzas" que rigen nuestra personalidad y comportamiento y, en ese sentido, no somos responsables de cómo somos.
"Somos nada"
Aunque puede parecer una contradicción, lo que el existencialismo plantea es que nosotros, como "existentes humanos", somos nada.
Así, para Sartre, la existencia humana viene a aportar la novedad, lo distinto, lo que todavía no es.
"Porque ser nada es ser potencia", explica Suárez, "es tener un infinito de posibilidades, de cosas por hacer".
"Eso es lo que es el ser humano: la nada que, proyectándose, eligiendo y decidiendo, haciendo y actuando, y siendo, va creando cosas en el mundo", agrega.
En ese contexto, no venimos a cumplir un plan preestablecido, no tenemos un sentido predeterminado, no hay nada que dicte quiénes seremos y cómo comportarnos.
Suárez explica: "Cuando nacemos, estamos arrojados en el mundo, un mundo al cual le tenemos que dar un sentido".
Y, así, desde el momento en que nacemos somos libres.
"De lo único que no somos libres es de no ser libres. Nosotros no podemos no elegir ser libres, estamos condenados a la libertad".
Una contigencia
Para tratar de entender por qué Sartre abogaba por acoger la nada, el filósofo Eric Pommier empieza por aclarar lo que le animó a escribir su famoso libro "El ser y la nada".
"Fue la idea de la contingencia del ser humano y del mundo", le dice el profesor de filosofía contemporánea de la Universidad de Tours, en Francia, a BBC Mundo.
Somos conscientes de que nosotros, como seres individuales, habríamos podido no ser: es posible que nunca hubiésemos existido.
Y esa posibilidad tiene que ver con la contingencia de la existencia.
"No somos la fundamentación de nuestro propio ser. Por lo que, de alguna manera, surgimos de la nada, no hay ningún motivo que pueda justificar nuestra existencia y la del mundo".
Esa idea de contingencia, en el pensamiento de Sartre, no es algo abstracto, sino que permea nuestra vida cotidiana.
Por ejemplo, el mero hecho de cuestionar el mundo, de imaginar que pueda ser de otra manera, es una invitación a pensar que nosotros también podríamos ser de otra forma.
Y esa introducción de posibilidades, de que el mundo y nosotros podríamos ser diferentes, es una manifestación de la nada.
"Es la negación de lo que hay en beneficio de lo que podría ser", explica el profesor.
Entre condicionamientos
Y así, cuando reconocemos todo lo que no somos, también estamos reconociendo todo lo que podemos ser.
Sin embargo, advierte Suárez, es fundamental comprender que nuestra libertad no es tan absoluta, que tenemos ciertos condicionamientos.
"Sartre habla de datos de la facticidad", explica la experta.
"Hay algunas cosas que no podemos elegir y esto es importante porque nos abre a la dimensión social".
"Primero, no elegimos nacer y, como dice Sartre, somos arrojados en el mundo, en donde nos hacemos cargo de una existencia que viene a traerle valor", dice Suárez.
Otro dato ineludible es que somos seres corporales: nuestra libertad está situada en nuestro cuerpo, nuestras acciones y elecciones están corporizadas.
"No soy una conciencia pura, desligada del mundo, estoy inscrito en una situación muy concreta", indica Pommier.
No pudimos elegir nacer niño o niña, tampoco pudimos escoger la época, el lugar o el contexto social en el que nacimos: lo hicimos en el seno de una familia religiosa o atea, de clase trabajadora o rica, en tiempos de recesión o de prosperidad, por citar algunos ejemplos.
A eso se suma el hecho de que vivimos con otras personas, nos relacionamos con otros que nos reconocen como sujetos.
"Eso es importante porque nos recuerda que el sentido y el valor no lo traemos solamente nosotros, sino que tenemos que estar negociándolos constantemente con los otros", explica Suárez.
Y así, ese mundo de Sartre, de conciencias y sujetos libres "que son nada" porque se van creando a sí mismos, "es un mundo conflictivo".
Otro elemento inevitable es nuestra mortalidad.
"Es una de las grandes heridas, dice Sartre, de justamente una existencia que tiene tanto poder en sí, por traer sentido y valor al mundo, pero que, al mismo tiempo, no es un Dios: no somos inmortales".
Las acciones
Para Sartre nuestras acciones también son una manifestación de la nada.
Y no se trata de simples reacciones, no somos máquinas, sino de acciones motivadas por unos fines que nos planteamos libremente, que elegimos entre varias posibilidades.
"Nuestra libertad, para Sartre, significa precisamente esta capacidad de hacer proyecciones, de plantear fines, sin que nada pueda predeterminarlos", apunta Pommier.
"Somos libres porque no estamos determinados por causas anteriores, por ejemplo, físicas, psicológicas".
Nuestra libertad tampoco está determinada por nuestra situación, aunque sí está, de alguna manera, condicionada por ella.
"No elegí nacer, pero sí tengo el poder de decidir el sentido de la situación (en la que estoy), ahí descansa mi libertad", explica el profesor.
Puedo elegir de forma absolutamente libre el sentido que le doy al hecho de, por ejemplo, haber nacido en una familia de bajos recursos.
El peso de la responsabilidad y de la "mala fe"
Llegar al mundo sin un propósito intrínseco puede llegar a ser una idea muy liberadora.
"Es una filosofía que solo se puede entender a partir de la idea de Nietzsche de que 'Dios está muerto': se caen los relatos sobre el destino, de que somos algo definido que venimos a este mundo a cumplir un propósito", dice Suárez.
"En ese sentido es liberador, pero al mismo tiempo esa libertad tiene una carga de angustia que tratamos de rehuir todo el tiempo. Es liberadora siempre y cuando quieras asumir esa responsabilidad".
De esa forma, Sartre plantea que, al ejercer nuestra libertad, debemos ser auténticos para reconocer que somos responsables de todo lo que hacemos, de nuestras decisiones y acciones, pues ellas son las que van a traerle sentido y valor al mundo.
"Dice que eso es algo tan difícil de aceptar que a lo largo de la historia de la humanidad hemos creado un montón de mitos esencialistas que nos eximen de esa responsabilidad", indica Suárez.
Y cuando no aceptamos que somos el origen del sentido y del valor en el mundo, Sartre creía que tenemos una existencia de "mala fe".
"Ser responsable implica asumir nuestra libertad radical y soportar la angustia que viene con ella, aceptar ese desamparo que se siente porque somos nosotros los que creamos el destino", dice la experta.
Pommier, por su parte, nos recuerda que no podemos buscar refugio en ningún tipo de determinismo, psicológico, biológico, social.
"No es culpa mía, es que crecí en este ambiente familiar" o "es el peso de la sociedad sobre mí", dejan de ser excusas válidas.
Tampoco puedo resguardarme en una ideología o en un sistema de creencias: "¿Qué quieres que haga? Así es mi religión".
La perspectiva de Simone de Beauvoir
Si bien la idea de la libertad radical que plantea Sartre puede parecer "muy romántica y liberadora", se enfrenta a problemas cuando "se le baja" al terreno de lo social y se le mira desde otras perspectivas, nos alerta Suárez.
"La filosofía existencialista de Sartre la completó mucho Simone de Beauvoir. Ella le dio otra vuelta, otro sentido, morigerando el pleno de libertad infinita que había pensado Sartre".
La brillante filósofa y escritora francesa fue su compañera sentimental y su gran aliada intelectual.
"Eso no significa que De Beauvoir no creyera que nuestra naturaleza humana es la de la libertad. Sí lo creía. Simplemente decía que no siempre es posible actuar con libertad radical".
Y así, explica Suárez, en sus primeros ensayos, "De Beauvoir le dice a Sartre: 'Desde tu perspectiva, la de un varón blanco, europeo, burgués, no te das cuenta de que hay un montón de existencias, de formas de ser en el mundo, que están sumamente condicionadas por una opresión que viene desde afuera'".
Habló no solo de la existencia de una cultura patriarcal que les impedía a las mujeres desarrollar toda su potencialidad, sino de otros grupos oprimidos en el mundo.
"Ella, por ejemplo, piensa mucho en la vejez, cuando la sociedad nos relega y no nos permite realizarnos como sujetos".
Una revisión
La idea de que somos como un lienzo en blanco es fascinante, pero es importante reconocer que hay una serie de condicionamientos y factores externos que no siempre nos permiten ejercer la libertad radical.
Esas críticas, Sartre no las ignoró. De hecho, hubo ideas que desarrolló en "El ser y la nada" que con el tiempo matizó.
"Cuando escribió 'La crítica de la razón dialéctica' (1960), tiene una perspectiva más social, crítica y materialista", recuerda la profesora.
"Y es importante marcarlo porque si bien sus ideas del existencialismo son muy poderosas, que a mí me convencen, yo creo que he adoptado la ética existencialista y trato de complementarla, sus principios son revisables, no es algo que esté escrito en piedra, eso sería muy poco sartriano".
Para Pommier, la relación con la nada que propuso Sartre "fue, tal vez, demasiado idealista".
"Tiene un poder liberador tremendo porque va en contra de la idea de que estamos completamente determinados".
Algo muy poderoso, particularmente en nuestra época, "que a veces le pone mucho énfasis al determinismo social, a la idea de que hay desigualdades sociales que no se pueden superar".
O a las tradiciones o al statu quo.
Con alegría, sin angustia
Si bien plantearnos proyectos, ver hacia adelante en busca de un sentido definitivo a nuestra existencia, puede verse como una especie de "salvación", también podría convertirse en "una vía sin salida", advierte Pommier.
"Lo que Sartre tratará de desarrollar, posteriormente, es la idea de asumir de forma auténtica la libertad: reconocer que no hay salvación, que la existencia no tiene fundamentación y que hay que vivir con eso, pero no con angustia, sino con alegría".
"Se puede disfrutar de la situación, apreciar la suerte de esta posibilidad de existir de forma contingente, pero sin lamentarse ni angustiarse".
Warburton destaca que el existencialismo de Sartre captura el optimismo que usualmente se vincula al humanismo: al responsabilizarnos de lo que llegamos a ser, el futuro de la humanidad queda "en nuestras propias manos".
"Nos recuerda que podemos ejercer un control mucho mayor sobre nuestras vidas del que generalmente admitimos, y que la mayoría de nuestras excusas son simplemente racionalizaciones".

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FUENTE: BBC

